Ciudad
del Vaticano, 28 de octubre 2012 (VIS).-Benedicto XVI presidió esta
mañana en la basílica de San Pedro la celebración eucarística con
los Padres sinodales con motivo de la clausura de la XIII Asamblea
General Ordinaria del Sínodo de los Obispos dedicada al tema “La
nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana”, que
se abrió en el Vaticano el pasado 8 de octubre. Ofrecemos a
continuación extractos de la homilía pronunciada por el Santo
Padre.
“Todo
el Evangelio de Marcos es un itinerario de fe, que se desarrolla
gradualmente en el seguimiento de Jesús. Los discípulos son los
primeros protagonistas de este paulatino descubrimiento, pero hay
también otros personajes que desempeñan un papel importante, y
Bartimeo es uno de éstos. La suya es la última curación prodigiosa
que Jesús realiza antes de su pasión, y no es casual que sea la de
un ciego, es decir una persona que ha perdido la luz de sus ojos.
Sabemos también por otros textos que en los evangelios la ceguera
tiene un importante significado. Representa al hombre que tiene
necesidad de la luz de Dios, la luz de la fe, para conocer
verdaderamente la realidad y recorrer el camino de la vida. Es
esencial reconocerse ciegos, necesitados de esta luz, de lo contrario
se es ciego para siempre”.
“Bartimeo,
pues, en este punto estratégico del relato de Marcos, está puesto
como modelo. Él no es ciego de nacimiento, sino que ha perdido la
vista: es el hombre que ha perdido la luz y es consciente de ello,
pero no ha perdido la esperanza, sabe percibir la posibilidad de un
encuentro con Jesús y confía en él para ser curado (...) Y cuando
Jesús lo llama y le pregunta qué quiere de él, responde: “Maestro,
que pueda ver”(...) En el encuentro con Cristo, realizado con fe,
Bartimeo recupera la luz que había perdido, y con ella la plenitud
de la propia dignidad: se pone de pie y retoma el camino, que desde
aquel momento tiene un guía, Jesús, y una ruta, la misma que Jesús
recorre”.
“San
Agustín, en uno de sus escritos, hace una observación muy
particular (...)”Bartimeo, era un personaje que de una gran
prosperidad cayó en la miseria, y que ésta condición suya de
miseria debía ser conocida por todos y de dominio público, puesto
que no era solamente un ciego, sino un mendigo sentado al borde del
camino(...)Esta interpretación, (...) nos invita a reflexionar sobre
el hecho de que hay riquezas preciosas para nuestra vida, y que no
son materiales, que podemos perder. En esta perspectiva, Bartimeo
podría ser la representación de cuantos viven en regiones de
antigua evangelización, donde la luz de la fe se ha debilitado, y se
han alejado de Dios, ya no lo consideran importante para la vida:
personas que por eso han perdido una gran riqueza, han “caído en
la miseria” desde una alta dignidad –no económica o de poder
terreno, sino cristiana –, han perdido la orientación segura y
sólida de la vida y se han convertido, con frecuencia
inconscientemente, en mendigos del sentido de la existencia. Son las
numerosas personas que tienen necesidad de una nueva evangelización,
es decir de un nuevo encuentro con Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios
que puede abrir nuevamente sus ojos y mostrarles el camino”.
“La
nueva evangelización concierne toda la vida de la Iglesia (...)Deseo
subrayar tres líneas pastorales que han surgido del Sínodo. La
primera corresponde a los sacramentos de la iniciación cristiana. Se
ha reafirmado la necesidad de acompañar con una catequesis adecuada
la preparación al bautismo, a la confirmación y a la Eucaristía.
También se ha reiterado la importancia de la penitencia, sacramento
de la misericordia de Dios (...) Se ha repetido muchas veces que los
verdaderos protagonistas de la nueva evangelización son los santos:
ellos hablan un lenguaje comprensible para todos, con el ejemplo de
la vida y con las obras de caridad”.
“En
segundo lugar, la nueva evangelización está esencialmente conectada
con la misión ad gentes. La Iglesia tiene la tarea de evangelizar,
de anunciar el Mensaje de salvación a los hombres que aún no
conocen a Jesucristo. En el transcurso de las reflexiones sinodales,
se ha subrayado también que existen muchos lugares en África, Asía
y Oceanía en donde los habitantes, muchas veces sin ser plenamente
conscientes, esperan con gran expectativa el primer anuncio del
Evangelio. Por tanto es necesario rezar al Espíritu Santo para que
suscite en la Iglesia un renovado dinamismo misionero, cuyos
protagonistas sean de modo especial los agentes pastorales y los
fieles laicos”.
“Un
tercer aspecto tiene que ver con las personas bautizadas pero que no
viven las exigencias del bautismo (...)Estas personas se encuentran
en todos los continentes, especialmente en los países más
secularizados. La Iglesia les dedica una atención particular, para
que encuentren nuevamente a Jesucristo, vuelvan a descubrir el gozo
de la fe y regresen a las prácticas religiosas en la comunidad de
los fieles. Además de los métodos pastorales tradicionales, siempre
válidos, la Iglesia intenta utilizar también métodos nuevos,
usando asimismo nuevos lenguajes, apropiados a las diferentes
culturas del mundo, proponiendo la verdad de Cristo con una actitud
de diálogo y de amistad que tiene como fundamento a Dios que es
Amor”.
“Bartimeo,
una vez recuperada la vista gracias a Jesús, se unió al grupo de
los discípulos, entre los cuales seguramente había otros que, como
él, habían sido curados por el Maestro. Así son los nuevos
evangelizadores: personas que han tenido la experiencia de ser
curados por Dios, mediante Jesucristo (...) Cancelemos, pues,(...) el
olvido de la verdad, la ignorancia; y removiendo las tinieblas que
nos impiden la vista como niebla en los ojos, contemplemos al
verdadero Dios”.
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