Ciudad
del Vaticano, 24 de diciembre 2012 (VIS).-Benedicto XVI presidió
esta noche a las 22,00 en la basílica de San Pedro la Santa Misa del
Gallo en la solemnidad de la Navidad del Señor 2012. En el curso de
la celebración eucarística, después de la lectura del Santo
Evangelio, el Papa pronunció la homilía de la que ofrecemos amplios
extractos:
(…)”Nuevamente
nos conmueve que Dios se haya hecho niño, para que podamos amarlo,
para que nos atrevamos a amarlo, y, como niño, se pone confiadamente
en nuestras manos. Dice algo así: Sé que mi esplendor te asusta,
que ante mi grandeza tratas de afianzarte tú mismo. Pues bien, vengo
por tanto a ti como niño, para que puedas acogerme y amarme”.
“Nuevamente
me llega al corazón esa palabra del evangelista, dicha casi de
pasada, de que no había lugar para ellos en la posada. Surge
inevitablemente la pregunta sobre qué pasaría si María y José
llamaran a mi puerta. ¿Habría lugar para ellos? Y después nos
percatamos de que esta noticia aparentemente casual de la falta de
sitio en la posada, que lleva a la Sagrada Familia al establo, es
profundizada en su esencia por el evangelista Juan cuando escribe:
“Vino a su casa, y los suyos no la recibieron” . Así que la gran
cuestión moral de lo que sucede entre nosotros a propósito de los
prófugos, los refugiados, los emigrantes, alcanza un sentido más
fundamental aún: (...) ¿No es precisamente a Dios mismo al que
rechazamos? (...) ¿Tiene Dios realmente un lugar en nuestro
pensamiento? La metodología de nuestro pensar está planteada de tal
manera que, en el fondo, él no debe existir. Aunque parece llamar a
la puerta de nuestro pensamiento, debe ser rechazado con algún
razonamiento. Para que se sea considerado serio, el pensamiento debe
estar configurado de manera que la “hipótesis Dios”sea
superflua.(...) Estamos completamente “llenos” de nosotros
mismos, de modo que ya no queda espacio alguno para Dios”.
“Y,
por eso, tampoco queda espacio para los otros, para los niños, los
pobres, los extranjeros. A partir de la sencilla palabra sobre la
falta de sitio en la posada, podemos darnos cuenta de lo necesaria
que es la exhortación de san Pablo: “Transformaos por la
renovación de la mente”. Pablo habla (...) del modo en que vemos
el mundo y nos vemos a nosotros mismos. La conversión que
necesitamos debe llegar verdaderamente hasta las profundidades de
nuestra relación con la realidad. Roguemos al Señor para que (...)
oigamos cómo él llama (...) a la puerta de nuestro ser y de
nuestro querer. Oremos para que se cree en nuestro interior un
espacio para él. Y para que, de este modo, podamos reconocerlo
también en aquellos a través de los cuales se dirige a nosotros: en
los niños, en los que sufren, en los abandonados, los marginados y
los pobres de este mundo”.
“En
el relato de la Navidad hay también una segunda palabra (…) el
himno de alabanza que los ángeles entonan después del mensaje sobre
el Salvador recién nacido: “Gloria a Dios en el cielo, y en la
tierra paz a los hombres en quienes él se complace”. Dios es
glorioso (…) esplendor de la verdad y del amor (...) Es (...) el
bien por excelencia. Los ángeles que lo rodean transmiten en primer
lugar simplemente la alegría de percibir la gloria de Dios.(...) En
sus palabras no se supone ninguna pregunta sobre el porqué, aparece
simplemente el hecho de estar llenos de la felicidad que proviene de
advertir el puro esplendor de la verdad y del amor de Dios. Queremos
dejarnos embargar de esta alegría: existe la verdad (...)la pura
bondad (…) la luz pura. Dios es bueno y él es el poder supremo por
encima de todos los poderes. En esta noche, deberíamos simplemente
alegrarnos de este hecho, junto con los ángeles y los pastores”.
“Con
la gloria de Dios en las alturas, se relaciona la paz en la tierra a
los hombres. Donde no se da gloria a Dios, donde se le olvida o
incluso se le niega, tampoco hay paz. Hoy, sin embargo, corrientes de
pensamiento muy difundidas sostienen lo contrario: la religión, en
particular el monoteísmo, sería la causa de la violencia y de las
guerras en el mundo; sería preciso liberar antes a la humanidad de
la religión para que se estableciera después la paz; el monoteísmo,
la fe en el único Dios, sería prepotencia, motivo de intolerancia,
puesto que por su naturaleza quisiera imponerse a todos con la
pretensión de la única verdad”.
“Es
cierto que el monoteísmo ha servido en la historia como pretexto
para la intolerancia y la violencia. Es verdad que una religión
puede enfermar y llegar así a oponerse a su naturaleza más
profunda, cuando el hombre piensa que debe tomar en sus manos la
causa de Dios, haciendo así de Dios su propiedad privada. Debemos
estar atentos contra esta distorsión de lo sagrado. Si es
incontestable un cierto uso indebido de la religión en la historia,
no es verdad, sin embargo, que el “no” a Dios restablecería la
paz. Si la luz de Dios se apaga, se extingue también la dignidad
divina del hombre. Entonces, ya no es la imagen de Dios, que debemos
honrar en cada uno, en el débil, el extranjero, el pobre. Entonces
ya no somos todos hermanos y hermanas, hijos del único Padre que, a
partir del Padre, están relacionados mutuamente. Qué géneros de
violencia arrogante aparecen entonces, y cómo el hombre desprecia y
aplasta al hombre, lo hemos visto en toda su crueldad el siglo
pasado. Sólo cuando la luz de Dios brilla sobre el hombre y en el
hombre, sólo cuando cada hombre es querido, conocido y amado por
Dios, sólo entonces, por miserable que sea su situación, su
dignidad es inviolable. (...) Y, en el transcurso de todos estos
siglos, no se han dado ciertamente sólo casos de uso indebido de la
religión, sino que la fe en ese Dios que se ha hecho hombre ha
provocado siempre de nuevo fuerzas de reconciliación y de bondad. En
la oscuridad del pecado y de la violencia, esta fe ha insertado un
rayo luminoso de paz y de bondad que sigue brillando”.
“Así
pues, Cristo es nuestra paz (…) Cómo dejar de implorarlo en esta
hora: Sí, Señor, anúncianos también hoy la paz, a los de cerca y
a los de lejos. Haz que, también hoy, de las espadas se forjen
arados que en lugar de armamento para la guerra lleguen ayudas para
los que sufren. Ilumina la personas que se creen en el deber aplicar
la violencia en tu nombre, para que aprendan a comprender lo absurdo
de la violencia y a reconocer tu verdadero rostro. Ayúdanos a ser
hombres “en los que te complaces”, hombres conformes a tu imagen
y, así, hombres de paz”.
“Vayamos
allá, a Belén, dice hoy la liturgia de la Iglesia. Trans-eamus
traduce la Biblia latina: “atravesar”, ir al otro lado, atreverse
a dar el paso que va más allá, la “travesía” con la que
salimos de nuestros hábitos de pensamiento y de vida, y sobrepasamos
el mundo puramente material para llegar a lo esencial, al más allá,
hacia el Dios que, por su parte, ha venido acá, hacia nosotros”.
“Vayamos
allá, a Belén. Con estas palabras que nos decimos unos a otros, al
igual que los pastores, no debemos pensar sólo en la gran travesía
hacia el Dios vivo, sino también en la ciudad concreta de Belén, en
todos los lugares donde el Señor vivió, trabajó y sufrió. Pidamos
en esta hora por quienes hoy viven y sufren allí. Oremos para que
allí reine la paz. Oremos para que israelíes y palestinos puedan
llevar una vida en la paz del único Dios y en libertad. Pidamos
también por los países circunstantes, por el Líbano, Siria, Iraq,
y así sucesivamente, de modo que en ellos se asiente la paz. Que los
cristianos en aquellos países donde ha tenido origen nuestra fe
puedan conservar su morada; que cristianos y musulmanes construyan
juntos sus países en la paz de Dios”.
“Los
pastores se apresuraron. Les movía una santa curiosidad y una santa
alegría. Tal vez es muy raro entre nosotros que nos apresuremos por
las cosas de Dios. Hoy, Dios no forma parte de las realidades
urgentes. Las cosas de Dios, así decimos y pensamos, pueden esperar.
Y, sin embargo, él es la realidad más importante, el Único que, en
definitiva, importa realmente. ¿Por qué no deberíamos también
nosotros dejarnos llevar por la curiosidad de ver más de cerca y
conocer lo que Dios nos ha dicho? Pidámosle que la santa curiosidad
y la santa alegría de los pastores nos inciten también hoy a
nosotros, y vayamos pues con alegría allá, a Belén; hacia el Señor
que también hoy viene de nuevo entre nosotros”.
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