CIUDAD DEL VATICANO, 24 MAR 2005 (VIS).-Hoy, Jueves Santo, a las 9,30 en la basílica vaticana, el cardenal Giovanni Battista Re, prefecto de la Congregación para los Obispos, presidió en nombre del Papa la Misa del Crisma que se celebra en este día en todas las iglesias catedrales del mundo. Concelebraron cardenales, obispos y sacerdotes que se encuentran en Roma en el período de Pascua.
Al inicio de la misa, el purpurado leyó un mensaje enviado por Juan Pablo II en el que aseguraba: "Desde mi apartamento, por medio de la televisión, estoy espiritualmente entre vosotros. Doy gracias a Dios con vosotros por el don y misterio de nuestro sacerdocio; junto a vosotros y a toda la familia de creyentes rezo para que no falten nunca en la Iglesia numerosos y santos sacerdotes".
En la homilía, el cardenal Re subrayó que en el Jueves Santo, los presbíteros y obispos renuevan "las promesas con las que nos hemos ligado a Cristo sacerdote en el día de nuestra ordenación y nos exige el compromiso y -diría- el gusto de vivir plenamente la belleza de nuestro ministerio, en el seguimiento de Cristo, alegremente dedicados al servicio de los demás".
"En este Año de la Eucaristía -continuó-, que nos ayuda a descubrir la belleza y la fuerza de la Eucaristía, resuenan con especial elocuencia en nuestra mente y en nuestro corazón las palabras de la encíclica 'Ecclesia de Eucharistia': 'La Iglesia vive de la Eucaristía': la Eucaristía es el 'centro y el núcleo del misterio de la Iglesia'; también debe ser el 'centro y el núcleo del ministerio sacerdotal'".
Tras poner de relieve que estas palabras fueron escritas por Juan Pablo II hace un par de años, dijo: "En su ausencia, el Papa está más que nunca presente en esta misa crismal. Le queremos dar las gracias por el testimonio que sigue dándonos también con su ejemplo de sereno abandono en Dios, que le asocia al misterio de la Cruz".
Después de la homilía, tuvo lugar la renovación de los promesas sacerdotales y la bendición del óleo utilizado para los catecúmenos, los enfermos y los confirmados.
A las 17,30, en la basílica vaticana, el cardenal Alfonso López Trujillo, presidente del Pontificio Consejo para la Familia, presidió en nombre del Papa la Santa Misa en la Cena del Señor. Durante la celebración eucarística tuvo lugar el lavatorio de los pies a doce presbíteros.
En un breve mensaje, leído al principio de la celebración eucarística, el Santo Padre escribía: "Con la mente y con el corazón estoy junto a vosotros" y recordaba que en esa noche de hace más de dos mil años Jesús "lavó primero los pies a los Apóstoles, queriendo darles el ejemplo de un amor que se hace servicio humilde y concreto. Después consagró el pan y el vino, como sacramento de su Cuerpo y de su Sangre, entregados en sacrificio por nuestra salvación".
En la homilía, el cardenal López afirmó que "el lavatorio de los pies es una prueba de amor total, decisivo y definitivo, 'hasta el extremo'. Sin perder la señoría debida a su condición de Hijo de Dios, el Señor se hace siervo y esta donación es sellada en la cruz donde el Cordero de Dios salva a la humanidad".
Tras subrayar que "en una cultura del placer, tan difundida, que experimenta un gran miedo al sufrimiento, el Maestro exige a los apóstoles que tomen la cruz", el purpurado dijo: "Estamos llamados a una profunda conversión a Dios y a los verdaderos valores, sin los que no habrá un futuro digno del ser humano, imagen de Dios, que mediante la redención alcanza la más alta dignidad de imagen: ser hijo de Dios".
El presidente del Pontificio Consejo para la Familia señaló que la Eucaristía "dilata el corazón de toda la familia humana por los más pobres y necesitados, que tienen derecho a una 'globalización de la solidaridad' y al reconocimiento y al respeto de los derechos del hombre y de los derechos de la familia, que son fundamentales. Los más débiles, inocentes, indefensos y enfermos son considerados a menudo un peso. El ser humano no es árbitro de la vida y no puede negar aquel don precioso. No podemos odiar lo que Dios ama".
"En este misterio de la Pascua -concluyó-, nuestra fervorosa oración es por el Santo Padre, denodado defensor y testigo de lo que es la auténtica calidad de vida, que tenemos que proclamar y defender, agradecidos al Señor de la vida por su servicio tan generoso a la Iglesia y a la humanidad".
Tras la homilía tuvo lugar el tradicional rito del lavatorio de los pies a doce sacerdotes.
Por petición del Papa, las ofertas de la misa se destinarán a las poblaciones de Venezuela afectadas por las devastadores inundaciones del pasado mes de febrero.
JPII-SEMANA SANTA/JUEVES SANTO/… VIS 20050330 (780)