Ciudad
del Vaticano, 13 de diciembre de 2015 (Vis).-Ayer tarde en la
solemnidad litúrgica de la Bienaventurada Virgen María de
Guadalupe, Patrona de América Latina, el Santo Padre celebró la
misa en la basílica de San Pedro. La celebración estuvo precedida
por el rezo del Santo Rosario y en ambos eventos participaron cientos
de personas, por la mayor parte procedentes de todo el continente
americano, donde la devoción de la Guadalupana se extiende desde
Alaska hasta la Tierra de Fuego. En la homilía que pronunció, el
Papa hizo hincapié en la misericordia de María, pidiendo que a
través de ella entendamos cuanto nos quiere Diois.
Francisco
comenzó citando las frases del profeta Sofonías en la primera
lectura: ''El Señor tu Dios, está en medio de ti se alegra y goza
contigo, te renueva con su amor; exulta y se alegra contigo como en
día de fiesta''. ''Estas palabras dirigidas a Israel -dijo- pueden
también ser referidas a nuestra
Madre la Virgen María, a la Iglesia, y
a cada uno de nosotros, a nuestra alma amada por Dios con
amor misericordioso. Sí, Dios nos ama tanto que incluso se goza y se
complace en nosotros. Nos ama con amor gratuito, sin límites, sin
esperar nada en cambio. No le gusta
el pelagianismo. Este amor misericordioso es el atributo más
sorprendente de Dios, la síntesis en que se condensa el mensaje
evangélico, la fe de la Iglesia''.
Después
explicó que el término ''misericordia'' está formado por dos
palabras: miseria y corazón. El corazón ''indica la capacidad de
amar; la misericordia es el amor que abraza la miseria de la persona
humana. Es un amor que ''siente'' nuestra indigencia
como si fuera propia, para liberarnos de ella... ''El Verbo se hizo
carne'', a Dios tampoco le gusta el
gnosticismo, quiso compartir todas nuestras fragilidades.
Quiso experimentar nuestra condición humana, hasta cargar en la Cruz
con todo el dolor de la existencia humana. Est tal el abismo de su
compasión y misericordia... Ningún pecado puede cancelar su
cercanía misericordiosa, ni impedirle poner en acto su gracia de
conversión, con tal de que la invoquemos. Más aún, el mismo pecado
hace resplandecer con mayor fuerza el amor de Dios Padre quien, para
rescatar al esclavo, ha sacrificado a su Hijo. Esa misericordia de
Dios llega a nosotros con el don del Espíritu Santo... Por más
grandes y graves que sean los pecados del mundo, el Espíritu, que
renueva la faz de la tierra, posibilita el milagro de una vida más
humana, llena de alegría y esperanza''.
'Comentando
la segunda lectura, donde el apóstol San Pablo afirma :'El Señor
está cerca... nada nos tiene que preocupar'', el Obispo de Roma
añadió: ''Están cerca El y su
Madre''. La
misericordia más grande del Señor radica en su estar en medio de
nosotros, en su presencia y compañía. ''Camina junto a nosotros
-dijo- nos muestra el sendero del amor, nos levanta en nuestras
caídas, -y con qué ternura lo
hace- nos sostiene ante nuestras fatigas, nos acompaña en
todas las circunstancias de nuestra existencia. Nos abre los ojos
para mirar las miserias propias y del mundo, pero a la vez nos llena
de esperanza.... Esta es la fuente de nuestra vida pacificada y
alegre; nada ni nadie puede robarnos esta paz y esta alegría, no
obstante los sufrimientos y las pruebas de la vida. El
Señor con su ternura nos abre su corazón, nos abre su amor. El
Señor le tiene alergia a las rigideces. ''Anunciar la Buena
noticia a los pobres, como Juan Bautista, realizando las obras de
misericordia -sugirió- es una buena manera de esperar la venida de
Jesús en la Navidad''.
''En
una de las oraciones más queridas por el pueblo cristiano, la Salve
Regina, llamamos a María ''madre de misericordia'' -señaló el
Pontífice- Ella, que ha vivido siempre íntimamente unida a su
Hijo, sabe mejor que nadie lo que Él quiere: que todos los hombres
se salven, y que a ninguna persona le falte nunca la ternura y el
consuelo de Dios. A María santísima le encomendamos los
sufrimientos y las alegrías de los pueblos de todo el continente
americano, que la aman como madre y reconocen como ''patrona'', bajo
el título entrañable de Nuestra Señora de Guadalupe.
''Que
la dulzura de su mirada nos acompañe en este Año Santo, para que
todos podamos redescubrir la alegría de la ternura de Dios -concluyó
el Papa- A Ella le pedimos que este año jubilar sea una siembra de
amor misericordioso en el corazón de las personas, las familias y
las naciones. Que nos convirtamos en misericordiosos, y que las
comunidades cristianas sepan ser oasis y fuentes de misericordia,
testigos de una caridad que no admite exclusiones.
Para pedirle esto, de una manera fuerte, viajaré a venerarla en su
Santuario el próximo 13 de febrero. Allí pediré todo esto para
toda América, de la cual es especialmente Madre. A Ella le
suplico que guíe los pasos de su pueblo americano, pueblo peregrino
que busca a la Madre de misericordia, y solamente
le pide una cosa: que le
muestre a su Hijo Jesús''.
Finalizada
la homilía y durante la oración de los fieles, el Papa rezó por
sus padres, Mario y Regina, ''quienes me dieron la vida y me
transmitieron la fe'', -dijo- y ''que en un día como hoy, hace
ochenta años, contrajeron matrimonio''.
Como
el año pasado también esta vez, al final de la misma se cantó "La
Guadalupana", el canto a la Virgen de Guadalupe conocido en todo
el mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario