Ciudad
del Vaticano, 27 de febrero de 2016 (Vis).-El Papa visitó ayer tarde
por sorpresa la comunidad terapeútica San Carlo, cerca de
Castelgandolfo, que pertenece al Centro Italiano de Solidaridad,
fundado por el sacerdote Mario Picchi para prevenir y contrastar la
exclusión de las personas, en particular las afectadas por la
dependencia de drogas. La visita se enmarca en el ámbito de los
''viernes de la misericordia'', la iniciativa con que el Santo Padre
en el Año Jubilar cumple una de las obras de misericordia corporales
o espirituales.
En
la comunidad San Carlo viven 55 personas, en buena parte jóvenes,
que siguen un programa para liberarse de la dependencia de las
drogas. Francisco llegó a la comunidad sin avisar y la sorpresa fue
general; el Papa departió con los presentes, escucho sus historias y
les manifestó su cercanía. También les invitó a que no se dejasen
devorar por la ''metástasis'' de la droga, los abrazó, y les
explicó que el camino que han emprendido en ese centro les brinda
una posibilidad concreta para recomenzar una vida digna de ser
vivida. Francisco acentuó la necesidad de fiarse siempre de la
fuerza de la Misericorida que sostiene la peregrinación de todos y
que acompañándonos en las horas más frías, nos hace sentir el
calor de la presencia de Dios y reviste al ser humano de su dignidad.
El
arzobispo Rino Fisichella, Presidente del Pontificio Consejo para la
Promoción de la Nueva Evangelización, ha relacionado este
''viernes de la misericordia'' con la reciente visita apostólica del
Papa a México, caracterizada por una denuncia, fuerte e inequívoca,
del narcotráfico. ''Me preocupan tantos que, seducidos por la vacía
potencia del mundo, exaltan sus quimeras y se revisten de sus
símbolos macabros para comercializar la muerte...Os suplico que no
minusvaloreis el desafío ético y anti-cívico representado por el
narcotráfico para la juventud y para toda la sociedad, incluida la
Iglesia'', dijo Francisco durante ese viaje.
Pocos
días después de su regreso a Roma -ha agregado mons. Fisichella- el
Papa ha dado un signo visible y concreto de cuanto había afirmado en
la catedral de Ciudad de México acerca de la necesidad para los
pastores de la Iglesia de no refugiarse en condenas genéricas, sino
en acercarse a las periferias humanas y existenciales de las ciudades
e involucrar a las familias, las escuelas, las instituciones, la
comunidad política y las fuerzas de seguridad, en un serio proyecto
pastoral encaminado a la prevención de un fenómeno que se cobra
tantas vidas.
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