CIUDAD DEL VATICANO, 7 ENE 2008 (VIS).-Esta mañana, en la Sala Regia del Palacio Apostólico Vaticano, Benedicto XVI pronunció su discurso anual a los miembros del Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede. El Papa recibió las felicitaciones de todos los embajadores, a través del decano del Cuerpo, el Embajador Giovanni Galassi, de la República de San Marino.
Actualmente la Santa Sede tiene relaciones diplomáticas plenas con 176 países, a los que hay que añadir las Comunidades Europeas y la Soberana Orden Militar de Malta y dos misiones con carácter especial: la misión de la Federación Rusa y la Oficina de la Organización para la Liberación de Palestina.
El Santo Padre recordó al inicio que además de haberse establecido el año anterior relaciones diplomáticas con los Emiratos Arabes Unidos, había realizado varios viajes, entre ellos a Brasil en mayo pasado. Hablando del continente americano, manifestó su deseo de que crezca "la cooperación entre los pueblos de América Latina y, que cesen las tensiones internas en cada uno de los países que la componen".
"Deseo mencionar a Cuba, que se apresta a celebrar el décimo aniversario de la visita de mi venerado predecesor. El Papa Juan Pablo II fue recibido con afecto por las autoridades y por la población, animando a todos los cubanos a colaborar para conseguir un futuro mejor. Permítaseme retomar este mensaje de esperanza, que no ha perdido nada de su actualidad".
"Mi pensamiento y mi oración -continuó- se dirigen sobre todo a las poblaciones sacudidas por espantosas catástrofes naturales. Me refiero a los huracanes e inundaciones que han devastado ciertas regiones de México y de América Central, así como algunos países de África y de Asia, en particular Bangladesh, y una parte de Oceanía".
El Papa señaló que "la comunidad internacional mantiene viva su preocupación por Medio Oriente". En este sentido, expresó su alegría porque "la Conferencia de Annapolis haya ofrecido signos en la dirección de un abandono del recurso a soluciones parciales o unilaterales, en beneficio de una visión global, respetuosa de los derechos e intereses de los pueblos de la región. Una vez más, hago un llamamiento a los israelíes y a palestinos para que concentren sus esfuerzos en poner en práctica los compromisos asumidos en esta ocasión y no frenen el proceso felizmente iniciado. Invito además a la comunidad internacional a sostener a estos dos pueblos con convicción y comprensión por sus respectivos sufrimientos y temores".
"Espero que los libaneses puedan decidir libremente acerca de su futuro y pido al Señor que les ilumine, empezando por los responsables de la vida pública, para que, dejando de lado los intereses particulares, estén dispuestos a comprometerse por el camino del diálogo y de la reconciliación. Solamente así el país podrá progresar en la estabilidad y ser de nuevo un ejemplo de convivencia entre las comunidades".
Refiriéndose a Irak, el Santo Padre subrayó que "la reconciliación es una urgencia. Actualmente continúan los atentados terroristas, las amenazas y la violencia, en particular contra la comunidad cristiana, y las noticias que nos llegan de ayer confirman nuestra preocupación; es evidente que todavía quedan por resolver aspectos esenciales sobre ciertas cuestiones políticas. En este marco, una reforma constitucional apropiada deberá salvaguardar los derechos de las minorías. Se necesitan importantes ayudas humanitarias para las poblaciones afectadas por la guerra, y pienso en particular en los desplazados dentro del país y en los refugiados en el extranjero, entre los cuales se encuentran numerosos cristianos".
"Deseo también alentar a que se continúe sin descanso por la vía de la diplomacia para resolver la cuestión del programa nuclear iraniano, negociando con buena fe, adoptando medidas destinadas a aumentar la transparencia y la confianza recíprocas, y teniendo siempre en cuenta las auténticas necesidades de los pueblos y del bien común de la familia humana".
Dirigiendo su mirada al continente asiático, el Papa mencionó "otras situaciones críticas. En primer lugar, Pakistán, que en los últimos meses ha sido duramente golpeado por la violencia. Deseo que todas las fuerzas políticas y sociales se comprometan en la construcción de una sociedad pacífica que respete los derechos de todos. En Afganistán, junto a la violencia se añaden otros graves problemas sociales, como la producción de droga".
En África, "quisiera en primer lugar volver a expresar mi profundo pesar al comprobar cómo la esperanza parece casi derrotada por la amenaza de hambre y de muerte que perdura en Darfur. Deseo de todo corazón que la operación conjunta de las Naciones Unidas y de la Unión Africana, cuya misión acaba de comenzar, lleve ayuda y consuelo a las poblaciones que sufren".
Hablando de Somalia, en particular de Mogadiscio, el Santo Padre subrayó que "sigue estando afligida por la violencia y la pobreza". En este contexto, hizo "un llamamiento a las partes en conflicto para que cesen las operaciones militares, se facilite la ayuda humanitaria y los civiles sean respetados".
"Kenia -continuó- ha experimentado estos días una brusca explosión de violencia. Uniéndome a la exhortación de los obispos del 2 de enero, invito a todos los habitantes, y en particular a los responsables políticos, a buscar a través del diálogo una solución pacífica, fundada en la justicia y la fraternidad".
El Papa se refirió finalmente a Europa: "Me alegro de los progresos alcanzados -dijo- en los diferentes países de la región de los Balcanes y expreso una vez más el deseo que el estatuto definitivo de Kosovo tenga en cuenta las legítimas reivindicaciones de las partes implicadas y garantice, a todos los que habitan en esta tierra, seguridad y respeto de sus derechos, para que se aleje definitivamente el fantasma de los enfrentamientos violentos y se refuerce la estabilidad europea".
"A propósito de Europa, quisiera aseguraros que sigo con atención el período que se ha abierto con la firma del "Tratado de Lisboa". Esta etapa impulsa el proceso de construcción de la "casa Europea", que "será para todos un buen lugar para vivir si se construye sobre un sólido fundamento cultural y moral de valores comunes tomados de nuestra historia y de nuestras tradiciones" y si no reniega de sus raíces cristianas".
Benedicto XVI aseguró que "al hacer este rápido repaso general queda claro que la seguridad y la estabilidad en el mundo siguen siendo frágiles. Los factores de preocupación son diferentes. (...) El derecho sólo podrá ser una fuerza eficaz de paz si sus fundamentos permanecen sólidamente anclados en el derecho natural, dado por el Creador. Por este motivo, nunca se puede excluir a Dios del horizonte del hombre y de la historia. El nombre de Dios es un nombre de justicia; representa una llamada urgente a la paz".
"Esta toma de conciencia podría ayudar, entre otras cosas, a orientar las iniciativas de diálogo intercultural e interreligioso. (...) Este diálogo, para ser auténtico, debe ser claro, evitando relativismos y sincretismos, pero animado de un respeto sincero por los otros y de un espíritu de reconciliación y de fraternidad".
El Papa afirmó que "en todos los continentes, la Iglesia católica se compromete para que los derechos del hombre sean no solamente proclamados, sino aplicados. Es de desear que los organismos creados para la defensa y promoción de los derechos del hombre consagren todas sus energías a este cometido, y en particular, que el Consejo de los Derechos del Hombre sepa responder a las expectativas suscitadas tras su creación".
"La Santa Sede, por su parte -añadió-, no dejará de reafirmar estos principios y estos derechos fundados sobre lo que es esencial y permanente en la persona humana. Es un servicio que la Iglesia desea ofrecer a la verdadera dignidad del hombre, creado a imagen de Dios. Partiendo precisamente de estas consideraciones, no puedo dejar de deplorar, una vez más, los continuos ataques perpetrados, en todos los continentes, contra la vida humana".
El Santo Padre expresó su alegría por la resolución adoptada por la ONU en diciembre pasado, que invita a los Estados "a instituir una moratoria en la aplicación de la pena de muerte. Deseo que esta iniciativa estimule el debate público sobre el carácter sagrado de la vida humana".
"Deploro, una vez más, los ataques preocupantes contra la integridad de la familia, fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer. Los responsables de la política, independientemente de su orientación, deben defender esta institución fundamental, célula básica de la sociedad".
Refiriéndose a la libertad religiosa, el Papa subrayó que "esta exigencia ineludible de la dignidad de cada hombre y piedra angular del edificio de los derechos humanos, está frecuentemente amenazada. Existen, en efecto, lugares donde no se puede ejercer plenamente. La Santa Sede la defiende y pide su respeto para todos. Esta preocupada por las discriminaciones contra los cristianos y contra los fieles de otras religiones".
"La paz no puede ser sólo una simple palabra o una aspiración ilusoria. La paz es un compromiso y un modo de vida que exige que se satisfagan las expectativas legítimas de todos, como el acceso a la alimentación, al agua y a la energía, a la medicina y a la tecnología, así como el control de los cambios climáticos. Solamente así se puede construir el futuro de la humanidad; solamente así se favorece el desarrollo integral para hoy y para mañana".
Benedicto XVI terminó exhortando a la comunidad internacional "a un compromiso global por la seguridad. Un esfuerzo conjunto por parte de los Estados para aplicar todas las obligaciones contraídas y para impedir el acceso de los terroristas a las armas de destrucción masiva, reforzaría, sin ninguna duda, el régimen de no proliferación nuclear y lo haría más eficaz".
"La diplomacia es, en cierta manera, el arte de la esperanza; vive de la esperanza e intenta discernir incluso sus signos más tenues. La diplomacia debe dar esperanza. (...) ¡Que Dios abra el corazón de los que gobiernan la familia de los pueblos a la Esperanza que nunca defrauda".
AC/AÑO NUEVO/CUERPO DIPLOMATICO VIS 20080107 (1700)