Ciudad
del Vaticano, 16 enero 2014
(VIS).- Publicamos a continuación el mensaje que el Santo Padre ha
enviado a los obispos, sacerdotes, consagrados y fieles de todo el
mundo, por la LI Jornada Mundial de Oracion por las Vocaciones, que
tendrá lugar el próximo 11 de mayo, bajo el tema: “Vocaciones,
testimonio de la verdad”.
“Queridos
hermanos y hermanas:
1.
El Evangelio relata que "Jesús recorría todas las ciudades y
aldeas... Al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas, porque
estaban extenuadas y abandonadas “como ovejas que no tienen
pastor”. Entonces dice a sus discípulos: "La mies es
abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de
la mies que mande trabajadores a su mies" . Estas palabras nos
sorprenden, porque todos sabemos que primero es necesario arar,
sembrar y cultivar para poder luego, a su debido tiempo, cosechar una
mies abundante. Jesús, en cambio, afirma que "la mies es
abundante". ¿Pero quién ha trabajado para que el resultado
fuese así? La respuesta es una sola: Dios. Evidentemente el campo
del cual habla Jesús es la humanidad, somos nosotros. Y la acción
eficaz que es causa del "mucho fruto" es la gracia de Dios,
la comunión con él . Por tanto, la oración que Jesús pide a la
Iglesia se refiere a la petición de incrementar el número de
quienes están al servicio de su Reino. San Pablo, que fue uno de
estos "colaboradores de Dios", se prodigó incansablemente
por la causa del Evangelio y de la Iglesia. Con la conciencia de
quien ha experimentado personalmente hasta qué punto es inescrutable
la voluntad salvífica de Dios, y que la iniciativa de la gracia es
el origen de toda vocación, el Apóstol recuerda a los cristianos de
Corinto: "Vosotros sois campo de Dios" . Así, primero nace
dentro de nuestro corazón el asombro por una mies abundante que sólo
Dios puede dar; luego, la gratitud por un amor que siempre nos
precede; por último, la adoración por la obra que él ha hecho y
que requiere nuestro libre compromiso de actuar con él y por él.
2.
Muchas veces hemos rezado con las palabras del salmista: "Él
nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño" ; o
también: "El Señor se escogió a Jacob, a Israel en posesión
suya" . Pues bien, nosotros somos "propiedad" de Dios
no en el sentido de la posesión que hace esclavos, sino de un
vínculo fuerte que nos une a Dios y entre nosotros, según un pacto
de alianza que permanece eternamente "porque su amor es para
siempre" . En el relato de la vocación del profeta Jeremías,
por ejemplo, Dios recuerda que él vela continuamente sobre cada uno
para que se cumpla su Palabra en nosotros. La imagen elegida es la
rama de almendro, el primero en florecer, anunciando el renacer de la
vida en primavera . Todo procede de él y es don suyo: el mundo, la
vida, la muerte, el presente, el futuro, pero -asegura el Apóstol-
"vosotros sois de Cristo y Cristo de Dios" . He aquí
explicado el modo de pertenecer a Dios: a través de la relación
única y personal con Jesús, que nos confirió el Bautismo desde el
inicio de nuestro nacimiento a la vida nueva. Es Cristo, por lo
tanto, quien continuamente nos interpela con su Palabra para que
confiemos en él, amándole "con todo el corazón, con todo el
entendimiento y con todo el ser" . Por eso, toda vocación, no
obstante la pluralidad de los caminos, requiere siempre un éxodo de
sí mismos para centrar la propia existencia en Cristo y en su
Evangelio. Tanto en la vida conyugal, como en las formas de
consagración religiosa y en la vida sacerdotal, es necesario superar
los modos de pensar y de actuar no concordes con la voluntad de Dios.
Es un "éxodo que nos conduce a un camino de adoración al Señor
y de servicio a él en los hermanos y hermanas" .Por eso, todos
estamos llamados a adorar a Cristo en nuestro corazón para dejarnos
alcanzar por el impulso de la gracia que anida en la semilla de la
Palabra, que debe crecer en nosotros y transformarse en servicio
concreto al prójimo. No debemos tener miedo: Dios sigue con pasión
y maestría la obra fruto de sus manos en cada etapa de la vida.
Jamás nos abandona. Le interesa que se cumpla su proyecto en
nosotros, pero quiere conseguirlo con nuestro asentimiento y nuestra
colaboración.
3.También
hoy Jesús vive y camina en nuestras realidades de la vida ordinaria
para acercarse a todos, comenzando por los últimos, y curarnos de
nuestros males y enfermedades. Me dirijo ahora a aquellos que están
bien dispuestos a ponerse a la escucha de la voz de Cristo que
resuena en la Iglesia, para comprender cuál es la propia vocación.
Os invito a escuchar y seguir a Jesús, a dejaros transformar
interiormente por sus palabras que "son espíritu y vida"
María, Madre de Jesús y nuestra, nos repite también a nosotros:
"Haced lo que él os diga" . Os hará bien participar con
confianza en un camino comunitario que sepa despertar en vosotros y
en torno a vosotros las mejores energías. La vocación es un fruto
que madura en el campo bien cultivado del amor recíproco que se hace
servicio mutuo, en el contexto de una auténtica vida eclesial.
Ninguna vocación nace por sí misma o vive por sí misma. La
vocación surge del corazón de Dios y brota en la tierra buena del
pueblo fiel, en la experiencia del amor fraterno. ¿Acaso no dijo
Jesús: "En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si
os amáis unos a otros" ?
4.
Queridos hermanos y hermanas, vivir este “alto grado” de la vida
cristiana ordinaria, significa algunas veces ir a contracorriente, y
comporta también encontrarse con obstáculos, fuera y dentro de
nosotros. Jesús mismo nos advierte: La buena semilla de la Palabra
de Dios a menudo es robada por el Maligno, bloqueada por las
tribulaciones, ahogada por preocupaciones y seducciones mundanas.
Todas estas dificultades podrían desalentarnos, replegándonos por
sendas aparentemente más cómodas. Pero la verdadera alegría de los
llamados consiste en creer y experimentar que él, el Señor, es
fiel, y con él podemos caminar, ser discípulos y testigos del amor
de Dios, abrir el corazón a grandes ideales, a cosas grandes. "Los
cristianos no hemos sido elegidos por el Señor para pequeñeces. Id
siempre más allá, hacia las cosas grandes. Poned en juego vuestra
vida por los grandes ideales". A vosotros obispos, sacerdotes,
religiosos, comunidades y familias cristianas os pido que orientéis
la pastoral vocacional en esta dirección, acompañando a los jóvenes
por itinerarios de santidad que, al ser personales, "exigen una
auténtica pedagogía de la santidad, capaz de adaptarse a los ritmos
de cada persona. Esta pedagogía debe integrar las riquezas de la
propuesta dirigida a todos con las formas tradicionales de ayuda
personal y de grupo, y con las formas más recientes ofrecidas en las
asociaciones y en los movimientos reconocidos por la Iglesia".
Dispongamos
por tanto nuestro corazón a ser "terreno bueno" para
escuchar, acoger y vivir la Palabra y dar así fruto. Cuanto más nos
unamos a Jesús con la oración, la Sagrada Escritura, la Eucaristía,
los Sacramentos celebrados y vividos en la Iglesia, con la
fraternidad vivida, tanto más crecerá en nosotros la alegría de
colaborar con Dios al servicio del Reino de misericordia y de verdad,
de justicia y de paz. Y la cosecha será abundante y en la medida de
la gracia que sabremos acoger con docilidad en nosotros. Con este
deseo, y pidiéndoos que recéis por mí, imparto de corazón a todos
la Bendición Apostólica”.