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El 'Vatican Information Service' (VIS) es un boletín informativo de la Oficina de Prensa Santa Sede. Transmite diariamente información sobre la actividad magisterial y pastoral del Santo Padre y de la Curia Romana... []

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miércoles, 10 de diciembre de 2014

Audiencia General: Nuevo ciclo dedicado a la familia

Ciudad del Vaticano, 10 diciembre 2014 (VIS).-Concluido el ciclo de las catequesis sobre la Iglesia, el Papa dio inicio hoy en la Audiencia General a una nueva etapa dedicada a la familia. ''Un nuevo ciclo -ha dicho- incluido en este tiempo intermedio entre dos asambleas del Sínodo destinadas a esta realidad tan importante''. Antes de tratar los diferentes aspectos de la vida familiar, Francisco ha querido comenzar hablando del sínodo celebrado el pasado mes de octubre, que tuvo por tema: "Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización".

El Pontífice elogió en primer lugar la labor de la Oficina de Prensa de la Santa Sede durante el Sínodo y de los diferentes medios de comunicación que cubrieron la asamblea. También relató cómo se llevó a cabo y que ha producido, que en ningún momento hubo ningún tipo de censura y que los Padres Sinodales tuvieron total libertad para hablar con franqueza. ''Lo único que se les pidió -ha afirmado- fue hablar con sinceridad y valentía, y escuchar con humildad''.

Después explicó que el Instrumento de Trabajo, fruto de la precedente consulta hecha a toda la Iglesia, fue la base del debate, y señaló que ''ninguna intervención puso en duda las verdades fundamentales del sacramento del matrimonio: la indisolubilidad, la unidad, la fidelidad y la apertura a la vida''. Todas esas intervenciones, en un segundo momento, se recogieron en la ''Relación'' articulada en tres puntos: la escucha del contexto y los desafíos de la familia, la mirada fija en Cristo y el Evangelio de la familia, y la comparación con las perspectivas pastorales''. De ahí se pasó a la propuesta de síntesis que ha dado lugar a la discusión de los grupos. Al final del trabajo, cada uno de los grupos presentó una relación y todas estos informes fueron publicados ''con transparencia para que se supiera lo que sucedía''.

Después, una comisión consideró todas las sugerencias hechas por los grupos y realizó la Relación final, que mantuvo el esquema anterior - escuchar la realidad, mirada al Evangelio, y compromiso pastoral- y que será enviada a las Conferencias Episcopales de todo el mundo para que discutan sobre ella hasta la próxima Asamblea Ordinaria de octubre de 2015. Además, como ocurre siempre, se aprobó un Mensaje final del Sínodo, más breve y divulgativo respecto a la Relación Final. Francisco ha puntualizado que los Padres Sinodales ''no es que discutieran entre ellos, sino que hablaron fuerte'' y ha destacado que ''ésta es la libertad de la Iglesia'' especificando que toda la Asamblea Sinodal se llevó a cabo ante la presencia del Papa y añadiendo que los documentos oficiales del Sínodo son sólo tres: la Relación Final, el Mensaje a las familias, y el Discurso final del Papa.

Antes de concluir, el obispo de Roma aclaró que el Sínodo no es un parlamento sino un espacio protegido para que el Espíritu Santo pueda intervenir y que ahora, el trabajo debe continuar en las iglesias particulares con la oración, reflexión y discusión fraterna, con el fin de preparar la próxima Asamblea. ''Confiémosla a la protección de la Virgen Madre -ha pedido- para que nos ayude a seguir la voluntad de Dios y tomar las decisiones pastorales más adecuadas para la familia''.

Presentación del Mensaje para la XLVIII Jornada Mundial de la Paz

Ciudad del Vaticano, 10 diciembre 2014 (VIS).-Esta mañana en la Oficina de Prensa de la Santa Sede se ha presentado el Mensaje del Papa Francisco para la XLVIII Jornada Mundial de la Paz que se celebra el 1 de enero y cuyo tema este año es ''No esclavos, sino hermanos''. Han intervenido en el acto el cardenal Peter Kodwo Appiah Turkson, Presidente del Consejo Pontificio Justicia y Paz; el obispo Mario Toso, S.D.B., Secretario del mismo dicasterio; Vittorio V. Alberti, funcionario de Justicia y Paz y Sor Gabriella Bottani, misionera Comboniana, de la Red Internacional de la Vida Consagrada contra la Trata de Personas (de la Unión Internacional de Superiores Generales) y responsable de Talitha Kum.

El tema elegido por el Papa, explicó el cardenal Turkson atañe no ''sólo al fundamento de la paz, sino a su realización concreta en las relaciones interpersonales'' y quiere ser ''una invitación a transformar las relaciones sociales de una relación de dependencia - esclavitud, y de negación de la humanidad del otro, en una relación de fraternidad vivida entre hermanos y hermanas, como hijos del mismo Padre. Un camino de conversión para los creyentes que lleva a ver en el otro no un enemigo que hay combatir o un ser inferior que explotar, sino un hermano o una hermana que amar y, en cuanto amado, al que liberar de todas las cadenas de la esclavitud''

Partiendo de la Carta de San Pablo a Filemón y de otros pasajes de la Biblia, ''el Santo Padre -dijo el purpurado- muestra que en el plan de Dios para la humanidad no hay lugar para la esclavización de los otros porque Dios llama a todos sus hijos a renovar sus relaciones personales respetando en cada uno de ellos la imagen y semejanza del Creador, así como la dignidad inviolable de cada persona, confiados en la Buena Nueva de Jesucristo, que es capaz de renovar el corazón humano, allí donde el pecado abundó''.

Pero, desgraciadamente el rechazo de la fraternidad perdura en nuestros días y se refleja en las diversas formas de esclavitud moderna, como el Papa recordó recientemente durante la firma de la Declaración común de los líderes religiosos contra la esclavitud en el Vaticano: "A pesar de los grandes esfuerzos de muchos, la esclavitud moderna sigue siendo un flagelo atroz que está presente a gran escala en todo el mundo, incluso como turismo. Este crimen de lesa humanidad se enmascara en aparentes costumbres aceptadas pero en realidad hace sus víctimas en la prostitución, la trata de personas, el trabajo forzado, el trabajo esclavo, la mutilación, la venta de órganos, el mal uso de la droga, el trabajo de niños. Se oculta tras puertas cerradas, en domicilios particulares, en las calles, en automóviles, en fábricas, en campos, en barcos pesqueros y en muchas otras partes. Y esto ocurre tanto en ciudades como en aldeas, en las villas de emergencia de las naciones más ricas y más pobres del mundo. Y lo peor, es que tal situación, desgraciadamente, se agrava cada día más''.

En la perspectiva del compromiso común contra la trata de personas y de otras formas de esclavitud, el cardenal destacó algunos puntos. En primer lugar el hecho de que la esclavitud ''fruto y signo de ruptura de la fraternidad y del rechazo de la comunión -una vez admitida por las leyes civiles como derecho a la propiedad de otra persona- es ahora un "delito de lesa humanidad" que asume diversos rostros en el contexto de la globalización''. Refiriéndose en segundo lugar a la familia, en el año a ella dedicado, reiteró que no se puede permitir que esa institución ''de lugar de acogida y promoción de la vida, pase a ser un lugar donde la vida es traicionada, despreciada, negada, manipulada y vendida''. Por último, para derrotar la plaga de la esclavitud moderna, es necesaria ''una movilización de dimensiones comparable a las del mismo fenómeno", que parta de todos los ámbitos desde el local (familia, escuelas, parroquias) hasta el global (instituciones,organismos y estados) para eliminar esta "lacra contra la humanidad."

''Por su parte, la Iglesia de Jesucristo que anuncia la Buena Nueva de la liberación del pecado y de todas las formas de esclavitud -señaló el prelado- debe continuar su misión de proclamar la Palabra a tiempo y a destiempo, denunciando todas las formas de esclavitud y violación de la dignidad de la persona, ofreciendo al mismo tiempo, mediante la acogida y la cercanía, el testimonio de una vida libre, renovada y abierta a la trascendencia''.

''Siguiendo el ejemplo de Santa Josefina Bakhita, la esclava, que más tarde fue "libre hija de Dios", -concluyó el cardenal Turkson- miremos con esperanza a Aquel que derrotó el mal, a Jesucristo, artífice e imagen de la liberación de la humanidad y de la libertad de los hijos de Dios. Tenemos que trabajar juntos e incansablemente hasta que haya una persona esclavizada en este mundo, porque nadie puede liberarse prescindiendo de los otros, de la humanidad y de la creación que, como afirma San Pablo, "espera con impaciencia la revelación de los hijos de Dios y nutre la esperanza de ser también liberada de la esclavitud de la corrupción para entrar en la libertad de la gloria de los hijos de Dios''.

No esclavos, sino hermanos. Mensaje del Papa para la Jornada Mundial de la Paz

Ciudad del Vaticano, 10 diciembre 2014 (VIS).-Publicamos a continuación el texto integral del Mensaje del Santo Padre para la XLVIII Jornada Mundial de la Paz que se celebra el 1 de enero de 2015 y cuyo tema es ''No esclavos, sino hermanos''.

''Al comienzo de un nuevo año, que recibimos como una gracia y un don de Dios a la humanidad, deseo dirigir a cada hombre y mujer, así como a los pueblos y naciones del mundo, a los jefes de Estado y de Gobierno, y a los líderes de las diferentes religiones, mis mejores deseos de paz, que acompaño con mis oraciones por el fin de las guerras, los conflictos y los muchos de sufrimientos causados por el hombre o por antiguas y nuevas epidemias, así como por los devastadores efectos de los desastres naturales. Rezo de modo especial para que, respondiendo a nuestra común vocación de colaborar con Dios y con todos los hombres de buena voluntad en la promoción de la concordia y la paz en el mundo, resistamos a la tentación de comportarnos de un modo indigno de nuestra humanidad.

En el mensaje para el 1 de enero pasado, señalé que del ''deseo de una vida plena… forma parte un anhelo indeleble de fraternidad, que nos invita a la comunión con los otros, en los que encontramos no enemigos o contrincantes, sino hermanos a los que acoger y querer''. Siendo el hombre un ser relacional, destinado a realizarse en un contexto de relaciones interpersonales inspiradas por la justicia y la caridad, es esencial que para su desarrollo se reconozca y respete su dignidad, libertad y autonomía. Por desgracia, el flagelo cada vez más generalizado de la explotación del hombre por parte del hombre daña seriamente la vida de comunión y la llamada a estrechar relaciones interpersonales marcadas por el respeto, la justicia y la caridad. Este fenómeno abominable, que pisotea los derechos fundamentales de los demás y aniquila su libertad y dignidad, adquiere múltiples formas sobre las que deseo hacer una breve reflexión, de modo que, a la luz de la Palabra de Dios, consideremos a todos los hombres ''no esclavos, sino hermanos''.

A la escucha del proyecto de Dios sobre la humanidad

El tema que he elegido para este mensaje recuerda la carta de san Pablo a Filemón, en la que le pide que reciba a Onésimo, antiguo esclavo de Filemón y que después se hizo cristiano, mereciendo por eso, según Pablo, que sea considerado como un hermano. Así escribe el Apóstol de las gentes: ''Quizá se apartó de ti por breve tiempo para que lo recobres ahora para siempre; y no como esclavo, sino como algo mejor que un esclavo, como un hermano querido''. Onésimo se convirtió en hermano de Filemón al hacerse cristiano. Así, la conversión a Cristo, el comienzo de una vida de discipulado en Cristo, constituye un nuevo nacimiento que regenera la fraternidad como vínculo fundante de la vida familiar y base de la vida social.

En el libro del Génesis, leemos que Dios creó al hombre, varón y hembra, y los bendijo, para que crecieran y se multiplicaran : Hizo que Adán y Eva fueran padres, los cuales, cumpliendo la bendición de Dios de ser fecundos y multiplicarse, concibieron la primera fraternidad, la de Caín y Abel. Caín y Abel eran hermanos, porque vienen del mismo vientre, y por lo tanto tienen el mismo origen, naturaleza y dignidad de sus padres, creados a imagen y semejanza de Dios.

Pero la fraternidad expresa también la multiplicidad y diferencia que hay entre los hermanos, si bien unidos por el nacimiento y por la misma naturaleza y dignidad. Como hermanos y hermanas, todas las personas están por naturaleza relacionadas con las demás, de las que se diferencian pero con las que comparten el mismo origen, naturaleza y dignidad. Gracias a ello la fraternidad crea la red de relaciones fundamentales para la construcción de la familia humana creada por Dios.

Por desgracia, entre la primera creación que narra el libro del Génesis y el nuevo nacimiento en Cristo, que hace de los creyentes hermanos y hermanas del ''primogénito entre muchos hermanos'', se encuentra la realidad negativa del pecado, que muchas veces interrumpe la fraternidad creatural y deforma continuamente la belleza y nobleza del ser hermanos y hermanas de la misma familia humana. Caín, además de no soportar a su hermano Abel, lo mata por envidia cometiendo el primer fratricidio. ''El asesinato de Abel por parte de Caín deja constancia trágicamente del rechazo radical de la vocación a ser hermanos. Su historia pone en evidencia la dificultad de la tarea a la que están llamados todos los hombres, vivir unidos, preocupándose los unos de los otros''.

También en la historia de la familia de Noé y sus hijos , la maldad de Cam contra su padre es lo que empuja a Noé a maldecir al hijo irreverente y bendecir a los demás, que sí lo honraban, dando lugar a una desigualdad entre hermanos nacidos del mismo vientre.

En la historia de los orígenes de la familia humana, el pecado de la separación de Dios, de la figura del padre y del hermano, se convierte en una expresión del rechazo de la comunión traduciéndose en la cultura de la esclavitud, con las consecuencias que ello conlleva y que se perpetúan de generación en generación: rechazo del otro, maltrato de las personas, violación de la dignidad y los derechos fundamentales, la institucionalización de la desigualdad. De ahí la necesidad de convertirse continuamente a la Alianza, consumada por la oblación de Cristo en la cruz, seguros de que ''donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia... por Jesucristo'' . Él, el Hijo amado , vino a revelar el amor del Padre por la humanidad. El que escucha el evangelio, y responde a la llamada a la conversión, llega a ser en Jesús ''hermano y hermana, y madre'' y, por tanto, hijo adoptivo de su Padre .

No se llega a ser cristiano, hijo del Padre y hermano en Cristo, por una disposición divina autoritativa, sin el concurso de la libertad personal, es decir, sin convertirse libremente a Cristo. El ser hijo de Dios responde al imperativo de la conversión: ''Convertíos y sea bautizado cada uno de vosotros en el nombre de Jesús, el Mesías, para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo'' . Todos los que respondieron con la fe y la vida a esta predicación de Pedro entraron en la fraternidad de la primera comunidad cristiana: judíos y griegos, esclavos y hombres libres, cuya diversidad de origen y condición social no disminuye la dignidad de cada uno, ni excluye a nadie de la pertenencia al Pueblo de Dios. Por ello, la comunidad cristiana es el lugar de la comunión vivida en el amor entre los hermanos .

Todo esto demuestra cómo la Buena Nueva de Jesucristo, por la que Dios hace ''nuevas todas las cosas'' , también es capaz de redimir las relaciones entre los hombres, incluida aquella entre un esclavo y su amo, destacando lo que ambos tienen en común: la filiación adoptiva y el vínculo de fraternidad en Cristo. El mismo Jesús dijo a sus discípulos: ''Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer'' .

Múltiples rostros de la esclavitud de entonces y de ahora

Desde tiempos inmemoriales, las diferentes sociedades humanas conocen el fenómeno del sometimiento del hombre por parte del hombre. Ha habido períodos en la historia humana en que la institución de la esclavitud estaba generalmente aceptada y regulada por el derecho. Éste establecía quién nacía libre, y quién, en cambio, nacía esclavo, y en qué condiciones la persona nacida libre podía perder su libertad u obtenerla de nuevo. En otras palabras, el mismo derecho admitía que algunas personas podían o debían ser consideradas propiedad de otra persona, la cual podía disponer libremente de ellas; el esclavo podía ser vendido y comprado, cedido y adquirido como una mercancía.

Hoy, como resultado de un desarrollo positivo de la conciencia de la humanidad, la esclavitud, crimen de lesa humanidad, está oficialmente abolida en el mundo. El derecho de toda persona a no ser sometida a esclavitud ni a servidumbre está reconocido en el derecho internacional como norma inderogable.

Sin embargo, a pesar de que la comunidad internacional ha adoptado diversos acuerdos para poner fin a la esclavitud en todas sus formas, y ha dispuesto varias estrategias para combatir este fenómeno, todavía hay millones de personas –niños, hombres y mujeres de todas las edades– privados de su libertad y obligados a vivir en condiciones similares a la esclavitud.

Me refiero a tantos trabajadores y trabajadoras, incluso menores, oprimidos de manera formal o informal en todos los sectores, desde el trabajo doméstico al de la agricultura, de la industria manufacturera a la minería, tanto en los países donde la legislación laboral no cumple con las mínimas normas y estándares internacionales, como, aunque de manera ilegal, en aquellos cuya legislación protege a los trabajadores.

Pienso también en las condiciones de vida de muchos emigrantes que, en su dramático viaje, sufren el hambre, se ven privados de la libertad, despojados de sus bienes o de los que se abusa física y sexualmente. En aquellos que, una vez llegados a su destino después de un viaje durísimo y con miedo e inseguridad, son detenidos en condiciones a veces inhumanas. Pienso en los que se ven obligados a la clandestinidad por diferentes motivos sociales, políticos y económicos, y en aquellos que, con el fin de permanecer dentro de la ley, aceptan vivir y trabajar en condiciones inadmisibles, sobre todo cuando las legislaciones nacionales crean o permiten una dependencia estructural del trabajador emigrado con respecto al empleador, como por ejemplo cuando se condiciona la legalidad de la estancia al contrato de trabajo... Sí, pienso en el ''trabajo esclavo''.

Pienso en las personas obligadas a ejercer la prostitución, entre las que hay muchos menores, y en los esclavos y esclavas sexuales; en las mujeres obligadas a casarse, en aquellas que son vendidas con vistas al matrimonio o en las entregadas en sucesión, a un familiar después de la muerte de su marido, sin tener el derecho de dar o no su consentimiento.

No puedo dejar de pensar en los niños y adultos que son víctimas del tráfico y comercialización para la extracción de órganos, para ser reclutados como soldados, para la mendicidad, para actividades ilegales como la producción o venta de drogas, o para formas encubiertas de adopción internacional.

Pienso finalmente en todos los secuestrados y encerrados en cautividad por grupos terroristas, puestos a su servicio como combatientes o, sobre todo las niñas y mujeres, como esclavas sexuales. Muchos de ellos desaparecen, otros son vendidos varias veces, torturados, mutilados o asesinados.

Algunas causas profundas de la esclavitud
Hoy como ayer, en la raíz de la esclavitud se encuentra una concepción de la persona humana que admite el que pueda ser tratada como un objeto. Cuando el pecado corrompe el corazón humano, y lo aleja de su Creador y de sus semejantes, éstos ya no se ven como seres de la misma dignidad, como hermanos y hermanas en la humanidad, sino como objetos. La persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, queda privada de la libertad, mercantilizada, reducida a ser propiedad de otro, con la fuerza, el engaño o la constricción física o psicológica; es tratada como un medio y no como un fin.

Junto a esta causa ontológica –rechazo de la humanidad del otro¬– hay otras que ayudan a explicar las formas contemporáneas de la esclavitud. Me refiero en primer lugar a la pobreza, al subdesarrollo y a la exclusión, especialmente cuando se combinan con la falta de acceso a la educación o con una realidad caracterizada por las escasas, por no decir inexistentes, oportunidades de trabajo. Con frecuencia, las víctimas de la trata y de la esclavitud son personas que han buscado una manera de salir de un estado de pobreza extrema, creyendo a menudo en falsas promesas de trabajo, para caer después en manos de redes criminales que trafican con los seres humanos. Estas redes utilizan hábilmente las modernas tecnologías informáticas para embaucar a jóvenes y niños en todas las partes del mundo.

Entre las causas de la esclavitud hay que incluir también la corrupción de quienes están dispuestos a hacer cualquier cosa para enriquecerse. En efecto, la esclavitud y la trata de personas humanas requieren una complicidad que con mucha frecuencia pasa a través de la corrupción de los intermediarios, de algunos miembros de las fuerzas del orden o de otros agentes estatales, o de diferentes instituciones, civiles y militares. ''Esto sucede cuando al centro de un sistema económico está el dios dinero y no el hombre, la persona humana. Sí, en el centro de todo sistema social o económico, tiene que estar la persona, imagen de Dios, creada para que fuera el dominador del universo. Cuando la persona es desplazada y viene el dios dinero sucede esta trastocación de valores''.

Otras causas de la esclavitud son los conflictos armados, la violencia, el crimen y el terrorismo. Muchas personas son secuestradas para ser vendidas o reclutadas como combatientes o explotadas sexualmente, mientras que otras se ven obligadas a emigrar, dejando todo lo que poseen: tierra, hogar, propiedades, e incluso la familia. Éstas últimas se ven empujadas a buscar una alternativa a esas terribles condiciones aun a costa de su propia dignidad y supervivencia, con el riesgo de entrar de ese modo en ese círculo vicioso que las convierte en víctimas de la miseria, la corrupción y sus consecuencias perniciosas.

Compromiso común para derrotar la esclavitud

Con frecuencia, cuando observamos el fenómeno de la trata de personas, del tráfico ilegal de los emigrantes y de otras formas conocidas y desconocidas de la esclavitud, tenemos la impresión de que todo esto tiene lugar bajo la indiferencia general.

Aunque por desgracia esto es cierto en gran parte, quisiera mencionar el gran trabajo silencioso que muchas congregaciones religiosas, especialmente femeninas, realizan desde hace muchos años en favor de las víctimas. Estos Institutos trabajan en contextos difíciles, a veces dominados por la violencia, tratando de romper las cadenas invisibles que tienen encadenadas a las víctimas a sus traficantes y explotadores; cadenas cuyos eslabones están hechos de sutiles mecanismos psicológicos, que convierten a las víctimas en dependientes de sus verdugos, a través del chantaje y la amenaza, a ellos y a sus seres queridos, pero también a través de medios materiales, como la confiscación de documentos de identidad y la violencia física. La actividad de las congregaciones religiosas se estructura principalmente en torno a tres acciones: la asistencia a las víctimas, su rehabilitación bajo el aspecto psicológico y formativo, y su reinserción en la sociedad de destino o de origen.

Este inmenso trabajo, que requiere coraje, paciencia y perseverancia, merece el aprecio de toda la Iglesia y de la sociedad. Pero, naturalmente, por sí solo no es suficiente para poner fin al flagelo de la explotación de la persona humana. Se requiere también un triple compromiso a nivel institucional de prevención, protección de las víctimas y persecución judicial contra los responsables. Además, como las organizaciones criminales utilizan redes globales para lograr sus objetivos, la acción para derrotar a este fenómeno requiere un esfuerzo conjunto y también global por parte de los diferentes agentes que conforman la sociedad.

Los Estados deben vigilar para que su legislación nacional en materia de migración, trabajo, adopciones, deslocalización de empresas y comercialización de los productos elaborados mediante la explotación del trabajo, respete la dignidad de la persona. Se necesitan leyes justas, centradas en la persona humana, que defiendan sus derechos fundamentales y los restablezcan cuando son pisoteados, rehabilitando a la víctima y garantizando su integridad, así como mecanismos de seguridad eficaces para controlar la aplicación correcta de estas normas, que no dejen espacio a la corrupción y la impunidad. Es preciso que se reconozca también el papel de la mujer en la sociedad, trabajando también en el plano cultural y de la comunicación para obtener los resultados deseados.

Las organizaciones intergubernamentales, de acuerdo con el principio de subsidiariedad, están llamadas a implementar iniciativas coordinadas para luchar contra las redes transnacionales del crimen organizado que gestionan la trata de personas y el tráfico ilegal de emigrantes. Es necesaria una cooperación en diferentes niveles, que incluya a las instituciones nacionales e internacionales, así como a las organizaciones de la sociedad civil y del mundo empresarial.

Las empresas, en efecto, tienen el deber de garantizar a sus empleados condiciones de trabajo dignas y salarios adecuados, pero también han de vigilar para que no se produzcan en las cadenas de distribución formas de servidumbre o trata de personas. A la responsabilidad social de la empresa hay que unir la responsabilidad social del consumidor. Pues cada persona debe ser consciente de que ''comprar es siempre un acto moral, además de económico''.

Las organizaciones de la sociedad civil, por su parte, tienen la tarea de sensibilizar y estimular las conciencias acerca de las medidas necesarias para combatir y erradicar la cultura de la esclavitud.

En los últimos años, la Santa Sede, acogiendo el grito de dolor de las víctimas de la trata de personas y la voz de las congregaciones religiosas que las acompañan hacia su liberación, ha multiplicado los llamamientos a la comunidad internacional para que los diversos actores unan sus esfuerzos y cooperen para poner fin a esta plaga. Además, se han organizado algunos encuentros con el fin de dar visibilidad al fenómeno de la trata de personas y facilitar la colaboración entre los diferentes agentes, incluidos expertos del mundo académico y de las organizaciones internacionales, organismos policiales de los diferentes países de origen, tránsito y destino de los migrantes, así como representantes de grupos eclesiales que trabajan por las víctimas. Espero que estos esfuerzos continúen y se redoblen en los próximos años.

Globalizar la fraternidad, no la esclavitud ni la indiferencia

En su tarea de ''anuncio de la verdad del amor de Cristo en la sociedad'', la Iglesia se esfuerza constantemente en las acciones de carácter caritativo partiendo de la verdad sobre el hombre. Tiene la misión de mostrar a todos el camino de la conversión, que lleve a cambiar el modo de ver al prójimo, a reconocer en el otro, sea quien sea, a un hermano y a una hermana en la humanidad; reconocer su dignidad intrínseca en la verdad y libertad, como nos lo muestra la historia de Josefina Bakhita, la santa proveniente de la región de Darfur, en Sudán, secuestrada cuando tenía nueve años por traficantes de esclavos y vendida a dueños feroces. A través de sucesos dolorosos llegó a ser ''hija libre de Dios'', mediante la fe vivida en la consagración religiosa y en el servicio a los demás, especialmente a los pequeños y débiles. Esta Santa, que vivió entre los siglos XIX y XX, es hoy un testigo ejemplar de esperanza para las numerosas víctimas de la esclavitud y un apoyo en los esfuerzos de todos aquellos que se dedican a luchar contra esta ''llaga en el cuerpo de la humanidad contemporánea, una herida en la carne de Cristo''.

En esta perspectiva, deseo invitar a cada uno, según su puesto y responsabilidades, a realizar gestos de fraternidad con los que se encuentran en un estado de sometimiento. Preguntémonos, tanto comunitaria como personalmente, cómo nos sentimos interpelados cuando encontramos o tratamos en la vida cotidiana con víctimas de la trata de personas, o cuando tenemos que elegir productos que con probabilidad podrían haber sido realizados mediante la explotación de otras personas. Algunos hacen la vista gorda, ya sea por indiferencia, o porque se desentienden de las preocupaciones diarias, o por razones económicas. Otros, sin embargo, optan por hacer algo positivo, participando en asociaciones civiles o haciendo pequeños gestos cotidianos –que son tan valiosos–, como decir una palabra, un saludo, un ''buenos días'' o una sonrisa, que no nos cuestan nada, pero que pueden dar esperanza, abrir caminos, cambiar la vida de una persona que vive en la invisibilidad, e incluso cambiar nuestras vidas en relación con esta realidad.

Debemos reconocer que estamos frente a un fenómeno mundial que sobrepasa las competencias de una sola comunidad o nación. Para derrotarlo, se necesita una movilización de una dimensión comparable a la del mismo fenómeno. Por esta razón, hago un llamamiento urgente a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, y a todos los que, de lejos o de cerca, incluso en los más altos niveles de las instituciones, son testigos del flagelo de la esclavitud contemporánea, para que no sean cómplices de este mal, para que no aparten los ojos del sufrimiento de sus hermanos y hermanas en humanidad, privados de libertad y dignidad, sino que tengan el valor de tocar la carne sufriente de Cristo, que se hace visible a través de los numerosos rostros de los que él mismo llama ''mis hermanos más pequeños''.

Sabemos que Dios nos pedirá a cada uno de nosotros: ¿Qué has hecho con tu hermano?. La globalización de la indiferencia, que ahora afecta a la vida de tantos hermanos y hermanas, nos pide que seamos artífices de una globalización de la solidaridad y de la fraternidad, que les dé esperanza y los haga reanudar con ánimo el camino, a través de los problemas de nuestro tiempo y las nuevas perspectivas que trae consigo, y que Dios pone en nuestras manos''.

Vaticano, 8 de diciembre de 2014

''El amor es nuestra misión. La familia plenamente viva'', tema del VII Encuentro Mundial de las Familias

Ciudad del Vaticano, 10 diciembre 2014 (VIS).-El VII Encuentro Mundial de las Familias se llevará a cabo del 22 a 27 septiembre de 2015 en Filadelfia (Estados Unidos) y su tema será "El amor es nuestra misión. La familia plenamente viva ". Lo anuncia el Papa -que confirma su participación en el evento- en una carta dirigida al obispo Vincenzo Paglia, Presidente del Consejo Pontificio para la Familia.
''La misión de la familia cristiana, hoy como ayer -escribe el Pontífice- es anunciar al mundo, con la fuerza del Sacramento nupcial, el amor de Dios. A partir de este mismo anuncio nace y se constituye una familia viva cuyo dinamismo humano y espiritual tiene como fulcro el amor. Si, como decía San Ireneo: "Gloria Dei vivens homo", también una familia que, con la gracia del Señor, vive plenamente su vocación y su misión le da gloria''.

Francisco recuerda que durante el reciente sínodo se individuaron las cuestiones más urgentes que interpelan a la familia en la actualidad y subraya que no se puede ''calificar a una familia con conceptos ideológicos, ni hablar de familia conservadora y familia progresista ¡La familia es la familia!'' ya que ''sus valores y virtudes, sus verdades esenciales, son los puntos fuertes sobre los que se apoya el núcleo familiar y no pueden ponerse en discusión''. A lo que estamos llamados es, en cambio, a ''revisar nuestro estilo de vida que siempre está expuesto al riesgo de contagiarse con una mentalidad mundana - individualista, consumista, hedonista - y a reencontrar siempre de nuevo el camino maestro para vivir y proponer la grandeza y la belleza del matrimonio y la alegría de ser familia y de hacer familia''.

Tanto las indicaciones de la Relación Final del Sínodo como las directrices de la próxima asamblea de 2015 ''invitan a proseguir el anuncio del Evangelio del matrimonio y de la familia y a experimentar las propuestas pastorales en el contexto social y cultural en que vivimos. Los desafíos de este contexto, nos llevan a ampliar el espacio del amor fiel, abierto a la vida, a la comunión, a la misericordia, a la división y la solidaridad'', concluye Francisco, que exhorta a los cónyuges, a los sacerdotes, a las asociaciones a ''dejarse guiar por la Palabra de Dios sobre la que se asientan los fundamentos del santo edificio de la familia Iglesia doméstica y familia de Dios''.

Actos Pontificios

Ciudad del Vaticano, 10 de diciembre 2014 (VIS).- El Santo Padre ha nombrado al reverendo Eduardo Vieira dos Santos y al reverendo Devair Araújo da Fonseca como obispos auxiliares de la archidiócesis de Sao Paulo (superficie 655, población 6.633.912, católicos 4.776.416, sacerdotes 995, religiosos 2.316, diáconos permanentes 72) en Brasil.

El obispo electo Eduardo Vieira dos Santos nació en 1965 en Bom Sucesso (Brasil) y fue ordenado sacerdote en 2000. Es Licenciado en Derecho Canónico y en su ministerio pastoral ha sido entre otros: asistente pastoral, párroco, capellán, coordinador de los ministros extraordinarios de la comunión, vicerrector del Seminario de Teología de Sao Paulo, vicario parroquial, responsable de los diáconos permanentes de la archidiócesis. Actualmente era canciller archidiocesano y párroco de la catedral de Sao Paulo.

El obispo electo Devair Araújo da Fonseca nació en 1968 en Franca (Brasil) y fue ordenado sacerdote en 1998. Es Licenciado en Teología Dogmática y en su ministerio pastoral ha sido entre otros vicario parroquial, párroco, rector del Seminario diocesano Nossa Senhora do Carmo, capellán del Carmelo de Santa Teresa, profesor del Instituto de Teología Joao XXIII, secretario y presidente del OSIB (Organización de los Seminarios e Institutos de Brasil).Actualmente era párroco de Sao Jose en Orlandia y coordinador diocesano de pastoral.
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