Ciudad
del Vaticano, 2 abril 2015 (VIS).- El Papa Francisco celebró esta
tarde la Santa Misa ''in Coena Domini'', (en la Cena del Señor) en
el penitenciario romano de Rebibbia. En el patio interior de la
cárcel saludó a las autoridades, al personal y a un grupo de
detenidos y poco antes de las 18,00 presidió en la iglesia ''Padre
Nuestro'' del Nuevo Complejo de esa institución, la celebración de
la Santa Misa que da inicio al Triduo Pascual. En el curso del rito
lavó los pies a doce detenidos, seis hombres y seis mujeres del
cercano penitenciario femenino.
En
su homilía, improvisada, el Papa recordó que en un jueves como éste
Jesús estaba en la mesa con sus discípulos, celebrando la fiesta de
la Pascua. ''Y el pasaje del Evangelio que escuchamos -dijo- contiene
una frase que es realmente la clave de lo que Jesús hizo por todos
nosotros: "Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo,
los amó hasta el extremo". Jesús nos ha amado. Jesús nos ama.
Sin límites, siempre, hasta el final.... Y cada uno de nosotros
puede decir: "Él dio su vida por mí."...Por cada uno...
con nombre y apellido. Su amor es así: personal. El amor de Jesús
nunca decepciona, porque Él no se cansa de amar, como no se cansa de
perdonar, no se cansa de abrazarnos. Esto es lo primero que quería
deciros: Jesús nos ha amado, a cada uno de nosotros, hasta el
final''.
''Y
después -explicó Francisco- hace algo que los discípulos no
entienden: lavar los pies. En aquella época, esto era una costumbre,
porque la gente cuando llegaba a las casas, tenía los pies sucios de
polvo del camino... Pero esto no lo hacía el dueño de la casa. Era
un trabajo de esclavos. Y Jesús, como un esclavo, lava nuestros
pies, los pies de los discípulos, y por esto dice a Pedro: "Lo
que yo hago, tú no lo comprendes ahora, lo entenderás después".
Tanto es el amor de Jesús que se ha convertido en un esclavo para
servirnos, para sanarnos, para limpiarnos''.
''Y
hoy, en esta Misa, la Iglesia quiere que el sacerdote lave los pies
a doce personas, en memoria de los Doce Apóstoles. Pero en nuestros
corazones debemos estar seguros, de que el Señor, cuando nos lava
los pies, nos lava del todo, nos purifica, nos hace sentir de nuevo
su amor. En la Biblia hay una frase muy hermosa del profeta Isaías:
"¿Puede una madre olvidar a su hijo? Pero aunque una madre se
olvidase de su hijo, Yo nunca me olvidaré de ti ". Así es el
amor de Dios por nosotros''.
''Y
ahora -concluyó- voy a lavar los pies a doce de vosotros, pero en
estos hermanos y hermanas estáis todos. Todos los que viven aquí.
Vosotros los representáis. Pero yo también necesito ser lavado por
el Señor, y por esto rezad por mí durante esta Misa, para que el
Señor lave también mis suciedades, para que yo me vuelva más
esclavo de vosotros, más esclavo al servicio de la gente, como lo
fue Jesús''.
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