Ciudad
del Vaticano, 30 diciembre 2014
(VIS).-El Mensaje del Santo Padre para la XXIII Jornada Mundial del
Enfermo 2015 parte de una cita del libro de Job: '' Era yo los ojos
del ciego, y del cojo los pies'', explicada desde la perspectiva de
la ''sapientia cordis'', la sabiduría del corazón que ''no es un
conocimiento teórico, abstracto o fruto de razonamientos'', como
precisa Francisco, sino una ''actitud infundida por el Espíritu
Santo en la mente y en el corazón de quien sabe abrirse al
sufrimiento de los hermanos y reconoce en ellos la imagen de Dios''.
La
Jornada Mundial del Enfermo, instituida por san Juan Pablo II en
1992, se celebra el 11 de febrero, festividad de la Virgen de
Lourdes. Publicamos a continuación el texto íntegro del Mensaje :
''Queridos
hermanos y hermanas:
Con
ocasión de la XXIII Jornada Mundial de Enfermo, instituida por san
Juan Pablo II, me dirijo a vosotros que lleváis el peso de la
enfermedad y de diferentes modos estáis unidos a la carne de Cristo
sufriente; así como también a vosotros, profesionales y voluntarios
en el ámbito sanitario.
El
tema de este año nos invita a meditar una expresión del Libro de
Job: ''Era yo los ojos del ciego y del cojo los pies''. Quisiera
hacerlo en la perspectiva de la sapientia cordis, la sabiduría del
corazón.
Esta
sabiduría no es un conocimiento teórico, abstracto, fruto de
razonamientos. Antes bien, como la describe Santiago en su Carta, es
''pura, además pacífica, complaciente, dócil, llena de compasión
y buenos frutos, imparcial, sin hipocresía''. Por tanto, es una
actitud infundida por el Espíritu Santo en la mente y en el corazón
de quien sabe abrirse al sufrimiento de los hermanos y reconoce en
ellos la imagen de Dios. De manera que, hagamos nuestra la invocación
del Salmo: ''¡A contar nuestros días enséñanos / para que entre
la sabiduría en nuestro corazón!'' . En esta sapientia cordis, que
es don de Dios, podemos resumir los frutos de la Jornada Mundial del
Enfermo.
Sabiduría
del corazón es servir al hermano. En el discurso de Job que contiene
las palabras ''Era yo los ojos del ciego y del cojo los pies'', se
pone en evidencia la dimensión de servicio a los necesitados de
parte de este hombre justo, que goza de cierta autoridad y tiene un
puesto de relieve entre los ancianos de la ciudad. Su talla moral se
manifiesta en el servicio al pobre que pide ayuda, así como también
en el ocuparse del huérfano y de la viuda.
Cuántos
cristianos dan testimonio también hoy, no con las palabras, sino con
su vida radicada en una fe genuina, y son ''ojos del ciego'' y ''del
cojo los pies''. Personas que están junto a los enfermos que tienen
necesidad de una asistencia continuada, de una ayuda para lavarse,
para vestirse, para alimentarse. Este servicio, especialmente cuando
se prolonga en el tiempo, se puede volver fatigoso y pesado. Es
relativamente fácil servir por algunos días, pero es difícil
cuidar de una persona durante meses o incluso durante años, incluso
cuando ella ya no es capaz de agradecer. Y, sin embargo, ¡qué gran
camino de santificación es éste! En esos momentos se puede contar
de modo particular con la cercanía del Señor, y se es también un
apoyo especial para la misión de la Iglesia.
Sabiduría
del corazón es estar con el hermano. El tiempo que se pasa junto al
enfermo es un tiempo santo. Es alabanza a Dios, que nos conforma a la
imagen de su Hijo, el cual ''no ha venido para ser servido, sino para
servir y a dar su vida como rescate por muchos''. Jesús mismo ha
dicho: ''Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve''.
Pidamos
con fe viva al Espíritu Santo que nos otorgue la gracia de
comprender el valor del acompañamiento, con frecuencia silencioso,
que nos lleva a dedicar tiempo a estas hermanas y a estos hermanos
que, gracias a nuestra cercanía y a nuestro afecto, se sienten más
amados y consolados. En cambio, qué gran mentira se esconde tras
ciertas expresiones que insisten mucho en la ''calidad de vida'',
para inducir a creer que las vidas gravemente afligidas por
enfermedades no serían dignas de ser vividas.
Sabiduría
del corazón es salir de sí hacia el hermano. A veces nuestro mundo
olvida el valor especial del tiempo empleado junto a la cama del
enfermo, porque estamos apremiados por la prisa, por el frenesí del
hacer, del producir, y nos olvidamos de la dimensión de la
gratuidad, del ocuparse, del hacerse cargo del otro. En el fondo,
detrás de esta actitud hay frecuencia una fe tibia, que ha olvidado
aquella palabra del Señor, que dice: ''A mí me lo hicisteis''.
Por
esto, quisiera recordar una vez más ''la absoluta prioridad de la
“salida de sí hacia el otro” como uno de los mandamientos
principales que fundan toda norma moral y como el signo más claro
para discernir acerca del camino de crecimiento espiritual como
respuesta a la donación absolutamente gratuita de Dios''. De la
misma naturaleza misionera de la Iglesia brotan ''la caridad efectiva
con el prójimo, la compasión que comprende, asiste y promueve''.
Sabiduría
del corazón es ser solidarios con el hermano sin juzgarlo. La
caridad tiene necesidad de tiempo. Tiempo para curar a los enfermos y
tiempo para visitarles. Tiempo para estar junto a ellos, como
hicieron los amigos de Job: ''Luego se sentaron en el suelo junto a
él, durante siete días y siete noches. Y ninguno le dijo una
palabra, porque veían que el dolor era muy grande''. Pero los amigos
de Job escondían dentro de sí un juicio negativo sobre él:
pensaban que su desventura era el castigo de Dios por una culpa suya.
La caridad verdadera, en cambio, es participación que no juzga, que
no pretende convertir al otro; es libre de aquella falsa humildad que
en el fondo busca la aprobación y se complace del bien hecho.
La
experiencia de Job encuentra su respuesta auténtica sólo en la Cruz
de Jesús, acto supremo de solidaridad de Dios con nosotros,
totalmente gratuito, totalmente misericordioso. Y esta respuesta de
amor al drama del dolor humano, especialmente del dolor inocente,
permanece para siempre impregnada en el cuerpo de Cristo resucitado,
en sus llagas gloriosas, que son escándalo para la fe pero también
son verificación de la fe .
También
cuando la enfermedad, la soledad y la incapacidad predominan sobre
nuestra vida de donación, la experiencia del dolor puede ser lugar
privilegiado de la transmisión de la gracia y fuente para lograr y
reforzar la sapientia cordis. Se comprende así cómo Job, al final
de su experiencia, dirigiéndose a Dios puede afirmar: ''Yo te
conocía sólo de oídas, mas ahora te han visto mis ojos''. De igual
modo, las personas sumidas en el misterio del sufrimiento y del
dolor, acogido en la fe, pueden volverse testigos vivientes de una fe
que permite habitar el mismo sufrimiento, aunque con su inteligencia
el hombre no sea capaz de comprenderlo hasta el fondo.
Confío
esta Jornada Mundial del Enfermo a la protección materna de María,
que ha acogido en su seno y ha generado la Sabiduría encarnada,
Jesucristo, nuestro Señor.
Oh
María, Sede de la Sabiduría, intercede, como Madre nuestra por
todos los enfermos y los que se ocupan de ellos. Haz que en el
servicio al prójimo que sufre y a través de la misma experiencia
del dolor, podamos acoger y hacer crecer en nosotros la verdadera
sabiduría del corazón.
Acompaño
esta súplica por todos vosotros con la Bendición Apostólica''.