CIUDAD DEL VATICANO, 20 MAR 2008 (VIS).-Hoy, Jueves Santo, el Papa presidió a las 9,30 en la basílica vaticana la Misa del Crisma, que se celebra en este día en todas las iglesias catedrales del mundo. Concelebraron con el Santo Padre los cardenales, obispos y sacerdotes que se encuentran en Roma. Tras la homilía tuvo lugar la renovación de las promesas sacerdotales y la bendición del óleo de los catecúmenos, de los enfermos y el crisma.
En la homilía, el Santo Padre afirmó que la misa del Crisma "nos exhorta a volver a repetir ese "sí" a la llamada de Dios, que pronunciamos en el día de nuestra ordenación sacerdotal".
En el Antiguo Testamento, explicó, se describen las tareas que definen la esencia del ministerio sacerdotal: "estar ante el Señor" y "servir".
El sacerdote, dijo, "debe estar en guardia frente a las potencias amenazadoras del mal. Debe tener al mundo despierto para Dios. Debe ser alguien que está de pie, erguido, frente a las corrientes del tiempo".
"Estar ante el Señor debe ser siempre, en lo más profundo, hacerse cargo de los hombres ante el Señor que, a su vez, se hace cargo de todos nosotros ante el Padre. Y debe ser un hacerse cargo de El, de Cristo, de su palabra, de su verdad, de su amor".
En segundo lugar, continuó, el sacerdote debe "servir"; en la celebración eucarística, "sirve", "realiza un servicio a Dios y un servicio a los hombres. El culto que Cristo rindió al Padre consistió en entregarse hasta el final por los hombres. El sacerdote debe integrarse en este culto, en este servicio".
"De este modo, la palabra "servir", implica "la recta celebración de la liturgia y de los sacramentos en general, realizada con participación interior". En este contexto, subrayó que si los sacerdotes "tienen familiaridad con la Palabra de Dios, la aman y la viven, entonces, podrán explicarla de modo adecuado".
El Santo Padre afirmó que "servir" significa también "cercanía, familiaridad", como la del siervo con su señor. "Esta familiaridad comporta también un peligro: que lo sagrado, con que nos encontramos continuamente, se convierta en rutina. Así se apaga el temor reverencial. Condicionados por todas las costumbres, no percibimos el hecho grande, nuevo, sorprendente, de que Él mismo esté presente, nos hable, se entregue a nosotros".
Servir "significa sobre todo obediencia", añadió. "La tentación de la humanidad es siempre la de querer ser totalmente autónoma, seguir sólo la propia voluntad y considerar que sólo así seremos libres; que sólo gracias a una libertad sin límites el hombre sería completamente hombre, llegaría a ser divino. Pero así nos ponemos en el lado opuesto de la verdad". Sólo somos libres, advirtió, si "compartimos nuestra libertad con los demás" y "si obedecemos a la voluntad de Dios".
Benedicto XVI concluyó haciendo hincapié en que los sacerdotes "no nos anunciamos a nosotros mismos, sino a Él y su Palabra. (...) Nuestra obediencia es creer con la Iglesia, pensar y hablar con la Iglesia, servir con ella".
A las 17,30, Benedicto XVI presidió en la basílica de San Juan de Letrán la concelebración de la Misa en la Cena del Señor. A imitación del gesto del Señor con los Apóstoles, el Papa lavó los pies a doce sacerdotes. Durante la presentación de los dones, se entregó al Santo Padre una oferta para sostener el orfanato "La edad de oro" de La Habana (Cuba)
Comentando en la homilía el gesto de Jesús que lava los pies a sus discípulos, el Papa habló de la necesidad de purificarnos interiormente, como condición para vivir la comunión con Dios y con los hermanos.
"Día tras día -dijo- estamos como recubiertos de suciedad multiforme, de palabras vacías, de prejuicios, de sabiduría reducida y alterada; una múltiple falsedad se filtra continuamente en nuestro ser más íntimo. Todo esto ofusca y contamina nuestra alma, nos amenaza con la incapacidad ante la verdad o el bien. Si acogemos las palabras de Jesús con el corazón atento, éstas se revelan cómo verdadera limpieza y purificación del alma".
El Santo Padre dijo que el Evangelio del lavatorio de los pies invita "a dejarnos siempre de nuevo lavar por esta agua pura, a ser capaces de la comunión con Dios y con los hermanos".
"El don y el ejemplo, que encontramos en el relato del lavatorio de los pies, son característicos del cristianismo en general. El cristianismo no es una especie de moralismo, un simple sistema ético. (...) Es ante todo don: Dios se dona a nosotros; no nos da algo, sino El mismo. (...) Por eso, el acto central del ser cristianos es la Eucaristía".
"Tenemos necesidad del "lavatorio de los pies", del lavatorio de los pecados de cada día, y por este motivo necesitamos confesar los pecados". En el sacramento de la Reconciliación "el Señor nos lava siempre de nuevo los pies sucios y nosotros podemos sentarnos a la mesa con Él".
Benedicto XVI terminó poniendo de relieve que "a esto nos exhorta el Jueves Santo: a no dejar que el rencor hacia los demás se convierta en veneno del alma. Nos exhorta a purificar continuamente nuestra memoria, perdonándonos de corazón los unos a los otros, lavándonos los pies unos a otros, para poder dirigirnos todos juntos hacia el banquete de Dios".
BXVI-SEMANA SANTA/JUEVES SANTO/… VIS 20080326 (890)