Ciudad
del Vaticano, 22 de marzo 2015 (VIS).-El Papa visitó ayer el
penitenciario Giuseppe Salvia en Poggioreale. A su llegada fue
saludado por el director del centro y por el capellán y saludó a
los detenidos en el patio de la institución, para almorzar poco
después con un grupo de reclusos en la iglesia de ese centro. Al
final de la comida el Santo Padre les entregó un breve discurso del
que reproducimos a continuación algunos párrafos.
''A
veces puede suceder que nos encontremos desilusionados, abatidos,
abandonados por todos: pero Dios no se olvida de sus hijos, no los
abandona nunca. Está siempre a nuestro lado, especialmente en la
hora de la prueba; es un Padre ''rico de misericordia''...Es una
certeza que consuela y da esperanza, especialmente en los momentos
difíciles y tristes. Aunque en la vida nos hayamos equivocado, el
Señor no se cansa nunca de indicarnos el camino del regreso y del
encuentro con El...Es una certeza fundamental para nosotros: ¡Nada
nos podrá separar jamás del amor de Dios! Ni siquiera los barrotes
de la cárcel''.
''Queridos
hermanos: Conozco vuestras dolorosas situaciones: Me llegan tantas
cartas -algunas son conmovedoras- de los penitenciarios de todo el
mundo. Los reclusos viven a menudo en condiciones indignas de los
seres humanos y después no consiguen reinsertarse en la sociedad.
Pero, gracias a Dios, también hay dirigentes, capellanes,
educadores, agentes pastorales que saben estar cerca de vosotros cómo
se debe. Y hay algunas experiencias, buenas y positivas, de
reinserción. Hay que trabajar en este ámbito, fomentar esas
experiencias positivas que desarrollan una actitud diversa en la
comunidad civil y también en la comunidad de la Iglesia. En la base
de este esfuerzo está la convicción de que el amor puede
transformar siempre a las personas. Y así, un lugar de marginación
como puede ser la cárcel en sentido negativo, puede transformarse en
un lugar de inclusión y de estímulo para toda la sociedad, para que
sea más justa, más atenta a las personas''.
''Os
invito a vivir cada día, cada momento en presencia de Dios, al que
pertenece el futuro del mundo y del ser humano. He aquí la esperanza
cristiana: el futuro está en las manos de Dios. La historia tiene
sentido porque está habitada por la bondad de Dios''.
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