CIUDAD DEL VATICANO, 26 MAR 2011 (VIS).-Publicamos a continuación el texto completo del vídeo mensaje dirigido por el Santo Padre a los participantes en el “Patio de los Gentiles”, el encuentro de diálogo con los no creyentes promovido por el Pontificio Consejo de la Cultura, dedicado al tema: “Ilustración, religión, razón común”, que concluyó en París ayer viernes por la noche, ante la catedral de Notre-Dame. El vídeo fue televisado en pantallas gigantes colocadas en los lados de la plaza.
“¡Queridos jóvenes, queridos amigos!
Sé que os habéis reunido numerosos ante Notre-Dame de París, siguiendo la invitación del cardenal André Vingt-Trois, arzobispo de París, y del cardenal Gianfranco Ravasi, presidente del Pontificio Consejo de la Cultura. Os saludo a todos, sin olvidar a nuestros hermanos y amigos de la Comunidad de Taizé. Doy las gracias al Pontificio Consejo por haber acogido y dado curso a mi invitación de abrir en la Iglesia “patios de los gentiles", una imagen que evoca el espacio abierto en la vasta explanada junto al Templo de Jerusalén, que permitía a todos aquellos que no compartían la fe de Israel acercarse al Templo e interrogarse sobre la religión. En aquel lugar podían encontrarse con los escribas, hablar de la fe y también rezar al Dios desconocido para ellos. Y si, en aquella época, el patio era al mismo tiempo un lugar de exclusión, ya que los “Gentiles” no tenían derecho a entrar en el espacio sagrado, Cristo Jesús vino para “destruir la barrera que separaba” a judíos y gentiles. “Reconciliar con Dios a ambos en un solo Cuerpo, por medio de la cruz, dando en sí mismo muerte a la Enemistad. Vino a anunciar la paz”, como San Pablo nos dice.
En el corazón de la Ciudad de las Luces, frente a esta magnífica obra maestra de la cultura religiosa francesa, Notre-Dame de París, se abre un gran espacio para dar un nuevo impulso al encuentro respetuoso y amistoso entre personas de creencias diferentes. Vosotros jóvenes, creyentes y no creyentes, queréis estar juntos, esta noche como en la vida cotidiana, para encontraros y hablar de los grandes interrogantes de la existencia humana. Hoy en día, muchos reconocen que no pertenecen a ninguna religión, pero desean un mundo nuevo y más libre, más justo y más solidario, más pacífico y más feliz. Dirigiéndome a vosotros, tomo en consideración todo lo que tenéis que deciros: vosotros, los no creyentes, queréis interpelar a los creyentes, exigiéndoles, en particular, el testimonio de una vida que sea coherente con lo que profesan, y rechazando cualquier desviación de la religión que la volvería inhumana. Vosotros, los creyentes, queréis decir a vuestros amigos que este tesoro encerrado en vosotros, merece ser compartido, merece una pregunta, merece que se reflexione sobre él. ¡La cuestión de Dios no es un peligro para la sociedad, no pone en peligro la vida humana! La cuestión de Dios no debe estar ausente de los grandes interrogantes de nuestro tiempo.
Queridos amigos, tenéis que construir puentes entre vosotros. Tenéis que aprovechar la oportunidad que se os presenta para encontrar, en lo más profundo de vuestras conciencias, con una reflexión sólida y razonada, los caminos de un diálogo precursor y profundo. Tenéis mucho que deciros unos a otros. No cerréis vuestras conciencias frente a los retos y problemas que tenéis ante vosotros.
Estoy profundamente convencido de que el encuentro entre la realidad de la fe y de la razón permite que el ser humano se encuentre a sí mismo. Pero demasiado a menudo la razón se doblega a la presión de los intereses y los atractivos del utilitarismo, obligada a reconocerlo como criterio último. La búsqueda de la verdad no es fácil. Y si cada uno está llamado a elegir, con valentía, la verdad, es porque no hay atajos a la felicidad y la belleza de una vida perfecta. Jesús lo dice en el Evangelio: “La verdad os hará libres.”
Queridos jóvenes, es tarea vuestra que en vuestros países y en Europa, creyentes y no creyentes reencuentren el camino del diálogo. Las religiones no pueden tener miedo de una laicidad justa, una laicidad abierta que permita a cada uno y a cada una vivir lo que cree, de acuerdo con su conciencia. Si se trata de construir un mundo de libertad, igualdad y fraternidad, creyentes y no creyentes tienen que sentirse libres de ser, iguales en sus derechos de vivir su vida personal y comunitaria con fidelidad a sus convicciones, y tienen que ser hermanos entre sí. Una de las razones de ser de este Patio de los Gentiles es la de actuar a favor de esta fraternidad más allá de las convicciones, pero sin negar las diferencias. Y, todavía más profundamente, reconociendo que solo Dios, en Cristo, libera interiormente y nos permite reencontrarnos en la verdad como hermanos.
La primera actitud que hay que tener o las acciones que podéis realizar conjuntamente es respetar, ayudar y amar a todo ser humano, porque es criatura de Dios y en un cierto modo el camino que conduce a El. Siguiendo lo que vivís esta noche, contribuid a derribar las barreras del miedo del otro, del extranjero, de aquel que no se os parece, miedo que nace a menudo de la ignorancia mutua, del escepticismo o de la indiferencia. Procurad estrechar los lazos con todos los jóvenes sin distinción, es decir, sin olvidar los que viven en la pobreza o en la soledad, los que sufren por culpa del paro, padecen una enfermedad o se sienten al margen de la sociedad.
Queridos jóvenes, no es sólo vuestra experiencia de vida lo que podéis compartir, también vuestro modo de acercaros a la oración. Creyentes y no creyentes, presentes en este patio de lo Desconocido, estáis invitados a penetrar también en el espacio sagrado, franquear el magnífico pórtico de Notre-Dame y entrar en la catedral para hacer un rato de oración. Esta oración será para algunos de vosotros una oración a un Dios conocido en la fe, pero también puede ser para otros una oración al Dios Desconocido. Uniéndoos a aquellas y aquellos que en Notre-Dame van a rezar, en este día de la Anunciación del Señor, queridos jóvenes que no creéis, abrid vuestros corazones a los textos sagrados, dejaos interpelar por la belleza de los cantos, y si lo deseáis, dejad que los sentimientos que están en vosotros se eleven hacia el Dios Desconocido.
Me alegro de haber podido hablaros esta noche en esta inauguración del patio de los Gentiles. Espero que querréis responder a otras citas que os propongo, especialmente la Jornada Mundial de la Juventud que tendrá lugar este verano en Madrid. El Dios que los creyentes aprenden a conocer os invita a descubrirlo y vivirlo siempre más. ¡No tengáis miedo! En el camino de un nuevo mundo que recorréis juntos, sed buscadores del Absoluto y buscadores de Dios, también vosotros para quienes Dios es el Dios Desconocido. Y que Aquel, que ama a cada uno y cada una de vosotros, os bendiga y os guarde. Él cuenta con vosotros para cuidar de los demás y el futuro, ¡y vosotros podéis contar con Él!”.
MESS/ VIS 20110328 (1190)
“¡Queridos jóvenes, queridos amigos!
Sé que os habéis reunido numerosos ante Notre-Dame de París, siguiendo la invitación del cardenal André Vingt-Trois, arzobispo de París, y del cardenal Gianfranco Ravasi, presidente del Pontificio Consejo de la Cultura. Os saludo a todos, sin olvidar a nuestros hermanos y amigos de la Comunidad de Taizé. Doy las gracias al Pontificio Consejo por haber acogido y dado curso a mi invitación de abrir en la Iglesia “patios de los gentiles", una imagen que evoca el espacio abierto en la vasta explanada junto al Templo de Jerusalén, que permitía a todos aquellos que no compartían la fe de Israel acercarse al Templo e interrogarse sobre la religión. En aquel lugar podían encontrarse con los escribas, hablar de la fe y también rezar al Dios desconocido para ellos. Y si, en aquella época, el patio era al mismo tiempo un lugar de exclusión, ya que los “Gentiles” no tenían derecho a entrar en el espacio sagrado, Cristo Jesús vino para “destruir la barrera que separaba” a judíos y gentiles. “Reconciliar con Dios a ambos en un solo Cuerpo, por medio de la cruz, dando en sí mismo muerte a la Enemistad. Vino a anunciar la paz”, como San Pablo nos dice.
En el corazón de la Ciudad de las Luces, frente a esta magnífica obra maestra de la cultura religiosa francesa, Notre-Dame de París, se abre un gran espacio para dar un nuevo impulso al encuentro respetuoso y amistoso entre personas de creencias diferentes. Vosotros jóvenes, creyentes y no creyentes, queréis estar juntos, esta noche como en la vida cotidiana, para encontraros y hablar de los grandes interrogantes de la existencia humana. Hoy en día, muchos reconocen que no pertenecen a ninguna religión, pero desean un mundo nuevo y más libre, más justo y más solidario, más pacífico y más feliz. Dirigiéndome a vosotros, tomo en consideración todo lo que tenéis que deciros: vosotros, los no creyentes, queréis interpelar a los creyentes, exigiéndoles, en particular, el testimonio de una vida que sea coherente con lo que profesan, y rechazando cualquier desviación de la religión que la volvería inhumana. Vosotros, los creyentes, queréis decir a vuestros amigos que este tesoro encerrado en vosotros, merece ser compartido, merece una pregunta, merece que se reflexione sobre él. ¡La cuestión de Dios no es un peligro para la sociedad, no pone en peligro la vida humana! La cuestión de Dios no debe estar ausente de los grandes interrogantes de nuestro tiempo.
Queridos amigos, tenéis que construir puentes entre vosotros. Tenéis que aprovechar la oportunidad que se os presenta para encontrar, en lo más profundo de vuestras conciencias, con una reflexión sólida y razonada, los caminos de un diálogo precursor y profundo. Tenéis mucho que deciros unos a otros. No cerréis vuestras conciencias frente a los retos y problemas que tenéis ante vosotros.
Estoy profundamente convencido de que el encuentro entre la realidad de la fe y de la razón permite que el ser humano se encuentre a sí mismo. Pero demasiado a menudo la razón se doblega a la presión de los intereses y los atractivos del utilitarismo, obligada a reconocerlo como criterio último. La búsqueda de la verdad no es fácil. Y si cada uno está llamado a elegir, con valentía, la verdad, es porque no hay atajos a la felicidad y la belleza de una vida perfecta. Jesús lo dice en el Evangelio: “La verdad os hará libres.”
Queridos jóvenes, es tarea vuestra que en vuestros países y en Europa, creyentes y no creyentes reencuentren el camino del diálogo. Las religiones no pueden tener miedo de una laicidad justa, una laicidad abierta que permita a cada uno y a cada una vivir lo que cree, de acuerdo con su conciencia. Si se trata de construir un mundo de libertad, igualdad y fraternidad, creyentes y no creyentes tienen que sentirse libres de ser, iguales en sus derechos de vivir su vida personal y comunitaria con fidelidad a sus convicciones, y tienen que ser hermanos entre sí. Una de las razones de ser de este Patio de los Gentiles es la de actuar a favor de esta fraternidad más allá de las convicciones, pero sin negar las diferencias. Y, todavía más profundamente, reconociendo que solo Dios, en Cristo, libera interiormente y nos permite reencontrarnos en la verdad como hermanos.
La primera actitud que hay que tener o las acciones que podéis realizar conjuntamente es respetar, ayudar y amar a todo ser humano, porque es criatura de Dios y en un cierto modo el camino que conduce a El. Siguiendo lo que vivís esta noche, contribuid a derribar las barreras del miedo del otro, del extranjero, de aquel que no se os parece, miedo que nace a menudo de la ignorancia mutua, del escepticismo o de la indiferencia. Procurad estrechar los lazos con todos los jóvenes sin distinción, es decir, sin olvidar los que viven en la pobreza o en la soledad, los que sufren por culpa del paro, padecen una enfermedad o se sienten al margen de la sociedad.
Queridos jóvenes, no es sólo vuestra experiencia de vida lo que podéis compartir, también vuestro modo de acercaros a la oración. Creyentes y no creyentes, presentes en este patio de lo Desconocido, estáis invitados a penetrar también en el espacio sagrado, franquear el magnífico pórtico de Notre-Dame y entrar en la catedral para hacer un rato de oración. Esta oración será para algunos de vosotros una oración a un Dios conocido en la fe, pero también puede ser para otros una oración al Dios Desconocido. Uniéndoos a aquellas y aquellos que en Notre-Dame van a rezar, en este día de la Anunciación del Señor, queridos jóvenes que no creéis, abrid vuestros corazones a los textos sagrados, dejaos interpelar por la belleza de los cantos, y si lo deseáis, dejad que los sentimientos que están en vosotros se eleven hacia el Dios Desconocido.
Me alegro de haber podido hablaros esta noche en esta inauguración del patio de los Gentiles. Espero que querréis responder a otras citas que os propongo, especialmente la Jornada Mundial de la Juventud que tendrá lugar este verano en Madrid. El Dios que los creyentes aprenden a conocer os invita a descubrirlo y vivirlo siempre más. ¡No tengáis miedo! En el camino de un nuevo mundo que recorréis juntos, sed buscadores del Absoluto y buscadores de Dios, también vosotros para quienes Dios es el Dios Desconocido. Y que Aquel, que ama a cada uno y cada una de vosotros, os bendiga y os guarde. Él cuenta con vosotros para cuidar de los demás y el futuro, ¡y vosotros podéis contar con Él!”.
MESS/ VIS 20110328 (1190)