Ciudad
del Vaticano, 13 de enero de 2016 (Vis).-Durante la audiencia general
de hoy, que tuvo lugar en el Aula Pablo VI, el Papa comenzó un nuevo
ciclo de catequesis dedicado a la misericordia según la perspectiva
bíblica para entender que es la misericordia escuchando lo que Dios
mismo nos enseña con su palabra.
Francisco
leyó un paso del Libro del Éxodo en el que el Señor se llama a sí
mismo: Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en
clemencia y lealtad. ''En otros textos -dijo- también encontramos
esta fórmula, con alguna variación, pero siempre el acento cae en
la misericordia y el amor de Dios que nunca se cansa de perdonar''.
Después analizó una a una esos términos de la Sagrada Escritura
que nos hablan de Dios.
La
palabra misericordioso evoca una actitud de ternura ''como la de una
madre con su hijo. Efectivamente- explicó- el término hebreo
empleado en la Biblia recuerda las entrañas o también el seno
materno. Por eso, la imagen que sugiere es la de un Dios que se
conmueve y se enternece por nosotros como una madre cuando toma en
brazos a su hijo, deseosa solamente de amar, proteger, ayudar,
dispuesta a darlo todo, hasta a sí misma. Un amor que se podría
definir..''visceral''.
El
Señor es piadoso porque tiene compasión y en su grandeza ''se
inclina hacia el que es débil y pobre, siempre dispuesto a acoger, a
comprender, a perdonar''. Es como el padre de la parábola del hijo
pródigo ''que no se encierra en el resentimiento por el abandono de
su hijo menor, sino que, al contrario, sigue esperándole y después
corre a su encuentro y lo abraza; ni siquiera le deja que termine su
confesión, así de grande es su amor y su alegría por haberlo
encontrado''.
De
este Dios misericordioso se dice también que es lento a la ira, como
si contara hasta diez antes de responder, respirando profundamente
con el aliento de la benignidad y sin impacientarse. ''Dios sabe
esperar: sus tiempos no son los tiempos impacientes de los hombres.
Es como el buen agricultor que aguarda y deja que la buena semilla
crezca, a pesar de la cizaña''.
Finalmente,
el Señor se proclama grande en el amor y la fidelidad. ''Aquí está
todo -subrayó el Pontífice- Porque Dios es grande y poderoso, pero
esa grandeza y ese poder se despliegan en amarnos, a nosotros, que
somos tan pequeños, tan incapaces. La palabra amor indica aquí
afecto, gracia y bondad. El amor da el primer paso, que no depende de
los méritos humanos sino de una gratuidad inmensa. Es la solicitud
divina que nada puede detener, ni siquiera el pecado, porque sabe ir
más allá del pecado, vencer al mal y perdonarlo. Una fidelidad sin
límites: es la última palabra de la revelación de Dios a Moisés.
La fidelidad de Dios no decae porque el Señor...no duerme y está
siempre atento a nosotros para llevarnos a la vida''.
''Dios
es leal siempre y totalmente -concluyó Francisco- Una presencia
sólida y estable. Esta es la certidumbre de nuestra fe. En este
Jubileo de la Misericordia confiemónos completamente a El para
sentir la alegría de que somos amados por este Dios misericordioso y
clemente, lento a la ira y grande en el amor y la fidelidad''.