Ciudad
del Vaticano, 12 de octubre de 2013 (VIS).- Al final de la ceremonia
mariana en la Plaza de San Pedro, la imagen de la Virgen de Fatima
fue transportada en helicóptero al santuario romano del Divino Amor.
A
las 19.30, diversos santuarios marianos de todo el mundo, se
conectaron con el Divino Amor para rezar el Rosario y participar en
la vigilia de oración "Con María más allá de la noche”,
que concluye al alba con la peregrinación tradicional a ese
santuario.
El
Papa Francisco he grabado un mensaje en vídeo transmitido antes del
Rosario y cuyo texto es el siguiente:
“Queridos
hermanos y hermanas:
Saludo
a todos los peregrinos que están en el Santuario del Divino Amor, y
a los que se conectan desde los santuarios marianos de Lourdes,
Nazaret, Luján, Vailankanni, Guadalupe, Akita, Nairobi, Benneux,
Częstochowa y Marian Valley.
Esta
tarde me siento unido a todos ustedes en la recitación del Santo
Rosario y en la Adoración Eucarística bajo la mirada de la Virgen
María.
La
mirada. ¡Qué importante es! ¡Cuántas cosas pueden decirse con una
mirada! Afecto, aliento, compasión, amor, pero también reproche,
envidia, soberbia, incluso odio. Con frecuencia, la mirada dice más
que las palabras, o dice aquello que las palabras no pueden o no se
atreven a decir.
¿A
quién mira la Virgen María? Nos mira a todos, a cada uno de
nosotros. Y, ¿cómo nos mira? Nos mira como Madre, con ternura, con
misericordia, con amor. Así ha mirado al hijo Jesús en todos los
momentos de su vida, gozosos, luminosos, dolorosos, gloriosos, como
contemplamos en los Misterios del Santo Rosario, simplemente con
amor.
Cuando
estamos cansados, desanimados, abrumados por los problemas,
volvámonos a María, sintamos su mirada que dice a nuestro corazón:
"¡Animo, hijo, que yo te sostengo!" La Virgen nos conoce
bien, es madre, sabe muy bien cuáles son nuestras alegrías y
nuestras dificultades, nuestras esperanzas y nuestras desilusiones.
Cuando sintamos el peso de nuestras debilidades, de nuestros pecados,
volvámonos a María, que dice a nuestro corazón: "!Levántate,
acude a mi Hijo Jesús!, en él encontrarás acogida, misericordia y
nueva fuerza para continuar el camino".
La
mirada de María no se dirige solamente a nosotros. Al pie de la
cruz, cuando Jesús le confía al Apóstol Juan, y con él a todos
nosotros, diciendo: "Mujer, ahí tienes a tu hijo", los
ojos de María están fijos en Jesús. Y María nos dice, como en las
Bodas de Caná: "Haced lo que él os diga". María indica a
Jesús, nos invita a dar testimonio de Jesús, nos guía siempre a su
Hijo Jesús, porque sólo en él hay salvación, sólo él puede
trasformar el agua de la soledad, de la dificultad, del pecado, en el
vino del encuentro, de la alegría, del perdón. Sólo él.
"Bienaventurada
porque has creído". María es bienaventurada por su fe en Dios,
por su fe, porque la mirada de su corazón ha estado siempre fija en
Dios, en el Hijo de Dios que ha llevado en su seno y que ha
contemplado en la cruz. En la Adoración del Santísimo Sacramento,
María nos dice: "Mira a mi Hijo Jesús, ten los ojos fijos en
él, escúchalo, habla con él. Él te mira con amor. No tengas
miedo. Él te enseñará a seguirlo para dar testimonio de él en las
grandes y pequeñas obras de tu vida, en las relaciones de familia,
en tu trabajo, en los momentos de fiesta; te enseñará a salir de ti
mismo, de ti misma, para mirar a los demás con amor, como él, que
te ha amado y te ama, no de palabra, sino con obras".
¡Oh
María!, haznos sentir tu mirada de Madre, guíanos a tu Hijo, haz
que no seamos cristianos "de escaparate", sino de los que
saben "mancharse la manos" para construir con tu Hijo Jesús
su Reino de amor, de alegría y de paz”.
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