Ciudad
del Vaticano, 28 de octubre 2012 (VIS).-Después de presidir la santa
misa de clausura de la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de
los Obispos, Benedicto XVI se asomó a la ventana de su estudio para
rezar el Ángelus con los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro.
El
Papa dedicó sus palabras al Sínodo. “Durante tres semanas -dijo-
hemos abordado la realidad de la nueva evangelización para la
transmisión de la fe cristiana: toda la Iglesia estaba representada
y, por tanto, involucrada en esta tarea, que no dejará de dar fruto,
con la gracia del Señor. Pero, antes que nada, el Sínodo es siempre
una circunstancia de comunión eclesial fuerte, y por esto, con todos
vosotros, quiero dar gracias a Dios que una vez más nos ha hecho
sentir la belleza de ser Iglesia, y de serlo propiamente ahora, en
este mundo, así como es, en medio de esta humanidad, con sus fatigas
y sus esperanzas”.
Refiriéndose
después a la coincidencia significativa entre la asamblea sinodal,
el cincuenta aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II y el
inicio del Año de la Fe, afirmó: “Volver a pensar en el beato
Juan XXIII, en el siervo de Dios Pablo VI, y en la estación
conciliar, ha sido muy oportuno, porque nos ha ayudado a reconocer
que la nueva evangelización no es una invención nuestra, sino un
dinamismo que se ha desarrollado en la Iglesia, de forma particular,
a partir de los años 50 del siglo pasado, cuando se hizo patente que
también los países de antigua tradición cristiana se habían
transformado, como se suele decir, en “tierra de misión”. Por
eso brotó la exigencia de un anuncio renovado del Evangelio en las
sociedades secularizadas, con la doble certeza de que, por una parte,
es solamente Él Jesucristo, la verdadera novedad que responde a las
expectativas del ser humano de cualquier época y, por otra, que su
mensaje tiene que ser transmitido de forma adecuada en los contextos
sociales y culturales que cambian”.
Las
intensas jornadas de trabajo de los Padres sinodales, han llevado a
“un compromiso para la renovación espiritual de la misma Iglesia,
para renovar espiritualmente el mundo secularizado; y esta renovación
tendrá su origen en un volver a descubrir a Jesucristo, a su verdad
y a su gracia. Un volver a descubrir su rostro, tan humano y, al
mismo tiempo, tan divino en el que resplandece el misterio
trascendental de Dios”.
Después
del Ángelus el Papa lanzó un llamamiento por Cuba, Haití, Jamaica
y Bahamas, devastadas por un huracán que se ha abatido hace pocos
días en los países del Caribe, causando numerosas víctimas y
obligando a muchas personas a abandonar sus hogares.”Aseguro mi
cercanía y mi recuerdo -dijo- a cuantos han sido golpeados por este
desastre natural, e invito a todos a la oración y la solidaridad
para aliviar el dolor de los familiares de las víctimas y brindar
ayuda a los miles de damnificados”.
El
Santo Padre concluyó recordando a los habitantes de las regiones
italianas de Basilicata y Calabria, afectadas por varias sacudidas de
terremoto en los últimos días.
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