Ciudad
del Vaticano, 26 junio 2012
(VIS).-Benedicto XVI salió esta mañana a las 9,00 del helipuerto
vaticano para desplazarse a las zonas afectadas por el terremoto en
la región de Emilia Romagna, sometida, desde el pasado 20 de mayo a
fuertes temblores de tierra que han causado numerosos muertos y
centenares de heridos. El sisma ha obligado a miles de personas a
dejar sus hogares, ha dañado edificios históricos y perjudicado
gravemente la infraestructura y la economía de toda la zona.
El
helicóptero del Papa aterrizó poco después de las 10,15 en el
campo deportivo de San Marino de Carpi (Módena) donde fue acogido
por el obispo de la diócesis, monseñor Francesco Cavina y por el
Jefe del Departamento de la Protección Civil, Franco Gabrielli.
Después, a bordo de un minibus, se trasladó a la zona de Rovereto
di Novi, donde se detuvo unos momentos en la iglesia de Santa
Catalina de Alejandría, en cuyo derrumbe falleció el párroco Ivan
Martini. El Santo Padre, montado en un jeep, saludó a los presentes
hasta llegar al lugar del encuentro con la población en la plaza
central de Rovereto que contó con la presencia de los arzobispos y
obispos de las zonas afectadas: Bolonia, Carpi, Módena, Mantua,
Ferrara y Reggio-Emilia.
Siguen
amplios extractos del discurso que pronunció el pontífice:
“Desde
los primeros días del terremoto que os ha golpeado, he estado
siempre cerca de vosotros con la oración y el interés. Pero,
cuando he visto que las pruebas eran cada vez más duras, he sentido
con más fuerza la necesidad de venir en persona entre vosotros Y
doy gracias al Señor que me lo ha concedido. Saludo con gran afecto
a todos los que os habéis reunido aquí y abrazo con la mente y el
corazón a todos los pueblos y a todas las poblaciones que han
sufrido los daños del terremoto, especialmente a las familias y a
las comunidades que lloran a los muertos: el Señor los acoja en su
paz”.
“Sabía
que, además de sufrir las consecuencias materiales, vuestro ánimo
estaba sometido a duras pruebas, debido a las continuas sacudidas,
algunas de las cuales muy fuertes, y a la pérdida de algunos
edificios emblemáticos de vuestros pueblos, entre ellos,
especialmente, tantas iglesias. Aquí, en Rovereto de Novi, en el
derrumbamiento de la iglesia - que acabo de ver- perdió la vida el
sacerdote Ivan Martini. Le rindo homenaje y dirijo un saludo
particular a vosotros, queridos sacerdotes, y a todos los hermanos,
que estáis demostrando, como ya ha sucedido en otros momentos
difíciles de la historia de esta tierra, vuestro amor generoso por
el pueblo de Dios”.
“Como
sabréis los sacerdotes-, y también los religiosos y laicos -
rezamos todos los días con el 'Breviario' que contiene la Liturgia
de las Horas, la oración de la Iglesia, que jalona la jornada.
Oramos con los Salmos (...) ¿Por qué os lo digo? Porque estos
días rezando el Salmo 46, he encontrado esta frase: 'Dios es
nuestro refugio y fortaleza, / socorro fácil de encontrar en las
angustias / Por eso no tememos aunque se conmueva la tierra / y se
derrumben los montes en lo hondo del mar'. ¿Cuántas veces he leído
estas palabras? IUn sinfín! Y, sin embargo, en momentos como éste,
son un aldabonazo, porque tocan la carne viva; dan voz a una
experiencia que estáis atravesando y que comparten todos los que
rezan. Pero estas palabras del Salmo no me llaman la atención sólo
porque utilizan la imagen del terremoto, sino,sobre todo, por lo
que dicen acerca de nuestra actitud interior ante el trastorno de la
naturaleza: una actitud de gran seguridad, asentada en esa roca
firme, inquebrantable, que es Dios. Nosotros 'no tememos aunque se
conmueva la tierra' - dice el salmista -, porque 'Dios es nuestro
refugio y fortaleza' es 'socorro fácil de encontrar en las
angustias'”.
“Estas
palabras parecen estar en contradicción con el miedo que,
inevitablemente, se siente después de una experiencia como la que
habéis vivido. Es una reacción inmediata, que puede grabarse
profundamente si el fenómeno continúa. Pero, en realidad, el salmo
no se refiere a este tipo de miedo, y la seguridad de la que habla no
es la de los superhombres, a quienes no afectan sentimientos que son
normales. La seguridad de la que habla es la de la fe. Si, podemos
sentir miedo y ansiedad - los sintió incluso Jesús - pero
sentimos, sobre todo, la certeza de que Dios está conmigo (...) Su
amor es sólido como una roca. Este Amor lo vemos en Cristo
crucificado, que es el signo, al mismo tiempo, del dolor y del amor.
Es la revelación de Dios Amor, solidario con nosotros hasta la
humillación extrema”.
“Sobre
esta roca, con esta firme esperanza, se puede construir, se puede
reconstruir. Sobre los escombros de la guerra - no sólo materiales
- Italia fue reconstruida, ciertamente gracias también a las ayudas
recibidas, pero sobre todo gracias a la fe de tanta gente animada
por un espíritu de verdadera solidaridad; de la voluntad de dar un
futuro a las familias, un futuro de libertad y de paz. Sois gente
a la que todos los italianos estiman por vuestra humanidad, vuestra
sociabilidad, vuestra laboriosidad unida a la jovialidad. Todo ello
se ve sujeto ahora a duras pruebas a causa de una situación que ni
debe ni puede tocar lo que sois como pueblo, vuestra historia y
vuestra cultura. Permaneced fieles a vuestra vocación de gente
fraterna y solidaria, y haréis frente a todo con paciencia y
determinación, rechazando las tentaciones que, desgraciadamente,
acompañan momentos de debilidad y necesidad como éste”.
“La
situación que estáis viviendo ha puesto de manifiesto un aspecto
que me gustaría que tuvierais siempre presente: ¡No estáis y no
estaréis solos! En estos días, en medio de tanta destrucción y
dolor, habéis visto y sentido que tanta gente os ha expresado
cercanía, solidaridad, afecto; y todo ello a través de tantos
signos y ayudas concretas. Mi presencia entre vosotros quiere ser uno
de estos signos de amor y esperanza. Contemplando vuestras tierras he
sentido una fuerte emoción frente a tantas heridas, pero he visto
también tantas manos que las quieren curar, junto a vosotros; he
visto que la vida comienza de nuevo, quiere empezar de nuevo con
fuerza y coraje, y este es el signo más bello y luminoso”.
“Desde
este lugar me gustaría lanzar un enérgico llamamiento a las
instituciones y a todos los ciudadanos, para que sean, a pesar de
las dificultades del momento, como el buen samaritano del Evangelio,
que no pasa indiferente ante los necesitados, sino que con amor se
inclina, socorre y acompaña, haciéndose cargo hasta el final de las
necesidades de los demás. La Iglesia está y estará cerca de
vosotros, con su oración y la ayuda concreta de sus organizaciones,
en particular Cáritas, comprometida también en la reconstrucción
del tejido social de las parroquias”.
Finalizado
el discurso, el Santo Padre saludó a los representantes de las
diversas categorías presentes y a las 12, desde el campo deportivo
de San Marino de Carpi, emprendió el regreso a Roma, donde llegó
poco después de las 13,30.