Ciudad
del Vaticano, 22 de marzo 2015 (VIS).-El Papa se asomó a la ventana
del Palacio Apostólico para rezar el Ángelus dominical junto a los
miles de fieles y peregrinos, en el quinto domingo de Cuaresma. Antes
de la oración mariana, Francisco reflexionó sobre el Evangelio del
día donde el evangelista Juan narra que algunos griegos y judíos,
se dirigieron al apóstol Felipe diciendo que querían ver a Jesús.
El
Papa explicó que esta petición iba más allá de un determinado
episodio, porque expresa algo universal ya que ''revela un deseo que
atraviesa todas las épocas y las culturas, un deseo presente en los
corazones de muchas personas que han oído hablar de Jesucristo pero
que no lo han encontrado aún''. Jesús responde con una profecía
que desvela su identidad e indica el camino para conocerle realmente:
''Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado''.
''La hora de la Cruz. La más oscura de la historia es también la
fuente de salvación para cuantos creen en Él''.
''Continuando
con la profecía sobre su Pascua ya inminente, -prosiguió el
Pontífice- Jesús usa una imagen sencilla y sugestiva, la del "grano
de trigo" que cuando cae a tierra, muere para dar fruto. En esta
imagen encontramos otro aspecto de la Cruz de Cristo: el de la
fecundidad. Porque la cruz de Cristo es fecunda. La muerte de Jesús,
de hecho, es una fuente inagotable de vida nueva, ya que lleva en sí
la fuerza regeneradora del amor de Dios. Inmersos en este amor por el
Bautismo, los cristianos pueden convertirse en ''granos de trigo'' y
dar mucho fruto si, al igual que Jesús, ''pierden la propia vida''
por amor a Dios y a los hermanos''.
Francisco
destacó tres cosas que podemos ofrecer a todas las personas que
quieren ver a Jesús, que lo buscan, a todas las que no lo encuentran
y que incluso tal vez han perdido la fe. El evangelio, donde
encontrar a Jesús, escucharle y conocerle. El crucifijo, signo del
amor de Jesús que se entregó por nosotros. Y el testimonio de
nuestra fe, pobre pero sincera. ''Una fe que se traduce en gestos
simples de caridad fraterna. Pero principalmente -concluyó- en la
coherencia de vida entre aquello que decimos y aquello que vivimos,
coherencia entre nuestra fe y nuestra vida, entre nuestras palabras y
nuestras acciones''.
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