CIUDAD DEL VATICANO, 28 OCT 2010 (VIS).-Los prelados de la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil (Región nordeste V), que han finalizado su quinquenal visita “ad limina”, fueron recibidos esta mañana por el Santo Padre.
“Hoy quisiera hablar con vosotros -dijo el Papa- de cómo la Iglesia, en su misión de servir de fermento de la sociedad humana mediante el Evangelio, enseña al ser humano su dignidad de hijo de Dios y su vocación a la unión con todos los hombres, de las cuales se derivan las exigencias de justicia y paz social conformes a la sabiduría divina”.
“Ante todo, el deber inmediato de actuar en favor de un orden justo en la sociedad es más bien propio de los fieles laicos, que, como ciudadanos libres y responsables, se esfuerzan por contribuir a una recta configuración de la vida social, respetando su legítima autonomía y el orden moral natural”, explicó el Santo Padre. “Vuestro deber, como obispos, junto con vuestro clero es mediato, ya que os compete contribuir a la purificación de la razón y al despertar moral de las fuerzas necesarias para construir una sociedad justa y fraterna. Sin embargo, cuando los derechos fundamentales de la persona o la salvación de las almas lo exigen, los pastores tienen el grave deber de emitir un juicio moral, incluso en temas políticos”.
“A la hora de formular estos juicios, los pastores deben tener en cuenta el valor absoluto de aquellos preceptos morales negativos que hacen moralmente inaceptable la elección de una determinada acción intrínsecamente mala e incompatible con la dignidad humana. Esa decisión no puede ser rescatada por la bondad de cualquier fin, intención, consecuencia o circunstancia. Por lo tanto, sería totalmente falsa e ilusoria cualquier defensa de los derechos humanos, políticos, económicos y sociales que no abarcase la vigorosa defensa del derecho a la vida desde la concepción hasta la muerte natural. En el ámbito de la defensa de los más débiles ¿quién es más indefenso que un niño no nacido o un paciente en estado vegetativo o terminal?”
“Cuando los proyectos políticos contemplan, de forma abierta o velada, la despenalización del aborto o la eutanasia, el ideal democrático -que es verdaderamente tal cuando reconoce y tutela la dignidad de toda persona humana- es traicionado en su misma base. Por lo tanto, queridos hermanos en el episcopado, a la hora de defender la vida “no debemos temer la hostilidad y la impopularidad, rechazando todo compromiso y ambigüedad que nos conformarían con la mentalidad de este mundo”, agregó el pontífice.
Para ayudar a los laicos a vivir su compromiso cristiano y socio-político de una manera unificada y coherente hacen falta -afirmó el Santo Padre - “una catequesis social y una formación adecuada en la doctrina social de la Iglesia. (...) Esto también significa que en algunas ocasiones, incluso los pastores deben recordar a todos los ciudadanos el derecho, que es también un deber, de utilizar libremente el voto para promover el bien común”.
“En este punto la política y la fe se encuentran. La fe tiene, sin duda, su naturaleza específica del encuentro con el Dios vivo, que abre nuevos horizontes mucho más allá de la esfera de la razón. (...) Sólo mediante el respeto, la promoción y la enseñanza incansable de la naturaleza trascendente del ser humano, se puede construir una sociedad justa. (...) Dios debe encontrar un lugar en la esfera pública, con específica referencia a la dimensión cultural, social, económica, y en particular política”, afirmó el Papa, citando su encíclica “Caritas in veritate”.
Benedicto XVI concluyó su discurso uniéndose al llamamiento de los obispos de Brasil en favor de la educación religiosa, y “más concretamente de la enseñanza plural y confesional de la religión en las escuelas públicas del Estado” y señalando que “la presencia de símbolos religiosos en la vida pública es a la vez recordatorio de la trascendencia del hombre y la garantía de su respeto. Tienen un valor particular en el caso de Brasil, donde la religión católica es parte integrante de su historia”.
AL/ VIS 20101028 (670)
“Hoy quisiera hablar con vosotros -dijo el Papa- de cómo la Iglesia, en su misión de servir de fermento de la sociedad humana mediante el Evangelio, enseña al ser humano su dignidad de hijo de Dios y su vocación a la unión con todos los hombres, de las cuales se derivan las exigencias de justicia y paz social conformes a la sabiduría divina”.
“Ante todo, el deber inmediato de actuar en favor de un orden justo en la sociedad es más bien propio de los fieles laicos, que, como ciudadanos libres y responsables, se esfuerzan por contribuir a una recta configuración de la vida social, respetando su legítima autonomía y el orden moral natural”, explicó el Santo Padre. “Vuestro deber, como obispos, junto con vuestro clero es mediato, ya que os compete contribuir a la purificación de la razón y al despertar moral de las fuerzas necesarias para construir una sociedad justa y fraterna. Sin embargo, cuando los derechos fundamentales de la persona o la salvación de las almas lo exigen, los pastores tienen el grave deber de emitir un juicio moral, incluso en temas políticos”.
“A la hora de formular estos juicios, los pastores deben tener en cuenta el valor absoluto de aquellos preceptos morales negativos que hacen moralmente inaceptable la elección de una determinada acción intrínsecamente mala e incompatible con la dignidad humana. Esa decisión no puede ser rescatada por la bondad de cualquier fin, intención, consecuencia o circunstancia. Por lo tanto, sería totalmente falsa e ilusoria cualquier defensa de los derechos humanos, políticos, económicos y sociales que no abarcase la vigorosa defensa del derecho a la vida desde la concepción hasta la muerte natural. En el ámbito de la defensa de los más débiles ¿quién es más indefenso que un niño no nacido o un paciente en estado vegetativo o terminal?”
“Cuando los proyectos políticos contemplan, de forma abierta o velada, la despenalización del aborto o la eutanasia, el ideal democrático -que es verdaderamente tal cuando reconoce y tutela la dignidad de toda persona humana- es traicionado en su misma base. Por lo tanto, queridos hermanos en el episcopado, a la hora de defender la vida “no debemos temer la hostilidad y la impopularidad, rechazando todo compromiso y ambigüedad que nos conformarían con la mentalidad de este mundo”, agregó el pontífice.
Para ayudar a los laicos a vivir su compromiso cristiano y socio-político de una manera unificada y coherente hacen falta -afirmó el Santo Padre - “una catequesis social y una formación adecuada en la doctrina social de la Iglesia. (...) Esto también significa que en algunas ocasiones, incluso los pastores deben recordar a todos los ciudadanos el derecho, que es también un deber, de utilizar libremente el voto para promover el bien común”.
“En este punto la política y la fe se encuentran. La fe tiene, sin duda, su naturaleza específica del encuentro con el Dios vivo, que abre nuevos horizontes mucho más allá de la esfera de la razón. (...) Sólo mediante el respeto, la promoción y la enseñanza incansable de la naturaleza trascendente del ser humano, se puede construir una sociedad justa. (...) Dios debe encontrar un lugar en la esfera pública, con específica referencia a la dimensión cultural, social, económica, y en particular política”, afirmó el Papa, citando su encíclica “Caritas in veritate”.
Benedicto XVI concluyó su discurso uniéndose al llamamiento de los obispos de Brasil en favor de la educación religiosa, y “más concretamente de la enseñanza plural y confesional de la religión en las escuelas públicas del Estado” y señalando que “la presencia de símbolos religiosos en la vida pública es a la vez recordatorio de la trascendencia del hombre y la garantía de su respeto. Tienen un valor particular en el caso de Brasil, donde la religión católica es parte integrante de su historia”.
AL/ VIS 20101028 (670)