Ciudad
del Vaticano, 20 octubre 2012
(VIS).-Esta mañana, en la Sala Clementina del palacio apostólico,
el Santo Padre ha conferido a dos estudiosos de teología il “Premio
Ratzinger” instituido por la “Fundación Vaticana Joseph
Ratzinger - Benedetto XVI”.
Este
año el premio se ha otorgado al catedrático francés Rémi Brague,
laico, experto de Filosofía de las religiones y al sacerdote jesuita
Brian E. Daley, docente de Teología histórica.
Después
de la introducción de monseñor Giuseppe Antonio Scotti, Presidente
de la Fundación, y de la presentación de los premiados por parte
del cardenal Camillo Ruini, Presidente del Comité científico,
Benedicto XVI dirigió unas palabras a los presentes.
Los
dos galardonados -dijo- “son expertos y están comprometidos en dos
aspectos decisivos para la Iglesia en nuestro tiempo: el ecumenismo
y la confrontación con otras religiones. El padre Daley, estudiando
a fondo a los Padres de la Iglesia, se ha situado en la mejor escuela
para conocer y amar a la Iglesia, una e indivisible, incluso con la
riqueza de sus tradiciones diversas”. El profesor Brague es “un
gran estudioso de la filosofía de las religiones, en particular, de
la hebrea y de la islámica de la Edad Media. Por eso, cincuenta años
después de la apertura del Concilio Vaticano II, me gustaría releer
con ellos dos documentos conciliares: la declaración “Nostra
aetate”, sobre las religiones no cristianas y el decreto “Unitatis
redintegratio” sobre el ecumenismo, a los que añadiría otro
documento que ha revelado su importancia extraordinaria: la
declaración “Dignitatis humanae” sobre la libertad religiosa”.
Benedicto
XVI recordó que ambos premiados son “profesores universitarios,
muy comprometidos en la enseñanza”, subrayando la importancia de
esta faceta que demuestra “un aspecto de la coherencia de la
actividad de la Fundación”, que además del Premio promueve becas
para los doctorandos en Teología y congresos de estudios
universitarios.
“Personalidades
como la del padre Daley y la del profesor Brague -subrayó- son
ejemplares para la transmisión de un saber que une ciencia y
sabiduría, rigor científico y pasión por el ser humano, para que
descubra el “arte de vivir”. Y, precisamente, hoy nos hacen
falta personas como esas que, a través de una fe iluminada y vivida,
acerquen y hagan creíble a Dios a la humanidad de nuestros días
(...) Necesitamos personas cuyo intelecto esté iluminado por la luz
de Dios para que puedan hablar a la mente y al corazón de los
demás”.
“Trabajar
en la viña del Señor, a la que nos llama, para que los hombres y
las mujeres de nuestra época descubran “el arte de vivir” ha
sido también una de las grandes pasiones del Concilio Vaticano II,
más actual que nunca, en la tarea de la nueva evangelización”,
finalizó el Santo Padre.