Ciudad
del Vaticano, 25 de enero 2015 (VIS).-A mediodía el Papa se asomó a
la ventana de su estudio para rezar el Ángelus dominical con los
fieles reunidos en la Plaza de San Pedro y comentar el evangelio de
hoy que describe el inicio de la predicación de Jesús,
inmediatamente después del arresto de San Juan Bautista.
''El
anuncio de Jesús es similar al de Juan Bautista, con la diferencia
sustancial -observó el Pontífice- de que Jesús ya no indica otro
que debe venir: Jesús mismo es el cumplimiento de las promesas, es
''la buena nueva'' en que creer, que hay que acoger y comunicar a los
hombres y mujeres de todos los tiempos para que ellos también le
confíen su existencia. Jesucristo en persona es la Palabra viva y
activa en la historia: el que lo escucha y lo sigue entra en el Reino
de Dios''.
''Jesús
es el cumplimiento de las promesas divinas porque da al ser humano el
Espíritu Santo, el ''agua viva'' que sacia nuestro corazón
inquieto, sediento de vida, de amor, de libertad, de paz, sediento de
Dios'', explicó Francisco, recordando a continuación que las
palabras de Cristo a la Samaritana ''Dame de beber'', han sido este
año el tema de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos
que concluye esta tarde con las segundas vísperas en la basílica
romana de San Pablo Extramuros ''para rezar intensamente al Señor
para que refuerce nuestro esfuerzo por la plena unidad de todos los
cristianos''. ''Es muy feo -dijo Francisco- que los cristianos estén
divididos. Jesús quiere que estemos unidos: un sólo cuerpo.
Nuestros pecados, la historia, nos han separado y por eso tenemos que
rezar tanto para que sea el mismo Espíritu Santo quien nos una de
nuevo''.
''Dios
haciéndose hombre - continuó- hizo suya nuestra sed, no sólo de
agua material, sino sobre todo la sed de una vida plena, de una vida
libre de la esclavitud del mal y de la muerte. Al mismo tiempo con su
encarnación Dios puso su sed -porque también Dios tiene sed- en el
corazón de un hombre:Jesús de Nazaret. Dios tiene sed de nosotros,
de nuestros corazones, de nuestro amor y puso esta sed en el corazón
de Jesús. Así, en el corazón de Cristo se encuentran la sed humana
y la sed divina. Y el deseo de la unidad de sus discípulos pertenece
a esta sed''.
''¡Que
la sed de Jesús -finalizó- también sea cada vez más nuestra sed!
Sigamos, por tanto, rezando y esforzándonos por la unidad plena de
los discípulos de Cristo, con la certeza de que El mismo está a
nuestro lado y nos sostiene con la fuerza de su Espíritu para que
esa meta se acerque''.
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