CIUDAD DEL VATICANO, 4 JUL 2010 (VIS).-Benedicto XVI realizó hoy una visita pastoral a Sulmona, en la región italiana de los Abruzos, con ocasión del octavo centenario del nacimiento de San Pedro Celestino V, el Papa ermitaño.
A las 10,00, presidió una concelebración eucarística en la Plaza Garibaldi, a la que asistieron unas 25.000 personas.
Refiriéndose al inicio de la homilía a las dificultades que deben afrontar cotidianamente, el Santo Padre aseguró su “cercanía y recuerdo en la oración”, en particular “a cuantos viven concretamente su existencia en condiciones de precariedad, a causa de la falta de trabajo, de la incertidumbre por el futuro, del sufrimiento físico y moral y del sentimiento de pérdida debido al terremoto del 6 de abril de 2009”.
Hablando de san Celestino V, llamado Pedro del Morrone, porque vivió retirado en un monte conocido con este nombre, hasta su elección como papa en 1294, el Papa destacó que “permanece en la historia, sobre todo, por su santidad”, que “no pierde nunca su fuerza atractiva, no cae en el olvido, no pasa nunca de moda. Al contrario, con el paso del tiempo, resplandece cada vez con mayor luminosidad, expresando la perenne tensión del hombre hacia Dios”.
Este santo, continuó, “desde su juventud fue un “buscador de Dios”, un hombre deseoso de encontrar respuestas a las grandes preguntas de nuestra existencia: ¿quién soy, de dónde vengo, por qué vivo, para quién vivo? (…) En el silencio exterior, pero sobre todo en el interior, consigue percibir la voz de Dios, capaz de orientar su vida”.
En este sentido, el Santo Padre afirmó que “vivimos en una sociedad en la que cada espacio, cada momento parece que tenga que “llenarse” de iniciativas, de actividades, de sonidos; a menudo no hay tiempo siquiera para escuchar y dialogar. No tengamos miedo de hacer silencio fuera y dentro de nosotros, si queremos ser capaces no sólo de percibir la voz de Dios, sino también la voz de quien está a nuestro lado, la voz de los demás”.
Otro de los aspectos de la vida de san Celestino fue el de la acción de la gracia: “lo que tenía, lo que era, no le venía de sí mismo: le había sido dado, era gracia, y era por ello también responsabilidad ante Dios y ante los demás”.
“Dios nos precede siempre, y en cada vida hay cosas bellas y buenas que podemos reconocer fácilmente como gracia suya. (…) Si aprendemos a conocer a Dios en su bondad infinita, entonces seremos capaces también de ver, con asombro, en nuestra vida -como los santos- los signos de ese Dios, que está siempre cerca de nosotros, que es siempre bueno con nosotros, que nos dice: ¡Ten fe en mí!”.
Benedicto XVI explicó que la cruz constituyó para Pedro del Morrone “el centro de su vida, le dio fuerza para afrontar las duras penitencias y los momentos más comprometidos, desde su juventud hasta su última hora. (…) Cuando fue elegido a la sede del Apóstol Pedro, quiso conceder una particular indulgencia, llamada “La Perdonanza”.
Este papa, añadió, “aún llevando una vida eremítica, no estaba “cerrado en sí mismo”, sino que estaba lleno de la pasión de llevar la buena noticia del Evangelio a los hermanos”.
En este sentido, afirmó que la misión de la Iglesia consiste en “el anuncio sereno, claro y valiente del mensaje evangélico -también en los momentos de persecución-, sin ceder ni a la fascinación de la moda, ni al de la violencia o de la imposición; el desapego de las preocupaciones por las cosas -el dinero y el vestido-, confiando en la Providencia del Padre; la atención y cuidado, en particular, hacia los enfermos en el cuerpo y en el espíritu”.
Terminada la misa y antes del rezo del Ángelus, el Santo Padre confió la Iglesia local a la Virgen, venerada en Sulmona con particular devoción en el Santuario de la “Madonna della Libera”. “Que pueda caminar unida y gozosa en el camino de la fe, de la esperanza y de la caridad. Que fiel a la herencia de san Pedro Celestino, sepa siempre unir la radicalidad evangélica y la misericordia, para que todos aquellos que buscan a Dios lo puedan encontrar”.
“En María, Virgen del silencio y de la escucha, san Pedro del Morrone encontró el modelo perfecto de obediencia a la voluntad divina, en una vida sencilla y humilde, dirigida a la búsqueda de lo que es verdaderamente esencial”.
“También nosotros, que vivimos en una época de mayores comodidades y posibilidades –terminó-, estamos llamados a apreciar un estilo de vida sobrio, para conservar más libres la mente y el corazón y poder compartir los bienes con los hermanos”.
Después del Ángelus, el Papa se dirigió a la Casa Sacerdotal del Centro pastoral diocesano de Sulmona para almorzar con los obispos de los Abruzos. La Casa Sacerdotal, destinada a acoger a los sacerdotes ancianos y enfermos, fue inaugurada este domingo tras los trabajos de restauración, y ha sido dedicada a Benedicto XVI.
PV-ITALIA/ VIS 20100705 (840)
A las 10,00, presidió una concelebración eucarística en la Plaza Garibaldi, a la que asistieron unas 25.000 personas.
Refiriéndose al inicio de la homilía a las dificultades que deben afrontar cotidianamente, el Santo Padre aseguró su “cercanía y recuerdo en la oración”, en particular “a cuantos viven concretamente su existencia en condiciones de precariedad, a causa de la falta de trabajo, de la incertidumbre por el futuro, del sufrimiento físico y moral y del sentimiento de pérdida debido al terremoto del 6 de abril de 2009”.
Hablando de san Celestino V, llamado Pedro del Morrone, porque vivió retirado en un monte conocido con este nombre, hasta su elección como papa en 1294, el Papa destacó que “permanece en la historia, sobre todo, por su santidad”, que “no pierde nunca su fuerza atractiva, no cae en el olvido, no pasa nunca de moda. Al contrario, con el paso del tiempo, resplandece cada vez con mayor luminosidad, expresando la perenne tensión del hombre hacia Dios”.
Este santo, continuó, “desde su juventud fue un “buscador de Dios”, un hombre deseoso de encontrar respuestas a las grandes preguntas de nuestra existencia: ¿quién soy, de dónde vengo, por qué vivo, para quién vivo? (…) En el silencio exterior, pero sobre todo en el interior, consigue percibir la voz de Dios, capaz de orientar su vida”.
En este sentido, el Santo Padre afirmó que “vivimos en una sociedad en la que cada espacio, cada momento parece que tenga que “llenarse” de iniciativas, de actividades, de sonidos; a menudo no hay tiempo siquiera para escuchar y dialogar. No tengamos miedo de hacer silencio fuera y dentro de nosotros, si queremos ser capaces no sólo de percibir la voz de Dios, sino también la voz de quien está a nuestro lado, la voz de los demás”.
Otro de los aspectos de la vida de san Celestino fue el de la acción de la gracia: “lo que tenía, lo que era, no le venía de sí mismo: le había sido dado, era gracia, y era por ello también responsabilidad ante Dios y ante los demás”.
“Dios nos precede siempre, y en cada vida hay cosas bellas y buenas que podemos reconocer fácilmente como gracia suya. (…) Si aprendemos a conocer a Dios en su bondad infinita, entonces seremos capaces también de ver, con asombro, en nuestra vida -como los santos- los signos de ese Dios, que está siempre cerca de nosotros, que es siempre bueno con nosotros, que nos dice: ¡Ten fe en mí!”.
Benedicto XVI explicó que la cruz constituyó para Pedro del Morrone “el centro de su vida, le dio fuerza para afrontar las duras penitencias y los momentos más comprometidos, desde su juventud hasta su última hora. (…) Cuando fue elegido a la sede del Apóstol Pedro, quiso conceder una particular indulgencia, llamada “La Perdonanza”.
Este papa, añadió, “aún llevando una vida eremítica, no estaba “cerrado en sí mismo”, sino que estaba lleno de la pasión de llevar la buena noticia del Evangelio a los hermanos”.
En este sentido, afirmó que la misión de la Iglesia consiste en “el anuncio sereno, claro y valiente del mensaje evangélico -también en los momentos de persecución-, sin ceder ni a la fascinación de la moda, ni al de la violencia o de la imposición; el desapego de las preocupaciones por las cosas -el dinero y el vestido-, confiando en la Providencia del Padre; la atención y cuidado, en particular, hacia los enfermos en el cuerpo y en el espíritu”.
Terminada la misa y antes del rezo del Ángelus, el Santo Padre confió la Iglesia local a la Virgen, venerada en Sulmona con particular devoción en el Santuario de la “Madonna della Libera”. “Que pueda caminar unida y gozosa en el camino de la fe, de la esperanza y de la caridad. Que fiel a la herencia de san Pedro Celestino, sepa siempre unir la radicalidad evangélica y la misericordia, para que todos aquellos que buscan a Dios lo puedan encontrar”.
“En María, Virgen del silencio y de la escucha, san Pedro del Morrone encontró el modelo perfecto de obediencia a la voluntad divina, en una vida sencilla y humilde, dirigida a la búsqueda de lo que es verdaderamente esencial”.
“También nosotros, que vivimos en una época de mayores comodidades y posibilidades –terminó-, estamos llamados a apreciar un estilo de vida sobrio, para conservar más libres la mente y el corazón y poder compartir los bienes con los hermanos”.
Después del Ángelus, el Papa se dirigió a la Casa Sacerdotal del Centro pastoral diocesano de Sulmona para almorzar con los obispos de los Abruzos. La Casa Sacerdotal, destinada a acoger a los sacerdotes ancianos y enfermos, fue inaugurada este domingo tras los trabajos de restauración, y ha sido dedicada a Benedicto XVI.
PV-ITALIA/ VIS 20100705 (840)