Ciudad
del Vaticano, 7 de diciembre de 2015 (Vis).-''La Iglesia, madre de
vocaciones'', es el tema de la 53ª Jornada Mundial de Oración por
las Vocaciones que se celebrará el 17 de abril de 2016, cuarto
domingo de Pascua. En el texto, fechado en el Vaticano el 29 de
noviembre, primer domingo de Adviento, el Santo Padre recuerda que
toda vocación en la Iglesia tiene origen en la mirada compasiva de
Jesús' y subraya que la llamada de Dios se realiza por medio de la
mediación comunitaria. ''El camino vocacional -escribe- se hace al
lado de otros hermanos y hermanas que el Señor nos regala: es una
con-vocación''.
Sigue
el texto integral del Mensaje:
''Cómo
desearía que, a lo largo del Jubileo Extraordinario de la
Misericordia, todos los bautizados pudieran experimentar el gozo de
pertenecer a la Iglesia. Ojalá puedan redescubrir que la vocación
cristiana, así como las vocaciones particulares, nacen en el seno
del Pueblo de Dios y son dones de la divina misericordia. La Iglesia
es la casa de la misericordia y la ''tierra'' donde la vocación
germina, crece y da fruto.
Por
eso, invito a todos los fieles, con ocasión de esta 53ª Jornada
Mundial de Oración por las Vocaciones, a contemplar la comunidad
apostólica y a agradecer la mediación de la comunidad en su propio
camino vocacional. En la Bula de convocatoria del Jubileo
Extraordinario de la Misericordia recordaba las palabras de san Beda
el Venerable referentes a la vocación de san Mateo: misereando atque
eligendo.La acción misericordiosa del Señor perdona nuestros
pecados y nos abre a la vida nueva que se concreta en la llamada al
seguimiento y a la misión. Toda vocación en la Iglesia tiene su
origen en la mirada compasiva de Jesús. Conversión y vocación son
como las dos caras de una sola moneda y se implican mutuamente a lo
largo de la vida del discípulo misionero.
El
beato Pablo VI, en su exhortación apostólica Evangelii nuntiandi,
describió los pasos del proceso evangelizador. Uno de ellos es la
adhesión a la comunidad cristiana, esa comunidad de la cual el
discípulo del Señor ha recibido el testimonio de la fe y el anuncio
explícito de la misericordia del Señor. Esta incorporación
comunitaria incluye toda la riqueza de la vida eclesial,
especialmente los Sacramentos. La Iglesia no es sólo el lugar donde
se cree, sino también verdadero objeto de nuestra fe; por eso
decimos en el Credo: ''Creo en la Iglesia''.
La
llamada de Dios se realiza por medio de la mediación comunitaria.
Dios nos llama a pertenecer a la Iglesia y, después de madurar en su
seno, nos concede una vocación específica. El camino vocacional se
hace al lado de otros hermanos y hermanas que el Señor nos regala:
es una con-vocación. El dinamismo eclesial de la vocación es un
antídoto contra el veneno de la indiferencia y el individualismo.
Establece esa comunión en la cual la indiferencia ha sido vencida
por el amor, porque nos exige salir de nosotros mismos, poniendo
nuestra vida al servicio del designio de Dios y asumiendo la
situación histórica de su pueblo santo.
En
esta jornada, dedicada a la oración por las vocaciones, deseo
invitar a todos los fieles a asumir su responsabilidad en el cuidado
y el discernimiento vocacional. Cuando los apóstoles buscaban uno
que ocupase el puesto de Judas Iscariote, san Pedro convocó a ciento
veinte hermanos ; para elegir a los Siete, convocaron el pleno de los
discípulos . San Pablo da a Tito criterios específicos para
seleccionar a los presbíteros. También hoy la comunidad cristiana
está siempre presente en el surgimiento, formación y perseverancia
de las vocaciones.
La
vocación nace en la Iglesia. Desde el nacimiento de una vocación es
necesario un adecuado ''sentido'' de Iglesia. Nadie es llamado
exclusivamente para una región, ni para un grupo o movimiento
eclesial, sino al servicio de la Iglesia y del mundo. Un signo claro
de la autenticidad de un carisma es su eclesialidad, su capacidad
para integrarse armónicamente en la vida del santo Pueblo fiel de
Dios para el bien de todos.Respondiendo a la llamada de Dios, el
joven ve cómo se amplía el horizonte eclesial, puede considerar los
diferentes carismas y vocaciones y alcanzar así un discernimiento
más objetivo. La comunidad se convierte de este modo en el hogar y
la familia en la que nace la vocación. El candidato contempla
agradecido esta mediación comunitaria como un elemento irrenunciable
para su futuro. Aprende a conocer y a amar a otros hermanos y
hermanas que recorren diversos caminos; y estos vínculos fortalecen
en todos la comunión.
La
vocación crece en la Iglesia. Durante el proceso formativo, los
candidatos a las distintas vocaciones necesitan conocer mejor la
comunidad eclesial, superando las percepciones limitadas que todos
tenemos al principio. Para ello, es oportuno realizar experiencias
apostólicas junto a otros miembros de la comunidad, por ejemplo:
comunicar el mensaje evangélico junto a un buen catequista;
experimentar la evangelización de las periferias con una comunidad
religiosa; descubrir y apreciar el tesoro de la contemplación
compartiendo la vida de clausura; conocer mejor la misión ad gentes
por el contacto con los misioneros; profundizar en la experiencia de
la pastoral en la parroquia y en la diócesis con los sacerdotes
diocesanos. Para quienes ya están en formación, la comunidad
cristiana permanece siempre como el ámbito educativo fundamental,
ante la cual experimentan gratitud.
La
vocación está sostenida por la Iglesia. Después del compromiso
definitivo, el camino vocacional en la Iglesia no termina, continúa
en la disponibilidad para el servicio, en la perseverancia y en la
formación permanente. Quien ha consagrado su vida al Señor está
dispuesto a servir a la Iglesia donde esta le necesite. La misión de
Pablo y Bernabé es un ejemplo de esta disponibilidad eclesial.
Enviados por el Espíritu Santo desde la comunidad de Antioquía a
una misión, volvieron a la comunidad y compartieron lo que el Señor
había realizado por medio de ellos. Los misioneros están
acompañados y sostenidos por la comunidad cristiana, que continúa
siendo para ellos un referente vital, como la patria visible que da
seguridad a quienes peregrinan hacia la vida eterna.
Entre
los agentes pastorales tienen una importancia especial los
sacerdotes. A través de su ministerio se hace presente la palabra de
Jesús que ha declarado: Yo soy la puerta de las ovejas… Yo soy el
buen pastor. El cuidado pastoral de las vocaciones es una parte
fundamental de su ministerio pastoral. Los sacerdotes acompañan a
quienes están en buscan de la propia vocación y a los que ya han
entregado su vida al servicio de Dios y de la comunidad.
Todos
los fieles están llamados a tomar conciencia del dinamismo eclesial
de la vocación, para que las comunidades de fe lleguen a ser, a
ejemplo de la Virgen María, seno materno que acoge el don del
Espíritu Santo. La maternidad de la Iglesia se expresa a través de
la oración perseverante por las vocaciones, de su acción educativa
y del acompañamiento que brinda a quienes perciben la llamada de
Dios. También lo hace a través de una cuidadosa selección de los
candidatos al ministerio ordenado y a la vida consagrada. Finalmente
es madre de las vocaciones al sostener continuamente a aquellos que
han consagrado su vida al servicio de los demás.
Pidamos
al Señor que conceda a quienes han emprendido un camino vocacional
una profunda adhesión a la Iglesia; y que el Espíritu Santo
refuerce en los Pastores y en todos los fieles la comunión eclesial,
el discernimiento y la paternidad y maternidad espirituales:
Padre
de misericordia, que has entregado a tu Hijo por nuestra salvación y
nos sostienes continuamente con los dones de tu Espíritu, concédenos
comunidades cristianas vivas, fervorosas y alegres, que sean fuentes
de vida fraterna y que despierten entre los jóvenes el deseo de
consagrarse a Ti y a la evangelización. Sostenlas en el empeño de
proponer a los jóvenes una adecuada catequesis vocacional y caminos
de especial consagración. Dales sabiduría para el necesario
discernimiento de las vocaciones de modo que en todo brille la
grandeza de tu amor misericordioso. Que María, Madre y educadora de
Jesús, interceda por cada una de las comunidades cristianas, para
que, hechas fecundas por el Espíritu Santo, sean fuente de
auténticas vocaciones al servicio del pueblo santo de Dios''.
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