Ciudad
del Vaticano, 12 de abril 2015 (Vis).–Al final de la misa celebrada
en la basílica de San Pedro por el centenario del “martirio”
(Metz Yeghern) armenio y la proclamación como Doctor de la Iglesia
de san Gregorio de Narek, el Papa encontró en la Capilla de la
Piedad a Su Santidad Karekin II, Patriarca Supremo y Catolicós de
Todos los Armenios, a Su Santidad. Aram I, Catolicós de la Gran
Casa de Cilicia, a Su Beatitud Nerses Bedros XIX Tarmouni, Patriarca
de Cilicia de los Armenios Católicos y al Presidente de la República
de Armenia,Serž Sargsyan. A todos les entregó, en copia firmada, en
italiano con la traducción en armenio, el
mensaje que había leido al inicio del rito y cuyo texto
reproducimos a continuación:
''Queridos
hermanos y hermanas armenios, Queridos hermanos y hermanas:
En
varias ocasiones he definido este tiempo como un tiempo de guerra,
como una tercera guerra mundial “por partes”, en la que asistimos
cotidianamente a crímenes atroces, a sangrientas masacres y a la
locura de la destrucción. Desgraciadamente todavía hoy oímos el
grito angustiado y desamparado de muchos hermanos y hermanas
indefensos, que a causa de su fe en Cristo o de su etnia son pública
y cruelmente asesinados –decapitados, crucificados, quemados
vivos–, o bien obligados a abandonar su tierra.
También
hoy estamos viviendo una especie de genocidio causado por la
indiferencia general y colectiva, por el silencio cómplice de Caín
que clama: ''¿A mí qué me importa?'', ''¿Soy yo el guardián de
mi hermano?''.
La
humanidad conoció en el siglo pasado tres grandes tragedias
inauditas: la primera, que generalmente es considerada como ''el
primer genocidio del siglo XX'' (Juan Pablo II y Karekin II,
Declaración conjunta, Etchmiazin, 27 de septiembre de 2001), afligió
a vuestro pueblo armenio –primera nación cristiana–, junto a los
sirios católicos y ortodoxos, los asirios, los caldeos y los
griegos. Fueron asesinados obispos, sacerdotes, religiosos, mujeres,
hombres, ancianos e incluso niños y enfermos indefensos. Las otras
dos fueron perpetradas por el nazismo y el estalinismo. Y más
recientemente ha habido otros exterminios masivos, como los de
Camboya, Ruanda, Burundi, Bosnia. Y, sin embargo, parece que la
humanidad no consigue dejar de derramar sangre inocente. Parece que
el entusiasmo que surgió al final de la segunda guerra mundial está
desapareciendo y disolviéndose. Da la impresión de que la familia
humana no quiere aprender de sus errores, causados por la ley del
terror; y así aún hoy hay quien intenta acabar con sus semejantes,
con la colaboración de algunos y con el silencio cómplice de otros
que se convierten en espectadores. No hemos aprendido todavía que
''la guerra es una locura, una masacre inútil'' .
Queridos
fieles armenios, hoy recordamos, con el corazón traspasado de dolor,
pero lleno de esperanza en el Señor Resucitado, el centenario de
aquel trágico hecho, de aquel exterminio terrible y sin sentido, que
vuestros antepasados padecieron cruelmente. Es necesario recordarlos,
es más, es obligado recordarlos, porque donde se pierde la memoria
quiere decir que el mal mantiene aún la herida abierta; esconder o
negar el mal es como dejar que una herida siga sangrando sin curarla.
Os
saludo con afecto y os agradezco vuestro testimonio. Saludo y
agradezco la presencia del señor Serž Sargsyan, Presidente de la
República de Armenia. Saludo cordialmente también a mis hermanos
Patriarcas y Obispos: Su Santidad Karekin II, Patriarca supremo y
Catolicós de todos los armenios; Su Santidad Aram I, Catolicós de
la Gran Casa de Cilicia; Su Beatitud Nerses Bedros XIX, Patriarca de
Cilicia de los Armenios Católicos; los dos Catolicosados de la
Iglesia Apostólica Armenia y el Patriarcado de la Iglesia
Armenio-Católica.
Con
la firme certeza de que el mal nunca proviene de Dios, infinitamente
Bueno, y firmes en la fe, profesamos que la crueldad nunca puede ser
atribuida a la obra de Dios y, además, no debe encontrar, en ningún
modo, en su santo Nombre justificación alguna. Vivamos juntos esta
celebración con los ojos fijos en Jesucristo Resucitado, Vencedor de
la muerte y del mal''.
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