Ciudad
del Vaticano, 26 de enero 2014 (VIS).- El Santo Padre presidió ayer
tarde en la basílica de San Pablo Extramuros la celebración de las
segundas vísperas en la solemnidad de la Conversión de San Pablo
para clausurar la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos
cuyo tema este año ha sido ''Dame de beber'' (San Juan 4,7).
El
rito contó con la presencia de los representantes de otras Iglesias
y comunidades eclesiales presentes en Roma y concluyó con la
bendición apostólica. En su homilía, que ofrecemos a continuación,
Francisco resaltó que la sed de Jesús -de la que habla el relato
evangélico de la samaritana - va más allá de la sed física. “Es
también sed de encuentro, deseo de entablar un diálogo con aquella
mujer, ofreciéndole así la posibilidad de un camino de conversión
interior''.
''En
viaje desde Judea a Galilea -dijo el Papa- Jesús pasó por Samaría.
Él no tiene ninguna dificultad en encontrarse con los samaritanos,
considerados herejes, cismáticos, separados de los judíos. Su
actitud nos dice que confrontarse con los que son diferentes de
nosotros puede hacernos crecer.
''Jesús,
cansado del viaje, no duda en pedir de beber a la mujer samaritana.
Su sed, sin embargo, va mucho más allá de la sed física: es
también sed de encuentro, deseo de entablar un diálogo con aquella
mujer, ofreciéndole así la posibilidad de un camino de conversión
interior. Jesús es paciente, respeta a la persona que tiene ante él,
se revela a ella gradualmente. Su ejemplo alienta a buscar una
confrontación pacífica con el otro. Para entenderse y crecer en la
caridad y en la verdad, es preciso detenerse, acogerse y escucharse.
De este modo, se comienza ya a experimentar la unidad. La
unidad se hace en el camino, nunca se queda parada. La unidad se
hace caminando''.
La
mujer de Sicar pregunta a Jesús sobre el verdadero lugar de
adoración a Dios y ''Jesús no toma partido en favor del monte o del
templo, sino que va a lo esencial, derribando todo muro de
separación. Él se refiere a la verdad de la adoración: ''Dios es
espíritu, y los que adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad''.
Muchas controversias entre los cristianos, heredadas del pasado,
pueden superarse dejando de lado cualquier actitud polémica o
apologética, y tratando de comprender juntos en profundidad lo que
nos une, es decir, la llamada a participar en el misterio del amor
del Padre, revelado por el Hijo a través del Espíritu Santo. La
unidad de los cristianos, estamos
convencidos, no será el resultado de refinadas discusiones
teóricas, en las que cada uno tratará de convencer al otro del
fundamento de las propias opiniones. Vendrá
el Hijo del hombre y todavía nos encontrará discutiendo.
Debemos reconocer que, para llegar a las profundidades del misterio
de Dios, nos necesitamos unos a otros, necesitamos encontrarnos y
confrontarnos bajo la guía del Espíritu Santo, que armoniza la
diversidad y supera los conflictos, reconcilia
las diversidades.
Poco
a poco, la mujer samaritana entiende que quien la ha pedido de beber,
''puede saciarla -afirmó el Papa- Jesús se le presenta como la
fuente de la que brota el agua viva que apaga para siempre su sed. La
existencia humana revela aspiraciones ilimitadas: la búsqueda de la
verdad, la sed de amor, de justicia y libertad. Son deseos
satisfechos sólo en parte, porque desde lo más profundo de su ser
el hombre se mueve hacia un ''más'', un absoluto capaz de satisfacer
su sed de manera definitiva. La respuesta a estas aspiraciones la da
Dios en Jesucristo, en su misterio pascual. Del costado traspasado de
Jesús fluyó sangre y agua : Él es la fuente de la que brota el
agua del Espíritu Santo, es decir, ''el amor de Dios derramado en
nuestros corazones'' el día del Bautismo. Por obra del Espíritu,
nos hemos convertido en uno con Cristo, hijos en el Hijo, verdaderos
adoradores del Padre. Este misterio de amor es la razón más
profunda de unidad que une a todos los cristianos, y que es mucho más
grande que las divisiones que se han producido a lo largo de la
historia. Por esta razón, en la medida en que nos acercamos con
humildad al Señor Jesucristo, nos acercamos también entre
nosotros''
El
encuentro con Jesús ''transforma a la mujer samaritana en una
misionera. Al haber recibido un don más grande e importante que el
agua del pozo, la mujer deja allí su cántaro y corre a decir a sus
conciudadanos que ha encontrado al Cristo . El encuentro con él le
ha devuelto el sentido y la alegría de vivir, y ella siente el deseo
de comunicarlo. Hoy existe una multitud de hombres y mujeres cansados
y sedientos, que nos piden a los cristianos que les demos de beber.
Es una petición a la que no podemos sustraernos. En la llamada a ser
evangelizadores, todas las Iglesias y Comunidades eclesiales
encuentran un ámbito fundamental para una colaboración más
estrecha. Para llevar a cabo este cometido con eficacia, se ha de
evitar cerrarse en los propios particularismos y exclusivismos, así
como imponer uniformidad según los planes meramente humanos. El
compromiso común de anunciar el Evangelio permite superar toda forma
de proselitismo y la tentación de la competición. Todos estamos al
servicio del único y mismo Evangelio''.
''En
este momento de oración por la unidad quisiera recordar a nuestros
mártires de hoy. Ellos dan testimonio de Jesucristo y son
perseguidos y ejecutados por ser cristianos, sin que los persecutores
hagan distinción entre las confesiones a las que pertenecen. Esto
es, hermanos y hermanas, el ecumenismo de la sangre'', subrayó
Francisco.
''Con
el recuerdo de este testimonio de nuestros mártires de hoy, y con
esta gozosa certeza -prosiguió- dirijo mi saludo cordial y fraterno
a Su Eminencia el Metropolita Gennadios, representante del
Patriarcado Ecuménico, a Su Gracia David Moxon, representante
personal en Roma del Arzobispo de Canterbury, y ''a todos los
representantes de las diversas Iglesias y Comunidades eclesiales
reunidos aquí en la Fiesta de la Conversión de San Pablo. ''Además
-añadió- tengo el placer de saludar a los miembros de la Comisión
Mixta para el diálogo teológico entre la Iglesia católica y las
Iglesias ortodoxas orientales, a quienes deseo un trabajo fructífero
para la sesión plenaria que tendrá lugar los próximos días en
Roma. Saludo también a los estudiantes del Ecumenical Institute of
Bossey y a los jóvenes que se benefician de las becas ofrecidas por
el Comité de Colaboración Cultural con las Iglesias ortodoxas, que
actúa en el Consejo para la Promoción de la Unidad de los
Cristianos''.
''También
están hoy presentes aquí religiosos y religiosas pertenecientes a
diferentes Iglesias y Comunidades eclesiales, que han participado
estos días en un encuentro ecuménico, organizado por la
Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades
de Vida Apostólica, en colaboración con el Consejo Pontificio para
la Promoción de la Unidad de los Cristianos, con ocasión del Año
de la vida consagrada. La vida religiosa, como profecía del mundo
futuro, está llamada a ofrecer en nuestro tiempo el testimonio de
esa comunión en Cristo que va más allá de toda diferencia, y que
está hecha de decisiones concretas de acogida y de diálogo. En
consecuencia, la búsqueda de la unidad de los cristianos no puede
ser prerrogativa sólo de alguna persona o comunidad religiosa
particularmente sensible a esta problemática. El conocimiento mutuo
de las diferentes tradiciones de vida consagrada, y un fecundo
intercambio de experiencias, puede ser útil para la vitalidad de
todas las formas de vida religiosa en las diversas Iglesias y
Comunidades eclesiales''.
''Queridos
hermanos y hermanas -finalizó-hoy nosotros, que estamos sedientos de
paz y fraternidad, invocamos con corazón confiado que el Padre
celestial, por medio de Jesucristo, único Sacerdote y
mediador y la intercesión de la Virgen María, el apóstol
Pablo y todos los santos, nos dé el don de la plena comunión de
todos los cristianos, para que pueda brillar ''el sagrado misterio de
la unidad de la Iglesia'', como signo e instrumento de reconciliación
para el mundo entero''.
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