CIUDAD DEL VATICANO, 10 OCT 2010 (VIS).-A las 9:30 de esta mañana, el Santo Padre Benedicto XVI ha presidido la concelebración de la Eucaristía con los Padres Sinodales, con ocasión de la Solemne Apertura de la Asamblea Especial para Oriente Medio del Sínodo de los Obispos, que se celebrará en el Aula del Sínodo del Vaticano hasta el 24 de octubre de 2010, sobre el tema: La Iglesia católica en Oriente Medio: comunión y testimonio. La multitud de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma”.
Con el Papa han concelebrado 177 Padres Sinodales y 69 colaboradores. Durante la plegaria eucarística subieron al altar los cardenales Nasrallah Pierre Sfeir, patriarca de Antioquía de los Maronitas (Líbano); Emmanuel III Delly, patriarca de Babilonia de los Caldeos (Irak); Leonardo Sandri, prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales; el patriarca de Antioquía de los Sirios (Líbano), Ignace Youssif III Younan; el patriarca de Alejandría de los Coptos (República Árabe de Egipto), Antonios Naguib; el arzobispo de Chipre de los Maronitas (Chipre), mons. Joseph Soueif.
“La Celebración eucarística, acción de gracias a Dios por excelencia, está marcada hoy para nosotros, reunidos en el Sepulcro de San Pedro, por un motivo extraordinario: la gracia de ver reunidos por primera vez en una Asamblea Sinodal, alrededor del Obispo de Roma y Pastor Universal, a los Obispos de la región medio oriental. Este singular evento demuestra el interés de toda la Iglesia por la valiosa y amada porción del Pueblo de Dios que vive en Tierra Santa y en todo Oriente Medio”, dijo el Papa al comienzo de su homilía.
“En esas tierras la única Iglesia de Cristo se expresa en la variedad de las Tradiciones litúrgicas, espirituales, culturales y disciplinarias de las seis venerables Iglesias Orientales Católicas “sui iuris”, como también en la Tradición latina. El fraterno saludo, que dirijo con gran afecto a los Patriarcas de cada una de ellas, quiere extenderse en este momento a todos los fieles confiados a sus cuidados pastorales en los respectivos Países y también en la diáspora”.
El Santo Padre, citando el Evangelio de San Lucas que narra la curación de diez leprosos y el segundo Libro de los Reyes, donde Yahvé sana al arameo Namán, afirmó que ofrecían “un tema de meditación que se aproxima de manera significativa al evento sinodal”.
El tema es, prosiguió, “La salvación es universal, pero pasa a través de una mediación determinada, histórica: la mediación del pueblo de Israel, que se convierte luego en la de Jesucristo y de la Iglesia. La puerta de la vida está abierta para todos pero, justamente, es una “puerta”, es decir un pasaje definido y necesario”.
“Dios es amor y quiere que todos los hombre participen de su vida; para realizar este diseño Él, que es Uno y Trino, crea en el mundo un misterio de comunión humano y divino, histórico y trascendente: lo crea con el “método” -por decirlo así- de la alianza, ligándose con amor fiel e interminable a los hombres, formando un pueblo santo que se convierta en una bendición para todas las familias de la tierra. Se revela así cómo el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob que quiere conducir a su pueblo a la “tierra” de la libertad y de la paz. Esta “tierra” no es de este mundo; todo el diseño divino excede a la historia, pero el Señor lo quiere construir con los hombres, por los hombres y en los hombres, a partir de las coordenadas de espacio y tiempo en las que ellos viven y que Él mismo ha dado”.
“De dichas coordenadas forma parte, con su especificidad, lo que nosotros llamamos “Oriente Medio”. Esta región del mundo también la ve Dios desde una perspectiva distinta, podríamos decir “desde lo alto”: es la tierra de Abraham, Isaac y Jacob; la tierra del éxodo y del regreso del exilio; la tierra del templo y de los profetas; la tierra en la que el Hijo Unigénito nació de María, donde vivió, murió y resucitó; la cuna de la Iglesia, constituida para llevar el Evangelio de Cristo hasta los confines del mundo. Y también nosotros, como creyentes, miramos a Oriente Medio con esta mirada, desde la perspectiva de la historia de la salvación”.
“Mirar esa parte del mundo desde la perspectiva de Dios -subrayó el Papa- significa reconocer en ella la “cuna” de un diseño universal de salvación en el amor, un misterio de comunión que se cumple en la libertad y por eso pide a los hombres una respuesta. Abraham, los profetas, la Virgen María son los protagonistas de esta respuesta, que tiene su último cumplimiento en Jesucristo, hijo de esa misma tierra, pero que bajó del Cielo. De Él, de su Corazón y de su Espíritu, ha nacido la Iglesia, que es peregrina en este mundo, pero que le pertenece. La Iglesia está constituida para ser, en medio de los hombres, signo e instrumento del único y universal proyecto salvífico de Dios; cumple esta misión sencillamente siendo ella misma, es decir, “comunión y testimonio”, como reza el tema de la Asamblea sinodal que hoy se abre”.
“Sin comunión no puede haber testimonio: el gran testimonio es precisamente la vida de comunión. (...) Esta comunión es la vida misma de Dios que se comunica en el Espíritu Santo, mediante Jesucristo. Es, por tanto, un don, no algo que ante todo tenemos que construir con nuestras fuerzas. Y precisamente por esto interpela nuestra libertad y espera nuestra respuesta: la comunión nos pide siempre la conversión, como don que debe ser acogido y cumplido cada vez mejor. Los primeros cristianos, en Jerusalén, eran pocos. Nadie habría podido imaginarse lo que ocurrió después. Y la Iglesia vive siempre de esa misma fuerza que la hizo ponerse en marcha y crecer. El Pentecostés es el acontecimiento originario, pero también es un dinamismo permanente, y el Sínodo de los Obispos es un momento privilegiado en el que se puede renovar en el camino de la Iglesia la gracia de Pentecostés, con el fin de que la Buena Nueva sea anunciada con franqueza y pueda ser recibida por todas las gentes”.
“Por consiguiente, la finalidad de esta Asamblea sinodal es sobre todo pastoral. Aunque no podemos ignorar la delicada y, a veces, dramática situación social y política de algunos países, los pastores de las Iglesias en Oriente Medio desean concentrarse en los aspectos ligados a su misión. (...) La vida eclesial, fortalecida de este modo, verá producir unos frutos muy positivos en el camino ecuménico con las otras Iglesias y Comunidades eclesiales presentes en Oriente Medio”.
“Es una ocasión propicia, además, para proseguir de forma constructiva el diálogo tanto con los judíos, con los cuales nos une de forma indisoluble la larga historia de la Alianza, como con los musulmanes. Los trabajos de la Asamblea sinodal están destinados también al testimonio de los cristianos a nivel personal, familiar y social. Esto exige que se refuerce su identidad cristiana mediante la Palabra de Dios y los Sacramentos. Todos deseamos que los fieles sientan la alegría de vivir en Tierra Santa, tierra bendecida por la presencia y por el glorioso misterio pascual del Señor Jesucristo”.
A lo largo de los siglos, esos Lugares ”han atraído a multitud de peregrinos y, también a comunidades religiosas masculinas y femeninas, que han considerado un gran privilegio poder vivir y dar testimonio en la Tierra de Jesús. A pesar de las dificultades, los cristianos de Tierra Santa están llamados a reavivar la conciencia de ser piedras vivas de la Iglesia en Oriente Medio, en los Lugares santos de nuestra salvación.
“Pero vivir de forma digna en la propia patria es, antes que nada -recordó el pontífice- un derecho humano fundamental: por ello, es necesario favorecer las condiciones de paz y justicia, indispensables para un desarrollo armonioso de todos los habitantes de la región. Todos, por lo tanto, están llamados a dar su contribución: la comunidad internacional, favoreciendo un camino fiable, leal y constructivo hacia la paz; las religiones presentes de forma mayoritaria en la región, promoviendo los valores espirituales y culturales que unen a los hombres y excluyen toda expresión de violencia”.
“Los cristianos -concluyó- seguirán dando su contribución no sólo con las obras de promoción social, como los institutos de educación y sanitarios sino, y sobre todo, con el espíritu de las Bienaventuranzas evangélicas, que anima a la práctica del perdón y la reconciliación. Con este compromiso tendrán siempre el apoyo de toda la Iglesia, como testifica de forma solemne la presencia aquí de los delegados de los episcopados de otros continentes”.
HML/ VIS 20101011 (1450)
Con el Papa han concelebrado 177 Padres Sinodales y 69 colaboradores. Durante la plegaria eucarística subieron al altar los cardenales Nasrallah Pierre Sfeir, patriarca de Antioquía de los Maronitas (Líbano); Emmanuel III Delly, patriarca de Babilonia de los Caldeos (Irak); Leonardo Sandri, prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales; el patriarca de Antioquía de los Sirios (Líbano), Ignace Youssif III Younan; el patriarca de Alejandría de los Coptos (República Árabe de Egipto), Antonios Naguib; el arzobispo de Chipre de los Maronitas (Chipre), mons. Joseph Soueif.
“La Celebración eucarística, acción de gracias a Dios por excelencia, está marcada hoy para nosotros, reunidos en el Sepulcro de San Pedro, por un motivo extraordinario: la gracia de ver reunidos por primera vez en una Asamblea Sinodal, alrededor del Obispo de Roma y Pastor Universal, a los Obispos de la región medio oriental. Este singular evento demuestra el interés de toda la Iglesia por la valiosa y amada porción del Pueblo de Dios que vive en Tierra Santa y en todo Oriente Medio”, dijo el Papa al comienzo de su homilía.
“En esas tierras la única Iglesia de Cristo se expresa en la variedad de las Tradiciones litúrgicas, espirituales, culturales y disciplinarias de las seis venerables Iglesias Orientales Católicas “sui iuris”, como también en la Tradición latina. El fraterno saludo, que dirijo con gran afecto a los Patriarcas de cada una de ellas, quiere extenderse en este momento a todos los fieles confiados a sus cuidados pastorales en los respectivos Países y también en la diáspora”.
El Santo Padre, citando el Evangelio de San Lucas que narra la curación de diez leprosos y el segundo Libro de los Reyes, donde Yahvé sana al arameo Namán, afirmó que ofrecían “un tema de meditación que se aproxima de manera significativa al evento sinodal”.
El tema es, prosiguió, “La salvación es universal, pero pasa a través de una mediación determinada, histórica: la mediación del pueblo de Israel, que se convierte luego en la de Jesucristo y de la Iglesia. La puerta de la vida está abierta para todos pero, justamente, es una “puerta”, es decir un pasaje definido y necesario”.
“Dios es amor y quiere que todos los hombre participen de su vida; para realizar este diseño Él, que es Uno y Trino, crea en el mundo un misterio de comunión humano y divino, histórico y trascendente: lo crea con el “método” -por decirlo así- de la alianza, ligándose con amor fiel e interminable a los hombres, formando un pueblo santo que se convierta en una bendición para todas las familias de la tierra. Se revela así cómo el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob que quiere conducir a su pueblo a la “tierra” de la libertad y de la paz. Esta “tierra” no es de este mundo; todo el diseño divino excede a la historia, pero el Señor lo quiere construir con los hombres, por los hombres y en los hombres, a partir de las coordenadas de espacio y tiempo en las que ellos viven y que Él mismo ha dado”.
“De dichas coordenadas forma parte, con su especificidad, lo que nosotros llamamos “Oriente Medio”. Esta región del mundo también la ve Dios desde una perspectiva distinta, podríamos decir “desde lo alto”: es la tierra de Abraham, Isaac y Jacob; la tierra del éxodo y del regreso del exilio; la tierra del templo y de los profetas; la tierra en la que el Hijo Unigénito nació de María, donde vivió, murió y resucitó; la cuna de la Iglesia, constituida para llevar el Evangelio de Cristo hasta los confines del mundo. Y también nosotros, como creyentes, miramos a Oriente Medio con esta mirada, desde la perspectiva de la historia de la salvación”.
“Mirar esa parte del mundo desde la perspectiva de Dios -subrayó el Papa- significa reconocer en ella la “cuna” de un diseño universal de salvación en el amor, un misterio de comunión que se cumple en la libertad y por eso pide a los hombres una respuesta. Abraham, los profetas, la Virgen María son los protagonistas de esta respuesta, que tiene su último cumplimiento en Jesucristo, hijo de esa misma tierra, pero que bajó del Cielo. De Él, de su Corazón y de su Espíritu, ha nacido la Iglesia, que es peregrina en este mundo, pero que le pertenece. La Iglesia está constituida para ser, en medio de los hombres, signo e instrumento del único y universal proyecto salvífico de Dios; cumple esta misión sencillamente siendo ella misma, es decir, “comunión y testimonio”, como reza el tema de la Asamblea sinodal que hoy se abre”.
“Sin comunión no puede haber testimonio: el gran testimonio es precisamente la vida de comunión. (...) Esta comunión es la vida misma de Dios que se comunica en el Espíritu Santo, mediante Jesucristo. Es, por tanto, un don, no algo que ante todo tenemos que construir con nuestras fuerzas. Y precisamente por esto interpela nuestra libertad y espera nuestra respuesta: la comunión nos pide siempre la conversión, como don que debe ser acogido y cumplido cada vez mejor. Los primeros cristianos, en Jerusalén, eran pocos. Nadie habría podido imaginarse lo que ocurrió después. Y la Iglesia vive siempre de esa misma fuerza que la hizo ponerse en marcha y crecer. El Pentecostés es el acontecimiento originario, pero también es un dinamismo permanente, y el Sínodo de los Obispos es un momento privilegiado en el que se puede renovar en el camino de la Iglesia la gracia de Pentecostés, con el fin de que la Buena Nueva sea anunciada con franqueza y pueda ser recibida por todas las gentes”.
“Por consiguiente, la finalidad de esta Asamblea sinodal es sobre todo pastoral. Aunque no podemos ignorar la delicada y, a veces, dramática situación social y política de algunos países, los pastores de las Iglesias en Oriente Medio desean concentrarse en los aspectos ligados a su misión. (...) La vida eclesial, fortalecida de este modo, verá producir unos frutos muy positivos en el camino ecuménico con las otras Iglesias y Comunidades eclesiales presentes en Oriente Medio”.
“Es una ocasión propicia, además, para proseguir de forma constructiva el diálogo tanto con los judíos, con los cuales nos une de forma indisoluble la larga historia de la Alianza, como con los musulmanes. Los trabajos de la Asamblea sinodal están destinados también al testimonio de los cristianos a nivel personal, familiar y social. Esto exige que se refuerce su identidad cristiana mediante la Palabra de Dios y los Sacramentos. Todos deseamos que los fieles sientan la alegría de vivir en Tierra Santa, tierra bendecida por la presencia y por el glorioso misterio pascual del Señor Jesucristo”.
A lo largo de los siglos, esos Lugares ”han atraído a multitud de peregrinos y, también a comunidades religiosas masculinas y femeninas, que han considerado un gran privilegio poder vivir y dar testimonio en la Tierra de Jesús. A pesar de las dificultades, los cristianos de Tierra Santa están llamados a reavivar la conciencia de ser piedras vivas de la Iglesia en Oriente Medio, en los Lugares santos de nuestra salvación.
“Pero vivir de forma digna en la propia patria es, antes que nada -recordó el pontífice- un derecho humano fundamental: por ello, es necesario favorecer las condiciones de paz y justicia, indispensables para un desarrollo armonioso de todos los habitantes de la región. Todos, por lo tanto, están llamados a dar su contribución: la comunidad internacional, favoreciendo un camino fiable, leal y constructivo hacia la paz; las religiones presentes de forma mayoritaria en la región, promoviendo los valores espirituales y culturales que unen a los hombres y excluyen toda expresión de violencia”.
“Los cristianos -concluyó- seguirán dando su contribución no sólo con las obras de promoción social, como los institutos de educación y sanitarios sino, y sobre todo, con el espíritu de las Bienaventuranzas evangélicas, que anima a la práctica del perdón y la reconciliación. Con este compromiso tendrán siempre el apoyo de toda la Iglesia, como testifica de forma solemne la presencia aquí de los delegados de los episcopados de otros continentes”.
HML/ VIS 20101011 (1450)