Ciudad
del Vaticano, 13 de octubre de 2013 (VIS).-Más de cien mil personas
han participado esta mañana en la Santa Misa celebrada por el Papa
Francisco ante la estatua de la Virgen de Fátima, con motivo de la
Jornada Mariana, en la Plaza de San Pedro. La homilía del Papa se ha
centrado en tres puntos: Dios nos sorprende, nos pide fidelidad y es
nuestra fuerza. Y María nos ayuda a decir 'sí' a Dios cada día.
Ofrecemos
a continuación una amplia síntesis de la homilía papal:
“En
el Salmo hemos recitado: “Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas”.Hoy nos encontramos ante una de esas
maravillas del Señor: ¡María! Una criatura humilde y débil como
nosotros, elegida para ser Madre de Dios, Madre de su Creador.
Precisamente mirando a María a la luz de las lecturas que hemos
escuchado, me gustaría reflexionar con ustedes sobre tres puntos:
Primero, Dios nos sorprende; segundo, Dios nos pide fidelidad;
tercero, Dios es nuestra fuerza”.
“El
primero: Dios nos sorprende. La historia de Naamán, jefe del
ejército del rey de Aram, es llamativa: para curarse de la lepra se
presenta ante el profeta de Dios, Eliseo, que no ...le pide cosas
extraordinarias, sino únicamente fiarse de Dios y lavarse en el agua
del río...en el pequeño Jordán. Es un requerimiento que deja a
Naamán perplejo y también sorprendido: ¿qué Dios es este que pide
una cosa tan simple? Decide marcharse, pero después da el paso, se
baña en el Jordán e inmediatamente queda curado...Dios nos
sorprende; precisamente en la pobreza, en la debilidad, en la
humildad es donde se manifiesta y nos da su amor que nos salva, nos
cura, nos da fuerza. Sólo pide que sigamos su palabra y nos fiemos
de él”.
“Ésta
es también la experiencia de la Virgen María: ante el anuncio del
Ángel, no oculta su asombro. Es el asombro de ver que Dios, para
hacerse hombre, la ha elegido precisamente a Ella, una sencilla
muchacha de Nazaret, que no vive en los palacios del poder y de la
riqueza, que no ha hecho cosas extraordinarias, pero que está
abierta a Dios, se fía de él, aunque no lo comprenda del
todo...Dios nos sorprende siempre, rompe nuestros esquemas, pone en
crisis nuestros proyectos, y nos dice: Fíate de mí, no tengas
miedo, déjate sorprender, sal de ti mismo y sígueme”.
“Preguntémonos
hoy todos nosotros si tenemos miedo de lo que el Señor pudiera
pedirnos o de lo que nos está pidiendo. ¿Me dejo sorprender por
Dios, como hizo María, o me cierro en mis seguridades, seguridades
materiales, seguridades intelectuales, seguridades ideológicas,
seguridades de mis proyectos? ¿Dejo entrar a Dios verdaderamente en
mi vida? ¿Cómo le respondo?”.
“En
la lectura de San Pablo que hemos escuchado, el Apóstol se dirige a
su discípulo Timoteo diciéndole: Acuérdate de Jesucristo; si
perseveramos con él, reinaremos con él Éste es el segundo punto:
acordarse siempre de Cristo... y esto es perseverar en la fe: Dios
nos sorprende con su amor, pero nos pide que le sigamos fielmente.
Nosotros podemos convertirnos en “no fieles”, pero él no puede,
él es “el fiel”, y nos pide a nosotros la misma fidelidad.
Pensemos cuántas veces nos hemos entusiasmado con una cosa, con un
proyecto... pero después, ante las primeras dificultades, hemos
tirado la toalla. Y esto, desgraciadamente, sucede también con
nuestras opciones fundamentales, como el matrimonio. La dificultad de
ser constantes, de ser fieles a las decisiones tomadas, a los
compromisos asumidos. A menudo es fácil decir “sí”, pero
después no se consigue repetir este “sí” cada día. No se
consigue ser fieles”.
“María
ha dicho su “sí” a Dios, un “sí” que ha cambiado su humilde
existencia de Nazaret, pero no ha sido el único, más bien ha sido
el primero de otros muchos “sí” pronunciados en su corazón
tanto en sus momentos gozosos como en los dolorosos; todos estos “sí”
culminaron en el pronunciado bajo la Cruz”.
“Y
yo me pregunto: ¿Soy un cristiano a ratos o soy siempre cristiano?
La cultura de lo provisional, de lo relativo entra también en la
vida de fe. Dios nos pide que le seamos fieles cada día, en las
cosas ordinarias, y añade que, a pesar de que a veces no somos
fieles, él siempre es fiel y con su misericordia no se cansa de
tendernos la mano para levantarnos, para animarnos a retomar el
camino, a volver a él y confesarle nuestra debilidad para que él
nos dé su fuerza. Y este es el camino definitivo: siempre con el
Señor, también en nuestras debilidades, también en nuestros
pecados. no ir jamás por el camino de lo provisional”.
“El
último punto: Dios es nuestra fuerza. Pienso en los diez leprosos
del Evangelio curados por Jesús: ...Están enfermos, necesitados de
amor y de fuerza, y buscan a alguien que los cure. Y Jesús responde
liberándolos a todos de su enfermedad. Llama la atención, sin
embargo, que solamente uno regrese alabando a Dios a grandes gritos y
dando gracias. Jesús mismo lo indica: diez han dado gritos para
alcanzar la curación y uno solo ha vuelto a dar gracias a Dios a
gritos y reconocer que en él está nuestra fuerza. Saber agradecer,
saber alabar al Señor por lo que hace por nosotros”.
“Miremos
a María: después de la Anunciación, lo primero que hace es un
gesto de caridad hacia su anciana pariente Isabel; y las primeras
palabras que pronuncia son: “Proclama mi alma la grandeza del
Señor”, es decir, un cántico de alabanza y de acción de gracias
a Dios no sólo por lo que ha hecho en Ella, sino por lo que ha hecho
en toda la historia de salvación. Todo es don suyo; Si podemos
entender que todo es don de Dios, ¡cuánta felicidad habrá en
nuestro corazón! él es nuestra fuerza. Decir gracias es tan fácil,
y sin embargo tan difícil. ¿Cuántas veces nos decimos gracias en
la familia? Es una de las palabras clave de la convivencia. 'Por
favor', 'perdona', 'gracias': si en una familia se dicen estas tres
palabras, la familia va adelante...Muchas veces damos todo por
descontado. Y así hacemos también con Dios. Es fácil ir al Señor
a pedirle algo, pero ir a darle gracias... ¡Ah!, no se me ocurre”.
“Continuemos
la Eucaristía invocando la intercesión de María para que nos ayude
a dejarnos sorprender por Dios sin oponer resistencia, a ser hijos
fieles cada día, a alabarlo y darle gracias porque él es nuestra
fuerza”.
Al
final de la ceremonia el Papa ha rezado el acto de consagración a la
Virgen de Fátima. “Enséñanos - ha dicho- tu mismo amor de
predilección por los pequeños y los pobres, por los excluidos y los
que sufren, por los pecadores y los que se han extraviado”.
Antes
de rezar el Ángelus, Francisco ha recordado que hoy en Tarragona,
(España) “se proclaman beatos a más de 500 mártires asesinados
por su fe durante la guerra civil española. Demos gracias al Señor
por estos valientes testigos suyos y le suplicamos por su intercesión
que libere al mundo de toda violencia”.
“Doy
las gracias a todos vosotros que habéis venido, tan numerosos, desde
Roma, desde Italia y desde tantas partes del mundo para esta fiesta
de fe dedicada a María, nuestra madre”, ha concluido.
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