CIUDAD DEL VATICANO, 11 MAY 2007 (VIS).-La catedral da Sé (abreviación de sede episcopal) en Sao Paulo fue esta tarde escenario del encuentro de Benedicto XVI con los obispos de la Conferencia Episcopal de Brasil. La monumental iglesia neogótica, dedicada a Nuestra Señora de la Anunciación, es una de las más grandes del mundo: puede acoger a 8.000 personas. Surge sobre el Trópico de Capricornio, en el mismo lugar de la antigua catedral de 1745 y en su cripta reposan los restos del jefe Tibiriçá, el primer indígena catequizado por el padre José de Anchieta, en el siglo XVI.
El Santo Padre llegó al templo poco antes de las 16,00 y saludó a los 430 obispos allí reunidos, manifestando su alegría por encontrarse con "un episcopado prestigioso que preside una de las poblaciones católicas más numerosas del mundo"·.
"La misión que se nos ha confiado como maestros de la fe -dijo el Papa en su homilía- consiste en recordar que nuestro Salvador quiere que "todos los seres humanos se salven y lleguen a conocer la verdad". (...) De aquí el mandato de evangelizar, (...) la obligación de predicar la verdad de la fe, la urgencia de la vida sacramental, la promesa de la ayuda continua de Cristo a su Iglesia".
"Allí donde Dios y su voluntad no se conocen, donde no existe fe en Jesucristo y en su presencia en las celebraciones sacramentales, falta también lo esencial para resolver los urgentes problemas sociales y políticos. La fidelidad al primado de Dios y de su voluntad, conocida y vivida en comunión con Cristo, es el don esencial que nosotros, obispos y sacerdotes, debemos ofrecer a nuestra gente".
Benedicto XVI habló después de la dificultad de los tiempos presentes para la Iglesia, ya que "la vida social atraviesa momentos de extravío desconcertantes. Se ataca impunemente la santidad del matrimonio y de la familia comenzando a hacer concesiones frente a presiones capaces de incidir negativamente sobre los procesos legislativos; se justifican algunos derechos contra la vida en nombre de los derechos de la libertad individual; se atenta contra la dignidad del ser humano; se difunden las heridas del divorcio y de las uniones libres".
Además, prosiguió el pontífice, "cuando dentro de la Iglesia se pone en cuestión el valor del compromiso sacerdotal como entrega total a Dios mediante el celibato apostólico y como disponibilidad total al servicio de las almas y se da la preferencia a cuestiones ideológicas y políticas, incluso de partidos, la estructura de la consagración total a Dios comienza a perder su significado más profundo".
El Papa abordó después "la cuestión de los católicos que abandonan la vida eclesial", cuya causa principal estriba en "la falta de una evangelización donde Cristo y su Iglesia sean el centro de cualquier explicación". "Las personas más vulnerables al proselitismo agresivo de las sectas (...) son, en general, los bautizados no suficientemente evangelizados, fácilmente influenciables porque poseen una fe frágil y, a veces, confusa, vacilante e ingenua, si bien conservan una religiosidad innata".
Recordando su encíclica "Deus caritas est", donde escribe que "al inicio del ser cristiano no hay una decisión ética o una gran idea, sino el encuentro con (...) una Persona", el Papa subrayó que era necesario para la iglesia de Brasil "considerar la actividad apostólica como una verdadera misión, (...) promoviendo una evangelización metódica y capilar que lleve a una adhesión personal y comunitaria a Cristo".
"En este esfuerzo evangelizador -subrayó-, la comunidad eclesial debe promover iniciativas pastorales, enviando sobre todo en las casas de las periferias urbanas y del interior a sus misioneros, laicos o religiosos, que intenten dialogar con todos, en espíritu de comprensión y de delicada caridad. (...) Si las personas viven en condiciones de pobreza, hay que ayudarlas, como hacían las primeras comunidades cristianas, practicando la solidaridad para que se sientan realmente amadas. Los pobres (...) necesitan sentir la cercanía de la Iglesia, sea como ayuda para sus necesidades más urgentes, como en la defensa de sus derechos y en la promoción común de una sociedad fundada en la justicia y la paz".
Tratando de la importancia de la vida sacramental, el Papa se refirió al Sacramento de la Reconciliación y pidió a los obispos que prestasen atención a que "la acusación y la absolución de los pecados" fueran "de ordinario, individuales, así como el pecado es también un hecho profundamente personal". Benedicto XVI recalcó que el obispo es "el primer responsable de la catequesis diocesana" y por lo tanto debía rodearse de "colaboradores competentes y dignos de confianza", porque "la fe es un camino guiado por el Espíritu Santo que se compendia en dos palabras: conversión y seguimiento", que indican "que la fe en Cristo implica una praxis de vida fundada en el doble mandamiento de amar a Dios y al prójimo y expresan también la dimensión social de la vida".
"Precisamente porque fe, vida y celebración de la liturgia (...) son inseparables -agregó- es necesaria una aplicación más correcta de los principios del Concilio Vaticano II relativos a la Liturgia de la Iglesia, (...) con el propósito de restituirle su carácter sacro. (...) La liturgia no es jamás propiedad privada de alguno, ni del celebrante, ni de la comunidad donde se celebran los santos misterios".
Después, el Papa recordó a los obispos su tarea de "fieles servidores de la Palabra, sin visiones limitadas, ni confusión en la misión que se nos ha confiado. No basta observar la realidad a partir de la fe, es necesario trabajar con el Evangelio en la mano y anclados en la herencia auténtica de la tradición apostólica, sin interpretaciones motivadas por ideologías racionalistas. (...) El deber de conservar el depósito de la fe y de mantener su unidad requiere una estrecha vigilancia para que "se mantenga y transmita fielmente y que las posiciones particulares se unifiquen en la integridad del Evangelio de Cristo".
El ecumenismo, "en una época de encuentro de culturas y de retos de la secularización", es "una tarea siempre urgente en la Iglesia Católica" y "el gran campo de la colaboración común tendría que ser el de la defensa de los valores morales fundamentales, transmitidos por la tradición bíblica, contra su destrucción en una cultura relativista y consumista, además de la fe en Dios Creador y en Jesucristo, su Hijo encarnado".
Por último, Benedicto XVI habló del "vasto contingente de brasileños que viven en la indigencia" y de "la desigualdad de la distribución de la renta", recordando que "una visión de la economía y de los problemas sociales desde la perspectiva de la doctrina social de la Iglesia, lleva siempre a considerar las cosas desde el punto de vista de la dignidad del ser humano, que trasciende el mero papel de los factores económicos".
"Es necesario formar en las clases políticas y empresariales un espíritu genuino de veracidad y honradez. Los que asumen un liderazgo en la sociedad deben prever las consecuencias sociales (...) de sus decisiones, y actuar siguiendo los principios del bien común, en vez de buscar el provecho personal".
PV-BRASIL/OBISPOS/SAO PAULO VIS 20070512 (1180)