CIUDAD DEL VATICANO, 7 SEP 2007 (VIS).-A las 17,30, el Papa se trasladó en automóvil desde la nunciatura apostólica de Viena a la Hofburg, donde realizó una visita de cortesía al presidente de la República de Austria, Heinz Fischer.
Concluida la visita, el Santo Padre tuvo un encuentro con las autoridades y con el cuerpo diplomático en la sala de recepciones de la Hofburg. También estaban presentes representantes del mundo de la cultura, entre ellos los rectores de las universidades austriacas.
Tras una breve introducción musical y un saludo del presidente Fischer, Benedicto XVI pronunció un discurso.
El Papa afirmó que Austria "no solo ha vivido un notable progreso económico, sino que ha desarrollado también un modelo ejemplar de convivencia social". Los austriacos pueden estar orgullos de ello y "lo han demostrado no solo abriendo sus corazones a los pobres y necesitados en su tierra natal, sino también siendo generosos cuando se trata de manifestar solidaridad con motivo de catástrofes y de desgracias en el mundo".
"Después de los horrores de la guerra y las experiencias traumáticas del totalitarismo y de la dictadura -continuó-, Europa ha emprendido el camino hacia una unidad del Continente, capaz de asegurar un orden estable de paz y de justo desarrollo". Aunque la división se ha "superado políticamente, sin embargo el objetivo de la unidad se debe realizar en gran parte todavía en el corazón de las personas". La participación de los países de Europa central y oriental en el proceso de unificación, añadió, "es un ulterior estímulo para que se consolide en ellos la libertad, el estado de derecho y la democracia". Austria, "como país-puente, ha contribuido mucho a esta unificación".
Benedicto XVI subrayó que Europa "no puede y no debe negar sus raíces cristianas. (...) El cristianismo ha modelado profundamente este continente: de ello dan testimonio en todos los países, y especialmente en Austria, no solo las numerosas iglesias y los importantes monasterios. (...) Mariazell, el gran santuario nacional austriaco, es al mismo tiempo un lugar de encuentro para varios pueblos europeos. Es uno de aquellos lugares en los que los seres humanos han sacado y siguen sacando "fuerza de lo alto" para llevar una vida recta".
Hablando posteriormente del modelo de vida europeo, el Papa puso de relieve que se halla ante "un gran desafío": los políticos "tienen la urgente tarea y la gran responsabilidad de regular y limitar la globalización para evitar que se realice a costa de los países más pobres y de las personas pobres en los países ricos y en detrimento de las generaciones futuras".
El Santo Padre señaló que Europa "ha experimentado y sufrido (...) restricciones ideológicas de la filosofía, de la ciencia y también de la fe, el abuso de religión y razón para fines imperialistas, la degradación del ser humano por un materialismo teórico y práctico y la degeneración de la tolerancia en una indiferencia sin relación con los valores permanentes. Sin embargo, Europa se caracteriza por una capacidad de autocrítica que la distingue en el vasto panorama de las culturas del mundo".
El Papa se refirió entonces al "derecho humano fundamental, presupuesto de los demás: el derecho a la vida. Esto vale para la vida desde la concepción hasta su fin natural. Por eso, el aborto no puede ser un derecho humano; es lo contrario". En este contexto, hizo un llamamiento a los políticos para que "no permitan que los hijos sean considerados casos de enfermedad". Por otra parte, dijo, "hay que hacer todo lo posible para que los países europeos estén dispuestos de nuevo a acoger a los hijos" y a que faciliten "las condiciones para que las parejas jóvenes puedan educar a sus hijos". Para ello, continuó, "hay que crear de nuevo en nuestros países un clima de alegría y de confianza en la vida, en el que los hijos no sean vistos como un peso, sino como un don para todos".
"El debate sobre la llamada "ayuda activa a morir" supone -aseguró- una gran preocupación para mí. (...) La respuesta justa al sufrimiento al final de la vida es una atención amorosa, el acompañamiento hacia la muerte, en particular también con la ayuda de la medicina paliativa".
Benedicto XVI dijo que "Europa adquirirá una mayor conciencia de sí misma si asume una responsabilidad en el mundo que corresponda a su singular tradición espiritual, a sus recursos extraordinarios y a su gran poder económico. La Unión Europea debería asumir por tanto un papel de guía en la lucha contra la pobreza en el mundo y en su esfuerzo por promover la paz".
Los países europeos y la Unión Europea, prosiguió, "deberían hacer valer su relevancia política, por ejemplo frente a los urgentes desafíos que plantea Africa, a las inmensas tragedias de este continente, como el flagelo del SIDA, la situación en Darfur, la injusta explotación de los recursos naturales y el preocupante tráfico de armas. Asimismo, el compromiso político y diplomático de Europa y de sus países no puede olvidar la permanente grave situación de Oriente Medio, donde es necesaria la contribución de todos para favorecer el rechazo a la violencia, el diálogo recíproco y una convivencia realmente pacífica".
El Papa terminó su discurso haciendo hincapié en que "mucho de lo que Austria es y posee lo debe a la fe cristiana y a su rica influencia sobre las personas. (...) ¡Por eso es responsabilidad de todos asegurar que nunca llegue el día en el que solo las piedras de este país hablen de cristianismo! Una Austria sin una fe cristiana viva ya no sería Austria".
PV-AUSTRIA/CUERPO DIPLOMATICO/VIENA VIS 20070908 (920)
Concluida la visita, el Santo Padre tuvo un encuentro con las autoridades y con el cuerpo diplomático en la sala de recepciones de la Hofburg. También estaban presentes representantes del mundo de la cultura, entre ellos los rectores de las universidades austriacas.
Tras una breve introducción musical y un saludo del presidente Fischer, Benedicto XVI pronunció un discurso.
El Papa afirmó que Austria "no solo ha vivido un notable progreso económico, sino que ha desarrollado también un modelo ejemplar de convivencia social". Los austriacos pueden estar orgullos de ello y "lo han demostrado no solo abriendo sus corazones a los pobres y necesitados en su tierra natal, sino también siendo generosos cuando se trata de manifestar solidaridad con motivo de catástrofes y de desgracias en el mundo".
"Después de los horrores de la guerra y las experiencias traumáticas del totalitarismo y de la dictadura -continuó-, Europa ha emprendido el camino hacia una unidad del Continente, capaz de asegurar un orden estable de paz y de justo desarrollo". Aunque la división se ha "superado políticamente, sin embargo el objetivo de la unidad se debe realizar en gran parte todavía en el corazón de las personas". La participación de los países de Europa central y oriental en el proceso de unificación, añadió, "es un ulterior estímulo para que se consolide en ellos la libertad, el estado de derecho y la democracia". Austria, "como país-puente, ha contribuido mucho a esta unificación".
Benedicto XVI subrayó que Europa "no puede y no debe negar sus raíces cristianas. (...) El cristianismo ha modelado profundamente este continente: de ello dan testimonio en todos los países, y especialmente en Austria, no solo las numerosas iglesias y los importantes monasterios. (...) Mariazell, el gran santuario nacional austriaco, es al mismo tiempo un lugar de encuentro para varios pueblos europeos. Es uno de aquellos lugares en los que los seres humanos han sacado y siguen sacando "fuerza de lo alto" para llevar una vida recta".
Hablando posteriormente del modelo de vida europeo, el Papa puso de relieve que se halla ante "un gran desafío": los políticos "tienen la urgente tarea y la gran responsabilidad de regular y limitar la globalización para evitar que se realice a costa de los países más pobres y de las personas pobres en los países ricos y en detrimento de las generaciones futuras".
El Santo Padre señaló que Europa "ha experimentado y sufrido (...) restricciones ideológicas de la filosofía, de la ciencia y también de la fe, el abuso de religión y razón para fines imperialistas, la degradación del ser humano por un materialismo teórico y práctico y la degeneración de la tolerancia en una indiferencia sin relación con los valores permanentes. Sin embargo, Europa se caracteriza por una capacidad de autocrítica que la distingue en el vasto panorama de las culturas del mundo".
El Papa se refirió entonces al "derecho humano fundamental, presupuesto de los demás: el derecho a la vida. Esto vale para la vida desde la concepción hasta su fin natural. Por eso, el aborto no puede ser un derecho humano; es lo contrario". En este contexto, hizo un llamamiento a los políticos para que "no permitan que los hijos sean considerados casos de enfermedad". Por otra parte, dijo, "hay que hacer todo lo posible para que los países europeos estén dispuestos de nuevo a acoger a los hijos" y a que faciliten "las condiciones para que las parejas jóvenes puedan educar a sus hijos". Para ello, continuó, "hay que crear de nuevo en nuestros países un clima de alegría y de confianza en la vida, en el que los hijos no sean vistos como un peso, sino como un don para todos".
"El debate sobre la llamada "ayuda activa a morir" supone -aseguró- una gran preocupación para mí. (...) La respuesta justa al sufrimiento al final de la vida es una atención amorosa, el acompañamiento hacia la muerte, en particular también con la ayuda de la medicina paliativa".
Benedicto XVI dijo que "Europa adquirirá una mayor conciencia de sí misma si asume una responsabilidad en el mundo que corresponda a su singular tradición espiritual, a sus recursos extraordinarios y a su gran poder económico. La Unión Europea debería asumir por tanto un papel de guía en la lucha contra la pobreza en el mundo y en su esfuerzo por promover la paz".
Los países europeos y la Unión Europea, prosiguió, "deberían hacer valer su relevancia política, por ejemplo frente a los urgentes desafíos que plantea Africa, a las inmensas tragedias de este continente, como el flagelo del SIDA, la situación en Darfur, la injusta explotación de los recursos naturales y el preocupante tráfico de armas. Asimismo, el compromiso político y diplomático de Europa y de sus países no puede olvidar la permanente grave situación de Oriente Medio, donde es necesaria la contribución de todos para favorecer el rechazo a la violencia, el diálogo recíproco y una convivencia realmente pacífica".
El Papa terminó su discurso haciendo hincapié en que "mucho de lo que Austria es y posee lo debe a la fe cristiana y a su rica influencia sobre las personas. (...) ¡Por eso es responsabilidad de todos asegurar que nunca llegue el día en el que solo las piedras de este país hablen de cristianismo! Una Austria sin una fe cristiana viva ya no sería Austria".
PV-AUSTRIA/CUERPO DIPLOMATICO/VIENA VIS 20070908 (920)