Ciudad
del Vaticano, 25 de septiembre de 2015 (Vis).-El Congreso de Estados
Unidos, reunido ayer en una solemne sesión conjunta (Senado y Cámara
de Representantes), acogió ayer por primera vez en su historia a un
Papa. Francisco entró en el hemiciclo anunciado por el portavoz de
la Cámara de Representantes y presidente pro tempore, el republicano
Joe Boehner y por el portavoz de oficio del Congreso, el demócrata
Joe Biden, presidente del Senado y vicepresidente de Estados Unidos.
Entre los presentes en esta sesión extraordinaria se encontraban
también Decano del Cuerpo Diplomático, la Corte Suprema y el
Gabinete Presidencial del Gobierno, así como el Secretario de
Estado, John Kerry.
El
Papa fue acogido con una gran ovación y pronunció, en inglés, el
discurso que reproducimos a continuación y en el que subrayó entre
otras cosas que toda actividad política debe servir y promover el
bien de la persona humana y estar fundada en el respeto de su
dignidad. Francisco citó a cuatro grandes americanos: el presidente
Abraham Lincoln, ''defensor de la libertad'', el político Marthin
Luther King, cuyo ''sueño de igualdad ...sigue resonando en nuestros
corazones'', Dorothy Day, fundadora del Catholic Worker Movement
para quien el ''activismo social, la pasión por la justicia y la
causa de los oprimidos estaban inspirados en el Evangelio'' y el
monje cisterciense Thomas Merton ''un pensador que desafió las
certezas de su tiempo y ...fue también un hombre de diálogo, un
promotor de la paz entre pueblos y religiones''.
Sigue
el discurso del Santo Padre:
''Les
agradezco la invitación que me han hecho a que les dirija la palabra
en esta sesión conjunta del Congreso en ''la tierra de los libres y
en la patria de los valientes''. Me gustaría pensar que lo han hecho
porque también yo soy un hijo de este gran continente, del que todos
nosotros hemos recibido tanto y con el que tenemos una
responsabilidad común.
Cada
hijo o hija de un país tiene una misión, una responsabilidad
personal y social. La de ustedes como Miembros del Congreso, por
medio de la actividad legislativa, consiste en hacer que este País
crezca como Nación. Ustedes son el rostro de su pueblo, sus
representantes. Y están llamados a defender y custodiar la dignidad
de sus conciudadanos en la búsqueda constante y exigente del bien
común, pues éste es el principal desvelo de la política. La
sociedad política perdura si se plantea, como vocación, satisfacer
las necesidades comunes favoreciendo el crecimiento de todos sus
miembros, especialmente de los que están en situación de mayor
vulnerabilidad o riesgo. La actividad legislativa siempre está
basada en la atención al pueblo. A eso han sido invitados, llamados,
convocados por las urnas.
Se
trata de una tarea que me recuerda la figura de Moisés en una doble
perspectiva. Por un lado, el Patriarca y legislador del Pueblo de
Israel simboliza la necesidad que tienen los pueblos de mantener la
conciencia de unidad por medio de una legislación justa. Por otra
parte, la figura de Moisés nos remite directamente a Dios y por lo
tanto a la dignidad trascendente del ser humano. Moisés nos ofrece
una buena síntesis de su labor: ustedes están invitados a proteger,
por medio de la ley, la imagen y semejanza plasmada por Dios en cada
rostro.
En
esta perspectiva quisiera hoy no sólo dirigirme a ustedes, sino con
ustedes y en ustedes a todo el pueblo de los Estados Unidos. Aquí
junto con sus Representantes, quisiera tener la oportunidad de
dialogar con miles de hombres y mujeres que luchan cada día para
trabajar honradamente, para llevar el pan a su casa, para ahorrar y
–poco a poco– conseguir una vida mejor para los suyos. Que no se
resignan solamente a pagar sus impuestos, sino que –con su servicio
silencioso– sostienen la convivencia. Que crean lazos de
solidaridad por medio de iniciativas espontáneas pero también a
través de organizaciones que buscan paliar el dolor de los más
necesitados.
Me
gustaría dialogar con tantos abuelos que atesoran la sabiduría
forjada por los años e intentan de muchas maneras, especialmente a
través del voluntariado, compartir sus experiencias y conocimientos.
Sé que son muchos los que se jubilan pero no se retiran; siguen
activos construyendo esta tierra. Me gustaría dialogar con todos
esos jóvenes que luchan por sus deseos nobles y altos, que no se
dejan atomizar por las ofertas fáciles, que saben enfrentar
situaciones difíciles, fruto muchas veces de la inmadurez de los
adultos. Con todos ustedes quisiera dialogar y me gustaría hacerlo a
partir de la memoria de su pueblo.
Mi
visita tiene lugar en un momento en que los hombres y mujeres de
buena voluntad conmemoran el aniversario de algunos ilustres
norteamericanos. Salvando los vaivenes de la historia y las
ambigüedades propias de los seres humanos, con sus muchas
diferencias y límites, estos hombres y mujeres apostaron, con
trabajo, abnegación y hasta con su propia sangre, por forjar un
futuro mejor. Con su vida plasmaron valores fundantes que viven para
siempre en el alma de todo el pueblo. Un pueblo con alma puede pasar
por muchas encrucijadas, tensiones y conflictos, pero logra siempre
encontrar los recursos para salir adelante y hacerlo con dignidad.
Estos hombres y mujeres nos aportan una hermenéutica, una manera de
ver y analizar la realidad. Honrar su memoria, en medio de los
conflictos, nos ayuda a recuperar, en el hoy de cada día, nuestras
reservas culturales.
Me
limito a mencionar cuatro de estos ciudadanos: Abraham Lincoln,
Martin Luther King, Dorothy Day y Thomas Merton.
Estamos
en el ciento cincuenta aniversario del asesinato del Presidente
Abraham Lincoln, el defensor de la libertad, que ha trabajado
incansablemente para que ''esta Nación, por la gracia de Dios, tenga
una nueva aurora de libertad''. Construir un futuro de libertad exige
amor al bien común y colaboración con un espíritu de subsidiaridad
y solidaridad.
Todos
conocemos y estamos sumamente preocupados por la inquietante
situación social y política de nuestro tiempo. El mundo es cada vez
más un lugar de conflictos violentos, de odio nocivo, de sangrienta
atrocidad, cometida incluso en el nombre de Dios y de la religión.
Somos conscientes de que ninguna religión es inmune a diversas
formas de aberración individual o de extremismo ideológico. Esto
nos urge a estar atentos frente a cualquier tipo de fundamentalismo
de índole religiosa o del tipo que fuere. Combatir la violencia
perpetrada bajo el nombre de una religión, una ideología, o un
sistema económico y, al mismo tiempo, proteger la libertad de las
religiones, de las ideas, de las personas requiere un delicado
equilibrio en el que tenemos que trabajar. Y, por otra parte, puede
generarse una tentación a la que hemos de prestar especial atención:
el reduccionismo simplista que divide la realidad en buenos y malos;
permítanme usar la expresión: en justos y pecadores. El mundo
contemporáneo con sus heridas, que sangran en tantos hermanos
nuestros, nos convoca a afrontar todas las polarizaciones que
pretenden dividirlo en dos bandos. Sabemos que en el afán de querer
liberarnos del enemigo exterior podemos caer en la tentación de ir
alimentando el enemigo interior. Copiar el odio y la violencia del
tirano y del asesino es la mejor manera de ocupar su lugar. A eso
este pueblo dice: No.
Nuestra
respuesta, en cambio, es de esperanza y de reconciliación, de paz y
de justicia. Se nos pide tener el coraje y usar nuestra inteligencia
para resolver las crisis geopolíticas y económicas que abundan hoy.
También en el mundo desarrollado las consecuencias de estructuras y
acciones injustas aparecen con mucha evidencia. Nuestro trabajo se
centra en devolver la esperanza, corregir las injusticias, mantener
la fe en los compromisos, promoviendo así la recuperación de las
personas y de los pueblos. Ir hacia delante juntos, en un renovado
espíritu de fraternidad y solidaridad, cooperando con entusiasmo al
bien común.
El
reto que tenemos que afrontar hoy nos pide una renovación del
espíritu de colaboración que ha producido tanto bien a lo largo de
la historia de los Estados Unidos. La complejidad, la gravedad y la
urgencia de tal desafío exige poner en común los recursos y los
talentos que poseemos y empeñarnos en sostenernos mutuamente,
respetando las diferencias y las convicciones de conciencia.
En
estas tierras, las diversas comunidades religiosas han ofrecido una
gran ayuda para construir y reforzar la sociedad. Es importante, hoy
como en el pasado, que la voz de la fe, que es una voz de fraternidad
y de amor, que busca sacar lo mejor de cada persona y de cada
sociedad, pueda seguir siendo escuchada. Tal cooperación es un
potente instrumento en la lucha por erradicar las nuevas formas
mundiales de esclavitud, que son fruto de grandes injusticias que
pueden ser superadas sólo con nuevas políticas y consensos
sociales.
Apelo
aquí a la historia política de los Estados Unidos, donde la
democracia está radicada en la mente del Pueblo. Toda actividad
política debe servir y promover el bien de la persona humana y estar
fundada en el respeto de su dignidad. ''Sostenemos como evidentes
estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que han
sido dotados por el Creador de ciertos derechos inalienables; que
entre estos está la vida, la libertad y la búsqueda de la
felicidad''. Si es verdad que la política debe servir a la persona
humana, se sigue que no puede ser esclava de la economía y de las
finanzas. La política responde a la necesidad imperiosa de convivir
para construir juntos el bien común posible, el de una comunidad que
resigna intereses particulares para poder compartir, con justicia y
paz, sus bienes, sus intereses, su vida social. No subestimo la
dificultad que esto conlleva, pero los aliento en este esfuerzo.
En
esta sede quiero recordar también la marcha que, cincuenta años
atrás, Martin Luther King encabezó desde Selma a Montgomery, en la
campaña por realizar el ''sueño'' de plenos derechos civiles y
políticos para los afro-americanos. Su sueño sigue resonando en
nuestros corazones. Me alegro de que Estados Unidos siga siendo para
muchos la tierra de los ''sueños''. Sueños que movilizan a la
acción, a la participación, al compromiso. Sueños que despiertan
lo que de más profundo y auténtico hay en los pueblos.
En
los últimos siglos, millones de personas han alcanzado esta tierra
persiguiendo el sueño de poder construir su propio futuro en
libertad. Nosotros, pertenecientes a este continente, no nos
asustamos de los extranjeros, porque muchos de nosotros hace tiempo
fuimos extranjeros. Les hablo como hijo de inmigrantes, como muchos
de ustedes que son descendientes de inmigrantes. Trágicamente, los
derechos de cuantos vivieron aquí mucho antes que nosotros no
siempre fueron respetados. A estos pueblos y a sus naciones, desde el
corazón de la democracia norteamericana, deseo reafirmarles mi más
alta estima y reconocimiento. Aquellos primeros contactos fueron
bastantes convulsos y sangrientos, pero es difícil enjuiciar el
pasado con los criterios del presente. Sin embargo, cuando el
extranjero nos interpela, no podemos cometer los pecados y los
errores del pasado. Debemos elegir la posibilidad de vivir ahora en
el mundo más noble y justo posible, mientras formamos las nuevas
generaciones, con una educación que no puede dar nunca la espalda a
los ''vecinos'', a todo lo que nos rodea. Construir una nación nos
lleva a pensarnos siempre en relación con otros, saliendo de la
lógica de enemigo para pasar a la lógica de la recíproca
subsidiaridad, dando lo mejor de nosotros. Confío que lo haremos.
Nuestro
mundo está afrontando una crisis de refugiados sin precedentes desde
los tiempos de la II Guerra Mundial. Lo que representa grandes
desafíos y decisiones difíciles de tomar. A lo que se suma, en este
continente, las miles de personas que se ven obligadas a viajar hacia
el norte en búsqueda de una vida mejor para sí y para sus seres
queridos, en un anhelo de vida con mayores oportunidades. ¿Acaso no
es lo que nosotros queremos para nuestros hijos? No debemos dejarnos
intimidar por los números, más bien mirar a las personas, sus
rostros, escuchar sus historias mientras luchamos por asegurarles
nuestra mejor respuesta a su situación. Una respuesta que siempre
será humana, justa y fraterna. Cuidémonos de una tentación
contemporánea: descartar todo lo que moleste. Recordemos la regla de
oro: ''Hagan ustedes con los demás como quieran que los demás hagan
con ustedes''.
Esta
regla nos da un parámetro de acción bien preciso: tratemos a los
demás con la misma pasión y compasión con la que queremos ser
tratados. Busquemos para los demás las mismas posibilidades que
deseamos para nosotros. Acompañemos el crecimiento de los otros como
queremos ser acompañados. En definitiva: queremos seguridad, demos
seguridad; queremos vida, demos vida; queremos oportunidades,
brindemos oportunidades. El parámetro que usemos para los demás
será el parámetro que el tiempo usará con nosotros. La regla de
oro nos recuerda la responsabilidad que tenemos de custodiar y
defender la vida humana en todas las etapas de su desarrollo.
Esta
certeza es la que me ha llevado, desde el principio de mi ministerio,
a trabajar en diferentes niveles para solicitar la abolición mundial
de la pena de muerte. Estoy convencido que este es el mejor camino,
porque cada vida es sagrada, cada persona humana está dotada de una
dignidad inalienable y la sociedad sólo puede beneficiarse en la
rehabilitación de aquellos que han cometido algún delito.
Recientemente, mis hermanos Obispos aquí, en los Estados Unidos, han
renovado el llamamiento para la abolición de la pena capital. No
sólo me uno con mi apoyo, sino que animo y aliento a cuantos están
convencidos de que una pena justa y necesaria nunca debe excluir la
dimensión de la esperanza y el objetivo de la rehabilitación.
En
estos tiempos en que las cuestiones sociales son tan importantes, no
puedo dejar de nombrar a la Sierva de Dios Dorothy Day, fundadora del
Movimiento del trabajador católico. Su activismo social, su pasión
por la justicia y la causa de los oprimidos estaban inspirados en el
Evangelio, en su fe y en el ejemplo de los santos.
¡Cuánto
se ha progresado, en este sentido, en tantas partes del mundo!
¡Cuánto se viene trabajando en estos primeros años del tercer
milenio para sacar a las personas de la extrema pobreza! Sé que
comparten mi convicción de que todavía se debe hacer mucho más y
que, en momentos de crisis y de dificultad económica, no se puede
perder el espíritu de solidaridad internacional. Al mismo tiempo,
quiero alentarlos a recordar cuán cercanos a nosotros son hoy los
prisioneros de la trampa de la pobreza. También a estas personas
debemos ofrecerles esperanza. La lucha contra la pobreza y el hambre
ha de ser combatida constantemente, en sus muchos frentes,
especialmente en las causas que las provocan. Sé que gran parte del
pueblo norteamericano hoy, como ha sucedido en el pasado, está
haciéndole frente a este problema.
No
es necesario repetir que parte de este gran trabajo está constituido
por la creación y distribución de la riqueza. El justo uso de los
recursos naturales, la aplicación de soluciones tecnológicas y la
guía del espíritu emprendedor son parte indispensable de una
economía que busca ser moderna pero especialmente solidaria y
sustentable. ''La actividad empresarial, que es una noble vocación
orientada a producir riqueza y a mejorar el mundo para todos, puede
ser una manera muy fecunda de promover la región donde instala sus
emprendimientos, sobre todo si entiende que la creación de puestos
de trabajo es parte ineludible de su servicio al bien común'' . Y
este bien común incluye también la tierra, tema central de la
Encíclica que he escrito recientemente para ''entrar en diálogo con
todos acerca de nuestra casa común''. ''Necesitamos una conversación
que nos una a todos, porque el desafío ambiental que vivimos, y sus
raíces humanas, nos interesan y nos impactan a todos''.
En
Laudato si’, aliento el esfuerzo valiente y responsable para
''reorientar el rumbo'' y para evitar las más grandes consecuencias
que surgen del degrado ambiental provocado por la actividad humana.
Estoy convencido de que podemos marcar la diferencia y no tengo
alguna duda de que los Estados Unidos –y este Congreso– están
llamados a tener un papel importante. Ahora es el tiempo de acciones
valientes y de estrategias para implementar una ''cultura del
cuidado'' y una ''aproximación integral para combatir la pobreza,
para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para
cuidar la naturaleza''. La libertad humana es capaz de limitar la
técnica ; de interpelar ''nuestra inteligencia para reconocer cómo
deberíamos orientar, cultivar y limitar nuestro poder''; de poner la
técnica al ''servicio de otro tipo de progreso más sano, más
humano, más social, más integral''. Sé y confío que sus
excelentes instituciones académicas y de investigación pueden hacer
una contribución vital en los próximos años.
Un
siglo atrás, al inicio de la Gran Guerra, ''masacre inútil'', en
palabras del Papa Benedicto XV, nace otro gran norteamericano, el
monje cisterciense Thomas Merton. Él sigue siendo fuente de
inspiración espiritual y guía para muchos. En su autobiografía
escribió: ''Aunque libre por naturaleza y a imagen de Dios, con
todo, y a imagen del mundo al cual había venido, también fui
prisionero de mi propia violencia y egoísmo. El mundo era trasunto
del infierno, abarrotado de hombres como yo, que le amaban y también
le aborrecían. Habían nacido para amarle y, sin embargo, vivían
con temor y ansias desesperadas y enfrentadas''. Merton fue sobre
todo un hombre de oración, un pensador que desafió las certezas de
su tiempo y abrió horizontes nuevos para las almas y para la
Iglesia; fue también un hombre de diálogo, un promotor de la paz
entre pueblos y religiones.
En
tal perspectiva de diálogo, deseo reconocer los esfuerzos que se han
realizado en los últimos meses y que ayudan a superar las históricas
diferencias ligadas a dolorosos episodios del pasado. Es mi deber
construir puentes y ayudar lo más posible a que todos los hombres y
mujeres puedan hacerlo. Cuando países que han estado en conflicto
retoman el camino del diálogo, que podría haber estado interrumpido
por motivos legítimos, se abren nuevos horizontes para todos. Esto
ha requerido y requiere coraje, audacia, lo cual no significa falta
de responsabilidad. Un buen político es aquel que, teniendo en mente
los intereses de todos, toma el momento con un espíritu abierto y
pragmático. Un buen político opta siempre por generar procesos más
que por ocupar espacios .
Igualmente,
ser un agente de diálogo y de paz significa estar verdaderamente
determinado a atenuar y, en último término, a acabar con los muchos
conflictos armados que afligen nuestro mundo. Y sobre esto hemos de
ponernos un interrogante: ¿por qué las armas letales son vendidas a
aquellos que pretenden infligir un sufrimiento indecible sobre los
individuos y la sociedad? Tristemente, la respuesta, que todos
conocemos, es simplemente por dinero; un dinero impregnado de sangre,
y muchas veces de sangre inocente. Frente al silencio vergonzoso y
cómplice, es nuestro deber afrontar el problema y acabar con el
tráfico de armas.
Tres
hijos y una hija de esta tierra, cuatro personas, cuatro sueños:
Abraham Lincoln, la libertad; Martin Luther King, una libertad que se
vive en la pluralidad y la no exclusión; Dorothy Day, la justicia
social y los derechos de las personas; y Thomas Merton, la capacidad
de diálogo y la apertura a Dios. Cuatro representantes del pueblo
norteamericano.
Terminaré
mi visita a su País en Filadelfia, donde participaré en el
Encuentro Mundial de las Familias. He querido que en todo este Viaje
Apostólico la familia fuese un tema recurrente. Cuán fundamental ha
sido la familia en la construcción de este País. Y cuán digna
sigue siendo de nuestro apoyo y aliento. No puedo esconder mi
preocupación por la familia, que está amenazada, quizás como
nunca, desde el interior y desde el exterior. Las relaciones
fundamentales son puestas en duda, como el mismo fundamento del
matrimonio y de la familia. No puedo más que confirmar no sólo la
importancia, sino por sobre todo, la riqueza y la belleza de vivir en
familia.
De
modo particular quisiera llamar su atención sobre aquellos
componentes de la familia que parecen ser los más vulnerables, es
decir, los jóvenes. Muchos tienen delante un futuro lleno de
innumerables posibilidades, muchos otros parecen desorientados y sin
sentido, prisioneros en un laberinto de violencia, de abuso y
desesperación. Sus problemas son nuestros problemas. No nos es
posible eludirlos. Hay que afrontarlos juntos, hablar y buscar
soluciones más allá del simple tratamiento nominal de las
cuestiones. Aun a riesgo de simplificar, podríamos decir que existe
una cultura tal que empuja a muchos jóvenes a no poder formar una
familia porque están privados de oportunidades de futuro. Sin
embargo, esa misma cultura concede a muchos otros, por el contrario,
tantas oportunidades, que también ellos se ven disuadidos de formar
una familia.
Una
Nación es considerada grande cuando defiende la libertad, como hizo
Abraham Lincoln; cuando genera una cultura que permita a sus hombres
''soñar'' con plenitud de derechos para sus hermanos y hermanas,
como intentó hacer Martin Luther King; cuando lucha por la justicia
y la causa de los oprimidos, como hizo Dorothy Day en su incesante
trabajo; siendo fruto de una fe que se hace diálogo y siembra paz,
al estilo contemplativo de Merton.
Me
he animado a esbozar algunas de las riquezas de su patrimonio
cultural, del alma de su pueblo. Me gustaría que esta alma siga
tomando forma y crezca, para que los jóvenes puedan heredar y vivir
en una tierra que ha permitido a muchos soñar. Que Dios bendiga a
América''.
Después
de su discurso, el portavoz Boehner acompañó al Papa por la Sala de
las Estatuas donde se encuentra también la de Fray Junípero Serra
hasta llegar a la Sala de la Cúpula donde se hizo entrega a la
Biblioteca del Congreso de una preciosa edición de la Biblia.
Posteriormente ambos, acompañados por los líderes del Congreso y
los miembros del séquito papal, se asomaron al balcón desde el cual
el Santo Padre saludó y bendijo a la multitud reunida en la zona
monumental del National Mall.
''Buenos
días a todos Ustedes -dijo en español- Les agradezco su acogida y
su presencia. Agradezco los personajes más importantes que hay aquí,
los niños. Quiero pedirle a Dios que los bendiga. Señor, Padre
nuestro de todos, bendice a este pueblo, bendice a cada uno de ellos,
bendice a sus familias, dales lo que más necesiten. Y les pido, por
favor, a ustedes que recen por mí y, si entre ustedes hay algunos
que no creen o no pueden rezar, les pido, por favor, que me deseen
cosas buenas. Thank you. Thank you very much. And God bless
America.''