Ciudad
del Vaticano, 12 de abril 2015 (Vis).– En el segundo domingo de
Pascua,o de la Divina Misericordia, el Papa Francisco celebró en la
basílica de San Pedro la santa misa por el centenario del
''martirio'' (Metz Yeghern, el Gran Mal) del pueblo armenio, y
proclamó Doctor de la Iglesia a san Gregorio de Narek (951 ca- 1003
ca), monje, teólogo, poeta y filósofo armenio, cuya festividad se
celebra el 27 de febrero.
Concelebró
con el Santo Padre, Sua Beatitud Nerses Bedros XIX Tarmouni,
Patriarca di Cilicia de los Armenios Católicos, en presencia de Su
Santidad Karekin II, Patriarca Supremo y Catolicós de Todos los
Armenios y de Su Santidad Aram I, Catolicós de la Gran Casa de
Cilicia. La celebración contó con la presencia del Presidente de
la Repubblica di Armenia, Serž Sargsyan.
En
su homilía el Papa comentó el evangelio de San Juan, que estaba
presente en el Cenáculo con los otros discípulos al anochecer del
primer día de la semana y cuenta ''cómo Jesús entró, se puso en
medio y les dijo: ''Paz a vosotros'', y ''les enseñó las manos y el
costado'', les mostró sus llagas. Así ellos se dieron cuenta de que
no era una visión, era Él, el Señor, y se llenaron de alegría
.Ocho días después, Jesús entró de nuevo en el Cenáculo y mostró
las llagas a Tomás, para que las tocase como él quería, para que
creyese y se convirtiese en testigo de la Resurrección''.
También
a nosotros, hoy, en este Domingo que san Juan Pablo II quiso dedicar
a la Divina Misericordia, ''el Señor nos muestra, por medio del
Evangelio, sus llagas. Son llagas de misericordia. Es verdad: las
llagas de Jesús son llagas de misericordia. ''Por sus llagas fuimos
sanados'' . Jesús nos invita a mirar sus llagas, nos invita a
tocarlas, como a Tomás, para sanar nuestra incredulidad. Nos invita,
sobre todo, a entrar en el misterio de sus llagas, que es el misterio
de su amor misericordioso''.
''A
través de ellas, como por una brecha luminosa -dijo Francisco-
podemos ver todo el misterio de Cristo y de Dios: su Pasión, su vida
terrena –llena de compasión por los más pequeños y los
enfermos–, su encarnación en el seno de María. Y podemos recorrer
hasta sus orígenes toda la historia de la salvación: las profecías
–especialmente la del Siervo de Yahvé–, los Salmos, la Ley y la
alianza, hasta la liberación de Egipto, la primera pascua y la
sangre de los corderos sacrificados; e incluso hasta los patriarcas
Abrahán, y luego, en la noche de los tiempos, hasta Abel y su sangre
que grita desde la tierra. Todo esto lo podemos verlo a través de
las llagas de Jesús Crucificado y Resucitado y, como María en el
Magnificat, podemos reconocer que ''su misericordia llega a sus
fieles de generación en generación'' .
''Ante
los trágicos acontecimientos de la historia humana, nos sentimos a
veces abatidos, y nos preguntamos: ''¿Por qué?''. La maldad humana
puede abrir en el mundo abismos, grandes vacíos: vacíos de amor,
vacíos de bien, vacíos de vida. Y nos preguntamos: ¿Cómo podemos
salvar estos abismos? Para nosotros es imposible; sólo Dios puede
colmar estos vacíos que el mal abre en nuestro corazón y en nuestra
historia. Es Jesús, que se hizo hombre y murió en la cruz, quien
llena el abismo del pecado con el abismo de su misericordia''.
El
Obispo de Roma recordó que San Bernardo, en su comentario al Cantar
de los Cantares, se detiene justamente en el misterio de las llagas
del Señor, ''usando expresiones fuertes, atrevidas, que nos hace
bien recordar hoy. Dice él que ''las heridas que su cuerpo recibió
nos dejan ver los secretos de su corazón; nos dejan ver el gran
misterio de piedad, nos dejan ver la entrañable misericordia de
nuestro Dios''. Es este, hermanos y hermanas, el camino que Dios nos
ha abierto para que podamos salir, finalmente, de la esclavitud del
mal y de la muerte, y entrar en la tierra de la vida y de la paz.
Este Camino es Él, Jesús, Crucificado y Resucitado, y especialmente
lo son sus llagas llenas de misericordia''.
Los
Santos nos enseñan que ''el mundo se cambia a partir de la
conversión de nuestros corazones, y esto es posible gracias a la
misericordia de Dios. Por eso, ante mis pecados o ante las grandes
tragedias del mundo, ''me remorderá mi conciencia, pero no perderé
la paz, porque me acordaré de las llagas del Señor. Él, en efecto,
“fue traspasado por nuestras rebeliones” . ¿Qué hay tan
mortífero que no haya sido destruido por la muerte de Cristo?'' .
''Con
los ojos fijos en las llagas de Jesús Resucitado -finalizó el
Pontífice- cantemos con la Iglesia: ''Eterna es su misericordia'' .
Y con estas palabras impresas en el corazón, recorramos los caminos
de la historia, de la mano de nuestro Señor y Salvador, nuestra vida
y nuestra esperanza''.
No hay comentarios:
Publicar un comentario