CIUDAD DEL VATICANO, 16 MAR 2003 (VIS) - Durante el Angelus de hoy, Juan Pablo II lanzó un fuerte llamamiento al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para evitar el empleo de las armas en Irak. "El uso de la fuerza debe ser el último recurso", dijo el Papa, e invitó al mismo tiempo a Irak a cooperar plenamente con la comunidad internacional. El Santo Padre recordó que había experimentado la guerra personalmente y exclamó: "!Nunca más la guerra¡".
El Papa comenzó su reflexión afirmando que "solo Cristo puede renovar los corazones y dar esperanza a los pueblos. La liturgia actual, al presentar el misterioso acontecimiento de la Transfiguración, nos hace experimentar el poder de su luz, que vence a la oscuridad de la duda y del mal".
"En esta perspectiva de fe, deseo renovar un fuerte llamamiento para multiplicar el compromiso de la oración y de la penitencia, para invocar de Cristo el don de su paz. Sin conversión del corazón no hay paz".
"Los próximos días ser n decisivos para la solución de la crisis irakí. Oremos, por tanto, al Señor para que inspire a todas las partes en causa valor y amplitud de miras. Ciertamente, los responsables políticos de Bagdad tienen el deber urgente de colaborar plenamente con la comunidad internacional para eliminar cualquier motivo de intervención armada. A ellos va mi encarecido llamamiento: ¡Que las suertes de vuestros compatriotas representen siempre una prioridad!".
"Pero quisiera recordar también a los países miembros de las Naciones Unidas, y en particular, a los que forman el Consejo de Seguridad, que el empleo de la fuerza representa el último recurso, tras haber agotado cualquier otra solución pacífica, según los sabidos principios de la Carta de la ONU".
"Por eso, frente a las consecuencias tremendas que una operación militar internacional tendría para la población de Irak y para el equilibrio de la entera región de Oriente Medio, sometida a tan duras pruebas, además de por el extremismo al que podría dar lugar, digo a todos: todavía hay tiempo para negociar; todavía hay lugar para la paz; nunca es demasiado tarde para comprenderse y proseguir las negociaciones".
"Reflexionar sobre los deberes propios, comprometerse en negociaciones efectivas no significa humillarse, sino trabajar con responsabilidad por la paz. Además, nosotros los cristianos, estamos convencidos de que la paz auténtica y duradera no es solo el fruto de acuerdos políticos y pactos entre individuos y pueblos, sino un don de Dios para cuantos se someten a El y aceptan con humildad y gratitud la luz de su amor".
Antes de despedirse de los fieles Juan Pablo II improvisó unas palabras: "Pertenezco a esa generación -dijo- que ha vivido la Segunda Guerra Mundial y ha sobrevivido. Tengo el deber de decir a todos los jóvenes, a los que son más jóvenes que yo, que no han vivido esta experiencia: '¡Nunca más la guerra!', como dijo Pablo VI en su primera visita a las Naciones Unidas. ¡Tenemos que hacer todo lo posible! Sabemos muy bien que no es posible la paz a cualquier precio. Pero sabemos también qué grande es esta responsabilidad. ¡Por eso, oración y penitencia!".
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