CIUDAD DEL VATICANO, 15 JUN 2008 (VIS).-Esta mañana Benedicto XVI se encontró a las 9,15 en la sede arzobispal de Brindisi con las religiosas de clausura benedictinas y carmelitas de la diócesis. Desde allí se dirigió en automóvil a la zona portuaria de San Apolinar, donde a las 10,00 presidió la Santa Misa, en la que participaron 70.000 personas, y pronunció la homilía.
"Los textos bíblicos que hemos escuchado -dijo el Santo Padre- nos ayudan a comprender la realidad de la Iglesia. (...) La primera lectura, que narra el pacto de Dios con Moisés e Israel en el Sinaí, (...) manifiesta el diseño divino de (..) salvar a todos los seres humanos mediante la santificación de un pueblo", mientras el Evangelio explica la llamada y misión de los doce apóstoles, que después de Pentecostés proclamarán la Buena Nueva "hablando en todas las lenguas". En ese momento "se manifestará la Iglesia universal, reunida en un único cuerpo del que Cristo es la cabeza, y al mismo tiempo enviada por Él a todas las naciones, hasta los confines de la tierra".
Los doce apóstoles "cooperarán con Jesús para instaurar el Reino de Dios, es decir su soberanía benéfica, que da la vida en abundancia a toda la humanidad. En sustancia, la Iglesia, como Cristo y junto a Él, está llamada y enviada a instaurar el Reino de la vida y a ahuyentar el dominio de la muerte para que triunfe (...) Dios que es amor".
"Este es el proyecto de Dios: difundir sobre la humanidad y sobre todo el cosmos su amor generador de vida. Un proyecto que el Señor quiere cumplir solamente en el respeto de nuestra libertad, porque el amor de su naturaleza no puede imponerse -subrayó el Papa-, explicando que "la Iglesia es en Cristo el espacio de acogida y de mediación del amor de Dios. Desde esta perspectiva está claro que la santidad y la naturaleza misionera de la Iglesia sean dos caras de la misma moneda. En cuanto santa, llena del amor divino, la Iglesia puede cumplir con su misión, y precisamente en función de esa tarea Dios la ha elegido y santificado como propiedad suya".
Hablando del binomio santidad-misión, el Papa recordó que era "útil reflexionar sobre el hecho de que los doce Apóstoles no eran hombres perfectos, elegidos por su calidad moral y religiosa. Seguramente eran creyentes. (...) pero marcados por sus propios límites humanos, algunas veces graves. (...) Como nosotros. Como todos los cristianos. (...) La Iglesia es la comunidad de pecadores que creen en el amor de Dios y se dejan transformar por Él, llegando a ser santos".
El estilo de la misión, es decir, "la actitud interior que se transforma en vida vivida, (...) no puede ser otro que el de Jesús: el estilo de la compasión" y "la compasión cristiana no tiene nada que ver con el pietismo o la simple asistencia. Es en cambio sinónimo de solidaridad y división y está animada por la esperanza". "Animados por la esperanza en la que fuisteis salvados -terminó Benedicto XVI- sed también vosotros signos e instrumentos de la compasión, de la misericordia de Cristo".
PV-ITALIA/MISA/BRINDISI VIS 20080616 (560)
"Los textos bíblicos que hemos escuchado -dijo el Santo Padre- nos ayudan a comprender la realidad de la Iglesia. (...) La primera lectura, que narra el pacto de Dios con Moisés e Israel en el Sinaí, (...) manifiesta el diseño divino de (..) salvar a todos los seres humanos mediante la santificación de un pueblo", mientras el Evangelio explica la llamada y misión de los doce apóstoles, que después de Pentecostés proclamarán la Buena Nueva "hablando en todas las lenguas". En ese momento "se manifestará la Iglesia universal, reunida en un único cuerpo del que Cristo es la cabeza, y al mismo tiempo enviada por Él a todas las naciones, hasta los confines de la tierra".
Los doce apóstoles "cooperarán con Jesús para instaurar el Reino de Dios, es decir su soberanía benéfica, que da la vida en abundancia a toda la humanidad. En sustancia, la Iglesia, como Cristo y junto a Él, está llamada y enviada a instaurar el Reino de la vida y a ahuyentar el dominio de la muerte para que triunfe (...) Dios que es amor".
"Este es el proyecto de Dios: difundir sobre la humanidad y sobre todo el cosmos su amor generador de vida. Un proyecto que el Señor quiere cumplir solamente en el respeto de nuestra libertad, porque el amor de su naturaleza no puede imponerse -subrayó el Papa-, explicando que "la Iglesia es en Cristo el espacio de acogida y de mediación del amor de Dios. Desde esta perspectiva está claro que la santidad y la naturaleza misionera de la Iglesia sean dos caras de la misma moneda. En cuanto santa, llena del amor divino, la Iglesia puede cumplir con su misión, y precisamente en función de esa tarea Dios la ha elegido y santificado como propiedad suya".
Hablando del binomio santidad-misión, el Papa recordó que era "útil reflexionar sobre el hecho de que los doce Apóstoles no eran hombres perfectos, elegidos por su calidad moral y religiosa. Seguramente eran creyentes. (...) pero marcados por sus propios límites humanos, algunas veces graves. (...) Como nosotros. Como todos los cristianos. (...) La Iglesia es la comunidad de pecadores que creen en el amor de Dios y se dejan transformar por Él, llegando a ser santos".
El estilo de la misión, es decir, "la actitud interior que se transforma en vida vivida, (...) no puede ser otro que el de Jesús: el estilo de la compasión" y "la compasión cristiana no tiene nada que ver con el pietismo o la simple asistencia. Es en cambio sinónimo de solidaridad y división y está animada por la esperanza". "Animados por la esperanza en la que fuisteis salvados -terminó Benedicto XVI- sed también vosotros signos e instrumentos de la compasión, de la misericordia de Cristo".
PV-ITALIA/MISA/BRINDISI VIS 20080616 (560)
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