Ciudad
del Vaticano, 12 de octubre 2013 (VIS).-Esta tarde, a las 17, en la
Plaza de San Pedro, ha tenido lugar una celebración en el ámbito de
la Jornada Mariana convocada con motivo del Año de la Fe. El evento
ha comenzado una hora antes, con una procesión a través de los
diversos sectores de la Plaza, de la imagen original de la Virgen de
Fátima, traída en avión desde Portugal y que el Papa Francisco ha
acogido a la entrada de la basílica. Más de cien mil personas han
participado en el acto.
Después
del saludo del presidente del Pontificio Consejo para la Nueva
Evangelización, el arzobispo Rino Fisichella, se ha procedido a la
entronización de la estatua de la Virgen y, después de la oración
mariana, en forma de Via Matris, el Santo Padre ha pronunciado la
catequesis en la que ha explicado que María es el camino que nos
lleva a Jesús. “María -ha dicho- es una mujer de fe, una
verdadera creyente. Podemos preguntarnos: ¿Cómo es la fe de María?
“La
fe de María -ha dicho- desata el nudo del pecado ¿Qué significa
esto? Los Padres conciliares del Vaticano II han tomado una expresión
de san Ireneo que dice así: “El nudo de la desobediencia de Eva lo
desató la obediencia de María. Lo que ató la virgen Eva por su
falta de fe, lo desató la Virgen María por su fe”...El “nudo”
de la desobediencia, el “nudo” de la incredulidad”.
Cuando
no escuchamos a Dios y no seguimos su voluntad “cometemos actos
concretos en los que mostramos falta de confianza en él – y esto
es pecado –, se forma como un nudo en nuestra interioridad. Y estos
nudos nos quitan la paz y la serenidad...Pero para la misericordia de
Dios – lo sabemos – nada es imposible. Hasta los nudos más
enredados se deshacen con su gracia. Y María, que con su “sí”
ha abierto la puerta a Dios para deshacer el nudo de la antigua
desobediencia, es la madre que con paciencia y ternura nos lleva a
Dios, para que él desate los nudos de nuestra alma con su
misericordia de Padre... Todos los nudos del corazón, todos los
nudos de la conciencia se pueden deshacer”.
La
fe de María da “carne humana a Jesús. Dice el Concilio: Por su fe
y obediencia engendró en la tierra al Hijo mismo del Padre,
ciertamente sin conocer varón, cubierta con la sombra del Espíritu
Santo”... María ha concebido a Jesús en la fe, y después en la
carne, cuando ha dicho "sí" al anuncio que Dios le ha
dirigido mediante el ángel. ¿Qué quiere decir esto? Que Dios no ha
querido hacerse hombre ignorando nuestra libertad, ha querido pasar a
través del libre consentimiento de María, a través de su "sí".
Pero
lo que ha ocurrido en la Virgen Madre de manera única, “también
nos sucede a nosotros en el plano espiritual cuando acogemos la
Palabra de Dios con corazón bueno y sincero y la ponemos en
práctica. Es como si Dios adquiriera carne en nosotros. Él viene a
habitar en nosotros, porque toma morada en aquellos que le aman y
cumplen su Palabra... Creer en Jesús significa ofrecerle nuestra
carne, con la humildad y el valor de María, para que él pueda
seguir habitando en medio de los hombres; significa ofrecerle
nuestras manos para acariciar a los pequeños y a los pobres;
nuestros pies para salir al encuentro de los hermanos; nuestros
brazos para sostener a quien es débil y para trabajar en la viña
del Señor; nuestra mente para pensar y hacer proyectos a la luz del
Evangelio; y, sobre todo, nuestro corazón para amar y tomar
decisiones según la voluntad de Dios”.
El
último elemento es “la fe de María como camino: El Concilio
afirma que María "avanzó en la peregrinación de la fe"
Por eso ella nos precede en esta peregrinación, nos acompaña, nos
sostiene... Toda su vida fue un seguir a su Hijo: él –Jesús– es
la vía, él es el camino. Progresar en la fe, avanzar en esta
peregrinación espiritual que es la fe, no es sino seguir a Jesús;
escucharlo, y dejarse guiar por sus palabras; ver cómo se comporta
él y poner nuestros pies en sus huellas, tener sus mismos
sentimientos y actitudes. Y, ¿cuáles son los sentimientos y
actitudes de Jesús?: Humildad, misericordia, cercanía, pero también
un firme rechazo de la hipocresía, de la doblez, de la idolatría.
La vía de Jesús es la del amor fiel hasta el final, hasta el
sacrificio de la vida; es la vía de la cruz”.
Por
eso, el camino de la fe “pasa a través de la cruz, y María lo
entendió desde el principio.. María siempre estaba con Jesús,
seguía a Jesús mezclada con el pueblo, y oía sus chácharas, la
odiosidad de aquellos que no querían a Jesús. Y esta cruz, ella la
ha llevado. La fe de María afrontó entonces la incomprensión y el
desprecio. Cuando llegó la "hora" de Jesús, esto es, la
hora de la pasión, la fe de María fue entonces la lamparilla
encendida en la noche... María veló durante la noche del sábado
santo. Su llama, pequeña pero clara, estuvo encendida hasta el alba
de la Resurrección; y cuando le llegó la noticia de que el sepulcro
estaba vacío, su corazón quedó henchido de la alegría de la fe,
la fe cristiana en la muerte y resurrección de Jesucristo. Porque la
fe siempre nos lleva a la alegría, y ella es la Madre de la alegría.
Que ella nos enseñe a caminar por este camino de la alegría y a
vivir esta alegría”.
“Esta
tarde, Madre - ha concluido- te damos gracias por tu fe de mujer
fuerte y humilde; y renovamos nuestra entrega a ti, Madre de nuestra
fe”.
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