Ciudad
del Vaticano, 13 diciembre 2015 (VIS).- El Santo Padre, puntual como
de costumbre, se asomó esta mañana a la ventana de su estudio, en
el Palacio Apostólico Vaticano, para rezar el Ángelus con los
fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro. Antes de la
oración mariana, el Pontífice les dirigió unas palabras:
''En
el Evangelio de hoy -dijo- hay una pregunta que se repite tres veces:
¿Qué debemos hacer?... Es lo que preguntó la muchedumbre, los
cobradores de impuestos, y algunos soldados al profeta, Juan el
Bautista, para saber qué debían hacer para convertirse tal y como
él predicaba. La respuesta de Juan a la pregunta de la muchedumbre
fue compartir los bienes de primera necesidad: ''El que tenga dos
túnicas, dé una al que no tiene; y el que tenga qué comer, haga
otro tanto''. A los cobradores de impuestos le dijo que no exigieran
nada más de la suma debida... no sobornar, y al tercer grupo, a los
soldados, les pidió no extorsionar nada a ninguno, sino contentarse
de sus sueldos''.
''Tres
respuestas para un idéntico camino de conversión, que se manifiesta
en empeños concretos de justicia y de solidaridad. Es el camino que
Jesús indica en toda su predicación: el camino del amor hecho por
el prójimo. Y en estas advertencias de Juan Bautista comprendemos
cuáles eran las tendencias generales de quien en aquella época
tenía el poder, bajo las formas diversas. Las cosas no han cambiado
tanto. No obstante, ninguna categoría de personas está excluida de
recorrer el camino de la conversión para obtener la salvación, ni
siquiera los publicanos considerados pecadores por definición ...
Dios no impide a ninguno la posibilidad de salvarse... Él está
ansioso por usar la misericordia, usarla hacia todos en el tierno
abrazo de reconciliación y de perdón''.
Francisco
explicó cómo ''la liturgia de hoy nos repite, con las palabras de
Juan, que es necesario convertirse, cambiar dirección de marcha y
emprender el camino de la justicia, de la solidaridad, de la
sobriedad: valores imprescindibles de una existencia plenamente
humana y auténticamente cristiana. ¡Convertíos! Es la síntesis
del mensaje del Bautista. Y la liturgia de este tercer domingo de
Adviento nos ayuda a redescubrir una dimensión particular de la
conversión: la alegría. Quien se convierte y se acerca al Señor
siente la alegría''.
Asimismo
destacó que hoy ''se necesita valentía para hablar de alegría, ¡se
necesita sobre todo fe! El mundo está sofocado por tantos problemas,
el futuro agobiado por incógnitas y temores. Y sin embargo, el
cristiano es una persona alegre, y su alegría no es cualquier cosa
superficial y efímera, sino profunda y estable, porque es un don del
Señor que llena la vida. Nuestra alegría deriva de la certeza que
''el Señor está cerca'' . Está cerca con su ternura, con su
misericordia, con su perdón, con su amor''.
Antes
de finalizar pidió a la Virgen María que nos ayudase ''a reforzar
nuestra fe, para que sepamos acoger al Dios de la alegría, que
siempre quiere vivir en medio de sus hijos. Y que nuestra Madre nos
enseñe a compartir las lágrimas con quien llora, para poder
compartir también la sonrisa''.
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