Ciudad
del Vaticano, 17 octubre 2014
(VIS).-Hoy, 16 de octubre es el Día Mundial de la Alimentación, la
jornada instituida en 1979 por la Organización de las Naciones
Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), para
sensibilizar a la opinión pública sobre el problema alimentario y
fortalecer la solidaridad en la lucha contra el hambre, la
desnutrición y la pobreza. Con esa ocasión el Santo Padre ha
enviado un mensaje al Director General de la FAO, José Graziano da
Silva, del que reproducimos amplios extractos.
''Un
año más, la Jornada Mundial de la Alimentación se hace eco del
grito de tantos hermanos y hermanas nuestros que en diversas partes
del mundo no tienen el pan de cada día...A pesar de los avances que
se están realizando en muchos países, los últimos datos siguen
presentando aún una situación inquietante, a la que ha contribuido
la disminución general de la ayuda pública al desarrollo''.
''El
tema propuesto por la FAO para la presente Jornada –Agricultura
familiar: Alimentar al mundo, cuidar el planeta– pone de relieve la
necesidad de partir de las personas, como individuos o como grupos, a
la hora de proponer nuevas formas y modos de gestión de los
diferentes aspectos de la alimentación. En concreto, es necesario
reconocer cada vez más el papel de la familia rural y desarrollar
todas sus potencialidades...La familia, de hecho, favorece el diálogo
entre diversas generaciones y pone las bases para una verdadera
integración social, además de representar esa deseada sinergia
entre trabajo agrícola y sostenibilidad: ¿quién se preocupa más
que la familia rural por preservar la naturaleza para las próximas
generaciones? ¿y a quién le interesa más que a ella la cohesión
entre las personas y los grupos sociales?''
''Defender
a las comunidades rurales frente a las graves amenazas de la acción
humana y de los desastres naturales no debería ser sólo una
estrategia, sino una acción permanente que favorezca su
participación en la toma de decisiones, que ponga a su alcance
tecnologías apropiadas y extienda su uso, respetando siempre el
medio ambiente. Actuar así puede modificar la forma de llevar a cabo
la cooperación internacional y de ayudar a los que pasan hambre o
sufren desnutrición...Nunca como en este momento ha necesitado el
mundo que las personas y las naciones se unan para superar las
divisiones y los conflictos existentes, y sobre todo para buscar vías
concretas de salida de una crisis que es global, pero cuyo peso
soportan mayormente los pobres... Pensemos en los hombres y mujeres,
de cualquier edad y condición, que son víctimas de sangrientos
conflictos y de sus consecuencias de destrucción y de miseria, entre
ellas, la falta de casa, de atención médica, de educación. Llegan
incluso a perder toda esperanza de una vida digna. Para con ellos
tenemos la obligación, en primer lugar, de ser solidarios y de
compartir''.
''Para
vencer el hambre no basta paliar las carencias de los más
desafortunados o socorrer con ayudas y donativos a aquellos que viven
situaciones de emergencia. Es necesario, además, cambiar el
paradigma de las políticas de ayuda y de desarrollo...¿Hasta cuándo
se seguirán defendiendo sistemas de producción y de consumo que
excluyen a la mayor parte de la población mundial, incluso de las
migajas que caen de las mesas de los ricos? Ha llegado el momento de
pensar y decidir a partir de cada persona y comunidad, y no desde la
situación de los mercados. En consecuencia, debería cambiar también
el modo de entender el trabajo, los objetivos y la actividad
económica, la producción alimentaria y la protección del ambiente.
Quizás ésta es la única posibilidad de construir un auténtico
futuro de paz, que hoy se ve amenazado también por la inseguridad
alimentaria''.
''Por
su parte, la Iglesia católica, a la vez que continúa su actividad
caritativa en los diversos continentes, está dispuesta a ofrecer,
iluminar y acompañar tanto la elaboración de políticas como su
actuación concreta, consciente de que la fe se hace visible poniendo
en práctica el proyecto de Dios para la familia humana y para el
mundo, mediante una profunda y real fraternidad, que no es exclusiva
de los cristianos, sino que incluye a todos los pueblos''.