Ciudad
del Vaticano, 12 de abril 2015 (Vis).–Ayer, sábado 11 de abril,, a
las 17.30 horas en la basílica de San Pedro, el Santo Padre
presidió las primeras vísperas del segundo domingo de Pascua o de
la Divina Misericordia con motivo de la entrega y de la lectura de
la Bula de convocación oficial del Jubileo Extraordinario de la
Misericordia que se abrirá el 8 de diciembre de 2015 y será
clausurado el 16 de noviembre de 2016.
El
Santo Padre, acompañado por los cardenales, se desplazó a la
entrada de la Basílica Vaticana y, al lado de Puerta Santa entregó
la Bula de convocación a los cuatro cardenales arciprestes de las
basílicas papales de Roma: San Pedro en el Vaticano, San Juan de
Letrán, San Pablo Extramuros y Santa María la Mayor. Como
expresión del deseo de que el Jubileo se celebre en Roma y en todo
el mundo, el Papa entregó también una copia de la Bula -para que
llegue simbólicamente a los obispos de todo el mundo- a los
prefectos de las congregacioness para los Obispos, para la
Evangelización de los Pueblos y para las Iglesias Orientales. En
nombre de todo el Oriente recibió tambien una copia del documento el
arzobispo Savio Hon Tai-Fai y del continente africano el arzobispo
Bartolomé Adoukonou. Monseñor Khaled Ayad Bishay de la Iglesia
Patriarcal de Alejandría de los Coptos recibió la copia destinada a
las Iglesias Orientales.
A
continuación el Regente de la Casa Pontificia, monseñor Leonardo
Sapienza, en calidad de Protonotario Apostólico, leyó en presencia
del Papa algunos extractos del documento oficial de convocatoria del
Año Santo extraordinario. Posteriormente, el Santo Padre presidió,
en la basílica vaticana, las primeras vísperas y pronunció la
siguiente homilía:
''Todavía
resuena en todos nosotros el saludo de Jesús Resucitado a sus
discípulos la tarde de Pascua: ''Paz a vosotros'' . La paz, sobre
todo en estas semanas, sigue siendo el deseo de tantos pueblos que
sufren la violencia inaudita de la discriminación y de la muerte,
sólo por llevar el nombre de cristianos. Nuestra oración se hace
aún más intensa y se convierte en un grito de auxilio al Padre,
rico en misericordia, para que sostenga la fe de tantos hermanos y
hermanas que sufren, a la vez que pedimos que convierta nuestros
corazones, para pasar de la indiferencia a la compasión.
San
Pablo nos ha recordado que hemos sido salvados en el misterio de la
muerte y resurrección del Señor Jesús. Él es el Reconciliador,
que está vivo en medio de nosotros para mostrarnos el camino de la
reconciliación con Dios y con los hermanos. El Apóstol recuerda
que, a pesar de las dificultades y los sufrimientos de la vida, sigue
creciendo la esperanza en la salvación que el amor de Cristo ha
sembrado en nuestros corazones. La misericordia de Dios se ha
derramado en nosotros haciéndonos justos, dándonos la paz.
Una
pregunta está presente en el corazón de muchos: ¿por qué hoy un
Jubileo de la Misericordia? Simplemente porque la Iglesia, en este
momento de grandes cambios históricos, está llamada a ofrecer con
mayor intensidad los signos de la presencia y de la cercanía de
Dios. Éste no es un tiempo para estar distraídos, sino al contrario
para permanecer alerta y despertar en nosotros la capacidad de ver lo
esencial. Es el tiempo para que la Iglesia redescubra el sentido de
la misión que el Señor le ha confiado el día de Pascua: ser signo
e instrumento de la misericordia del Padre .
Por
eso el Año Santo tiene que mantener vivo el deseo de saber descubrir
los muchos signos de la ternura que Dios ofrece al mundo entero y
sobre todo a cuantos sufren, se encuentran solos y abandonados, y
también sin esperanza de ser perdonados y sentirse amados por el
Padre. Un Año Santo para sentir intensamente dentro de nosotros la
alegría de haber sido encontrados por Jesús, que, como Buen Pastor,
ha venido a buscarnos porque estábamos perdidos. Un Jubileo para
percibir el calor de su amor cuando nos carga sobre sus hombros para
llevarnos de nuevo a la casa del Padre. Un Año para ser tocados por
el Señor Jesús y transformados por su misericordia, para
convertirnos también nosotros en testigos de misericordia. Para esto
es el Jubileo: porque este es el tiempo de la misericordia. Es el
tiempo favorable para curar las heridas, para no cansarnos de buscar
a cuantos esperan ver y tocar con la mano los signos de la cercanía
de Dios, para ofrecer a todos, a todos, el camino del perdón y de la
reconciliación.
Que
la Madre de la Divina Misericordia abra nuestros ojos para que
comprendamos la tarea a la que estamos llamados; y que nos alcance la
gracia de vivir este Jubileo de la Misericordia con un testimonio
fiel y fecundo''.
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