Ciudad
del Vaticano, 7 septiembre 2012
(VIS).-Un centenar de nuevos obispos de los territorios de misión
que participan en el curso de formación, promovido por la
Congregación para la Evangelización de los Pueblos, fueron
recibidos esta mañana por el Santo Padre en Castelgandolfo.
En
el discurso que dirigió a los prelados el Papa observó que todas
las comunidades en las que eran pastores en África, Asia, América y
Oceanía, si bien en situaciones diferentes estaban “comprometidas
en la primera evangelización y en la tarea de consolidación de la
fe. (...) En su mayoría son de formación reciente y presentan los
méritos y las debilidades ligados a su breve historia. Demuestran
una fe participada y alegre, vivaz y creativa, pero, a menudo,
todavía no radicada. En ellas el entusiasmo y el celo apostólico se
alternan con momentos de inestabilidad e incoherencia (...) Sin
embargo, son Iglesias que están madurando, gracias a la acción
pastoral, pero también al don de esa 'communio sanctorum' que
permite una verdadera y propia osmosis de gracia entre las Iglesias
de antigua tradición y las de constitución reciente, además de, en
primer lugar, entre la Iglesia celeste y la que peregrina en la
tierra”.
El
Santo Padre habló también de la disminución del número de
misioneros que se compensa, en cambio, con el aumento del clero
diocesano y religioso; así el crecimiento de los sacerdotes
autóctonos se traduce en “una nueva forma de cooperación
misionera” ya que “algunas Iglesias jóvenes han empezado a
mandar a sus presbíteros a las Iglesias hermanas desprovistas de
clero en el mismo país o en naciones del mismo continente; es una
comunión que debe animar siempre la acción evangelizadora”.
“Las
Iglesias jóvenes -subrayó- constituyen, por lo tanto, un signo de
esperanza para el futuro de la Iglesia universal. En ese contexto os
aliento a no escatimar esfuerzos ni valor para una concienzuda obra
pastoral (...)La Iglesia nace de la misión y crece con la misión
(...)La correcta inculturación de la fe os ayudará a encarnar el
Evangelio en las culturas de los pueblos y a asumir cuanto de bueno
vive en ellas. Se trata de un proceso largo y difícil que no debe
comprometer en manera alguna la especificidad y la integridad de la
fe cristiana”.
En
este sentido el pontífice invitó a los prelados a “observar el
mundo de hoy con una mirada de fe para comprenderlo en profundidad y
con un corazón generoso, dispuesto a entrar en comunión con los
hombres y mujeres de nuestro tiempo. No faltéis a vuestra
responsabilidad primera de hombres de Dios, llamados a la oración y
al servicio de su Palabra en beneficio de la grey (...) El mundo de
hoy necesita personas que hablen de Dios para poder hablar de Dios.
Solo así la Palabra de salvación dará fruto”.
“Vuestras
Iglesias -constató- conocen bien el contexto de inestabilidad social
que incide de forma preocupante sobre la vida cotidiana de la gente.
Las emergencias alimentarias, sanitarias y educativas interrogan a
las comunidades eclesiales y las involucran directamente (...) A las
calamidades naturales se suman discriminaciones religiosas y
culturales, (...) fruto de fundamentalismos que revelan visiones
antropológicas erradas y que llevan a minusvalorar, cuando no a
ignorar, el derecho a la libertad religiosa, el respeto de los más
débiles, los niños, las mujeres, los minusválidos. Pesan, en fin,
los contrastes que afloran entre las etnias y las castas y que
causan violencias injustificables. Confiad en el Evangelio, en su
fuerza renovadora, en su capacidad de despertar las conciencias y de
provocar, desde el interior, el rescate de las personas y la creación
de una fraternidad nueva. La difusión de la Palabra del Señor hace
florecer el don de la reconciliación y favorece la unidad de los
pueblos”.
Por
último, Benedicto XVI recalcó que la fe es “un don que hay que
acoger en el corazón y en la vida, dando gracias siempre por él al
Señor. Pero la fe ha sido dada para ser compartida; un talento
entregado para que fructifique; una luz que no puede permanecer
escondida”, y llamó a los prelados a “sentir la prioridad
absoluta de la tarea de la evangelización”.