Ciudad
del Vaticano 6 de diciembre 2015 (VIS).- ''¿Por qué nos tendríamos
que convertir? La conversión es para el que de ateo se vuelve
creyente, de pecador se hace justo, pero nosotros no la necesitamos,
nosotros ya somos cristianos. Así que estamos bien. Y esto no es
verdad. Pensando de este modo, nos damos cuenta de que es
precisamente por esta presunción - que somos cristianos y somos
justos - que nos debemos convertir: de la suposición de que, en fin
de cuentas, va bien así y no necesitamos conversión alguna''. Son
las palabras que el Papa Francisco dirigió a los fieles y peregrinos
reunidos en la Plaza de San Pedro desde la ventana de su estudio, en
el Palacio Apostólico Vaticano, antes del rezo del Ángelus.
''La
voz del Bautista -continuó- grita aún en los desiertos de hoy de la
humanidad, que son las mentes cerradas y los corazones duros, y nos
provoca para que nos preguntemos si efectivamente estamos recorriendo
el camino justo, viviendo una vida según el Evangelio. Hoy, como
entonces, él nos amonesta con las palabras del profeta Isaías:
''¡Preparen el camino del Señor!'' Es una invitación apremiante a
abrir el corazón y recibir la salvación que Dios nos ofrece
incesantemente, casi con testarudez, porque nos quiere a todos libres
de la esclavitud del pecado... La salvación se ofrece a todo hombre,
a todo pueblo, sin excluir a nadie, a cada uno de nosotros: nadie de
nosotros puede decir: ''Yo soy santo, yo soy perfecto, yo ya estoy
salvado''. ¡No!. Siempre debemos aceptar este ofrecimiento de la
salvación, y por ello el Año de la Misericordia: para avanzar más
en ese camino de la salvación, ese camino que nos ha enseñado
Jesús. Dios quiere que todos los hombres sean salvados por medio de
Jesucristo, único mediador''.
El
Papa recordó que ''cada uno de nosotros está llamado a hacer
conocer a Jesús a cuantos no lo conocen aún'' y destacó que esto
no es hacer proselitismo sino abrir una puerta. ''¡Ay de mí si no
predicara el Evangelio!'' y animó también a reflexionar sobre si
''¿De verdad estoy enamorado de Jesús? ¿Estoy convencido de que
Jesús me ofrece y me da la salvación? Y, si estoy enamorado, ¡tengo
que hacerlo conocer!''. ''Debemos ser valientes -añadió antes de
finalizar- allanar las montañas del orgullo y de la rivalidad,
rellenar los abismos excavados de la indiferencia y de la apatía,
enderezar los senderos de nuestras perezas y de nuestros
acomodamientos''.
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