Ciudad
del Vaticano, 3 de abril 2015 (VIS).-Hoy, Viernes Santo, a las 21,15
el Papa Francisco ha presidido en el Coliseo el Via Crucis en que, a
la luz de las velas y antorchas participan todos los años miles de
fieles que acompañan el camino de Cristo hacia la cruz. Desde la
terraza del Palatino, el Santo Padre ha escuchado las reflexiones que
acompañaban a cada una de las catorce estaciones, en las que la
constante era la referencia al don de estar custodiados por el amor
de Dios, en particular de Jesús crucificado, y la tarea de ser, a
nuestra vez, custodios de la entera creación, sobre todo de las
personas más pobres y de los marginados. Se ha meditado sobre los
hombres y mujeres perseguidos y martirizados por ser creyentes o
estar comprometidos en favor de la justicia y la paz, sobre la
familia, sobre la condición de las mujeres, el tráfico de seres
humanos y la violencia de todo tipo contra los niños.
Han
llevado la cruz, a lo largo de las catorce estaciones, el cardenal
arzobispo de Roma, Agostino Vallini, una familia numerosa, otra con
hijos adoptivos, dos enfermos, ciudadanos de Iraq, Siria, Nigeria,
Egipto, China, religiosas de institutos seculares y de Nuestra Señora
de la Piedad en América Latina y dos custodios de Tierra Santa.
Al
final, el Papa ha rezado esta oración:
''Oh
Cristo crucificado y victorioso, tu Via Crucis es la síntesis de tu
vida; es el icono de tu obediencia a la voluntad del Padre; es la
realización de su amor infinito por nosotros los pecadores; es la
prueba de tu misión; es el cumplimiento definitivo de la revelación
y la historia de la salvación. El peso de tu cruz nos libera de
todas nuestras cargas''.
''En
tu obediencia a la voluntad del Padre, nos damos cuenta de nuestra
rebelión y desobediencia. En tí, vendido, traicionado y crucificado
por tu gente y tus seres queridos, vemos nuestras traiciones diarias
y nuestra infidelidad habitual. En tu inocencia, Cordero inmaculado,
vemos nuestra culpa. En tu rostro abofeteado, escupido y desfigurado,
vemos toda la brutalidad de nuestros pecados. En la crueldad de tu
Pasión, vemos la crueldad de nuestros corazones y nuestras acciones.
En tu sentirte "abandonado", vemos a todos los
abandonados por sus familias, por la sociedad, por la atención y la
solidaridad. En tu cuerpo desnudo, desgarrado y destrozado, vemos los
cuerpos de nuestros hermanos abandonados a lo largo de las
carreteras, desfigurados por nuestra negligencia y nuestra
indiferencia. En tu sed, Señor, vemos la sed de tu Padre
misericordioso que en Tí quiso abrazar, perdonar y salvar a toda la
humanidad. En ti, amor divino, vemos hoy a nuestros hermanos todavía
perseguidos, decapitados y crucificados por su fe en ti, ante
nuestros ojos, o con frecuencia con nuestro silencio cómplice''.
''Graba,
Señor, en nuestros corazones sentimientos de fe y esperanza, de
caridad, de dolor de nuestros pecados y llévanos a arrepentirnos de
nuestros pecados que te han crucificado. Llévanos a transformar
nuestra conversión, hecha de palabras, en conversión de vida y de
obras. Llévanos a custodiar en nosotros un vivo recuerdo de tu
rostro desfigurado, a no olvidar el terrible precio que pagaste para
liberarnos. Jesús crucificado, fortalece en nosotros la fe que no se
derrumba ante las tentaciones; reaviva en nosotros la esperanza, que
no se extravíe siguiendo las seducciones del mundo; guarda en
nosotros la caridad que no se deje engañar por la corrupción y la
mundanidad. Enséñanos que la Cruz es el camino a la resurrección.
Enséñanos que el Viernes Santo es camino hacia la pascua de luz;
enséñanos que Dios nunca olvida a ninguno de sus hijos y no se
cansa nunca de perdonarnos y abrazarnos con su infinita misericordia.
Pero enséñanos también a no cansarnos de pedir perdón y de
creer en la misericordia infinita del Padre''.
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