CIUDAD DEL VATICANO, 2 MAY 2010 (VIS).-El Papa realizó hoy una visita pastoral a Turín (Italia) con motivo de la ostensión de la Sábana Santa.
Después de un breve encuentro con los ciudadanos en la Plaza de San Carlos, el Santo Padre presidió a las 10.45 la celebración eucarística en este mismo lugar.
En la homilía, Benedicto XVI se refirió a las dificultades en la vida cristiana. En este sentido recordó "a cuantos viven concretamente su existencia en condiciones de precariedad, a causa de la falta de trabajo, de la incertidumbre ante el futuro, del sufrimiento físico y moral. Pienso en las familias, en los jóvenes, en las personas ancianas que con frecuencia viven en la soledad, en los marginados, en los inmigrantes".
A pesar de los numerosos problemas, continuó, "precisamente la certeza que nos ofrece la fe, la certeza de que no estamos solos, de que Dios ama a cada uno sin distinciones y está cerca de cada uno con su amor, hace posible afrontar, vivir y superar el cansancio de los problemas cotidianos".
El Papa exhortó a las familias "a vivir la dimensión cristiana del amor en las simples acciones cotidianas, en las relaciones familiares, superando divisiones e incomprensiones, a la hora de cultivar la fe que hace aún más firme la comunión".
"También deseo alentar el esfuerzo, con frecuencia difícil, de quien está llamado a administrar el bien público: la colaboración para alcanzar el bien común y hacer que la ciudad sea cada vez más humana y habitable es un signo de que el pensamiento cristiano sobre el ser humano nunca es contra su libertad, sino favorable a una mayor plenitud que solo halla su realización en una "civilización del amor".
El Santo Padre animó en particular a los jóvenes a "no perder nunca la esperanza, la que viene de Cristo resucitado, de la victoria de Dios sobre el pecado y la muerte".
Refiriéndose posteriormente a la Sábana Santa, el pontífice subrayó que "en ella vemos, como reflejados, nuestros padecimientos en los sufrimientos de Cristo. (...) Precisamente por este motivo, es un signo de esperanza: Cristo ha afrontado la cruz para poner un límite al mal; para hacernos entrever, en su Pascua, el anticipo de ese momento en el que también para nosotros toda lágrima será enjugada y ya no habrá muerte, ni luto, ni lamento, ni afán".
Benedicto XVI terminó exhortando a los fieles de Turín a "permanecer firmes en la fe que habéis recibido y que da sentido a la vida; a no perder nunca la luz de la esperanza en Cristo resucitado, que es capaz de transformar la realidad y hacer nuevo todo; a vivir en ciudades, en los barrios, en las comunidades, en las familias, de manera sencilla y concreta el amor de Dios: "Como yo es he amado, amaos también unos a otros".
Después de la misa y antes del Regina Coeli, el Papa se dirigió a María, que en Turín es venerada como patrona con el título de Virgen del Consuelo. "Confío a Ella esta ciudad y todos sus habitantes. Vela, María, por las familias y el mundo del trabajo; vela por quienes han perdido la fe o la esperanza; consuela a los enfermos, a los encarcelados y a todos los que sufren; sostiene, o Auxilio de los Cristianos, a los jóvenes, a los ancianos y a las personas con dificultades. Vela, o Madre de la Iglesia, por los pastores y por toda la comunidad de los creyentes, para que sean "sal y luz" en la sociedad".
PV-ITALIA/ VIS 20100503 (560)
Después de un breve encuentro con los ciudadanos en la Plaza de San Carlos, el Santo Padre presidió a las 10.45 la celebración eucarística en este mismo lugar.
En la homilía, Benedicto XVI se refirió a las dificultades en la vida cristiana. En este sentido recordó "a cuantos viven concretamente su existencia en condiciones de precariedad, a causa de la falta de trabajo, de la incertidumbre ante el futuro, del sufrimiento físico y moral. Pienso en las familias, en los jóvenes, en las personas ancianas que con frecuencia viven en la soledad, en los marginados, en los inmigrantes".
A pesar de los numerosos problemas, continuó, "precisamente la certeza que nos ofrece la fe, la certeza de que no estamos solos, de que Dios ama a cada uno sin distinciones y está cerca de cada uno con su amor, hace posible afrontar, vivir y superar el cansancio de los problemas cotidianos".
El Papa exhortó a las familias "a vivir la dimensión cristiana del amor en las simples acciones cotidianas, en las relaciones familiares, superando divisiones e incomprensiones, a la hora de cultivar la fe que hace aún más firme la comunión".
"También deseo alentar el esfuerzo, con frecuencia difícil, de quien está llamado a administrar el bien público: la colaboración para alcanzar el bien común y hacer que la ciudad sea cada vez más humana y habitable es un signo de que el pensamiento cristiano sobre el ser humano nunca es contra su libertad, sino favorable a una mayor plenitud que solo halla su realización en una "civilización del amor".
El Santo Padre animó en particular a los jóvenes a "no perder nunca la esperanza, la que viene de Cristo resucitado, de la victoria de Dios sobre el pecado y la muerte".
Refiriéndose posteriormente a la Sábana Santa, el pontífice subrayó que "en ella vemos, como reflejados, nuestros padecimientos en los sufrimientos de Cristo. (...) Precisamente por este motivo, es un signo de esperanza: Cristo ha afrontado la cruz para poner un límite al mal; para hacernos entrever, en su Pascua, el anticipo de ese momento en el que también para nosotros toda lágrima será enjugada y ya no habrá muerte, ni luto, ni lamento, ni afán".
Benedicto XVI terminó exhortando a los fieles de Turín a "permanecer firmes en la fe que habéis recibido y que da sentido a la vida; a no perder nunca la luz de la esperanza en Cristo resucitado, que es capaz de transformar la realidad y hacer nuevo todo; a vivir en ciudades, en los barrios, en las comunidades, en las familias, de manera sencilla y concreta el amor de Dios: "Como yo es he amado, amaos también unos a otros".
Después de la misa y antes del Regina Coeli, el Papa se dirigió a María, que en Turín es venerada como patrona con el título de Virgen del Consuelo. "Confío a Ella esta ciudad y todos sus habitantes. Vela, María, por las familias y el mundo del trabajo; vela por quienes han perdido la fe o la esperanza; consuela a los enfermos, a los encarcelados y a todos los que sufren; sostiene, o Auxilio de los Cristianos, a los jóvenes, a los ancianos y a las personas con dificultades. Vela, o Madre de la Iglesia, por los pastores y por toda la comunidad de los creyentes, para que sean "sal y luz" en la sociedad".