CIUDAD DEL VATICANO, 30 JUN 2007 (VIS).-Con motivo de la "Carta a los obispos, a los presbíteros, a las personas consagradas y a los fieles laicos de la Iglesia católica en la República Popular China", la Oficina de Prensa de la Santa Sede ha hecho pública una nota explicativa sobre la Iglesia en China en los últimos 50 años.
"La comunidad católica en China ha vivido intensamente estos últimos 50 años, afrontando un camino difícil y doloroso, que no sólo la ha marcado profundamente sino que también la ha llevado a asumir rasgos peculiares que todavía la caracterizan hoy en día".
"La comunidad católica sufrió una primera persecución en los años cincuenta con la expulsión de los obispos y misioneros extranjeros, la encarcelación de casi todos los eclesiásticos chinos y de los responsables de los diversos movimientos laicales, el cierre de las iglesias y el aislamiento de los fieles. Al final de los años cincuenta se crearon organismos estatales como la Oficina para los Asuntos Religiosos y la Asociación Patriótica de los Católicos Chinos, con el fin de guiar y "controlar" todas las actividades religiosas. En 1958 tuvieron lugar las dos primeras ordenaciones episcopales sin el mandato papal, dando inicio a una larga serie de gestos que hieren profundamente la comunión eclesial.
"En el decenio 1966-1976, la Revolución Cultural, que tuvo lugar en todo el país, afectó violentamente a la comunidad católica, alcanzando también a aquellos obispos, sacerdotes y fieles laicos que se habían mostrado más disponibles hacia las nuevas orientaciones impuestas por las Autoridades gubernamentales.
"En los años ochenta, con las aperturas promovidas por Deng Xiaoping, comenzó un periodo de tolerancia religiosa con algunas posibilidades de movimiento y de diálogo, que permitieron la reapertura de iglesias, de seminarios y de casas religiosas y un nuevo inicio de la vida comunitaria. Las informaciones que provenían de las comunidades eclesiales chinas confirmaban que, una vez más, la sangre de los mártires había sido semilla de nuevos cristianos: la fe había permanecido viva en las comunidades, la mayoría de los católicos había dado un testimonio ferviente de fidelidad a Cristo y a la Iglesia, las familias habían sido en su interior el fulcro de la transmisión de la fe. Sin embargo, en el nuevo clima no faltaron reacciones diferenciadas en el seno de la comunidad católica".
"Analizando atentamente la situación de la Iglesia en China, Benedicto XVI es consciente de que la comunidad sufre en su interior una situación de fuertes contrastes en los que están implicados fieles y pastores, pero pone de relieve que esa situación dolorosa no ha sido provocada por posiciones doctrinales, sino que es fruto del "papel significativo que han desempeñado organismos que han sido impuestos como responsables principales de la vida de la comunidad católica". Se trata de organismos cuyas finalidades declaradas, y en concreto la de llevar a efecto los principios de independencia, autogobierno y autogestión de la Iglesia, no son conciliables con la doctrina católica. Esta interferencia ha dado lugar a situaciones verdaderamente preocupantes. Es más, los obispos y los sacerdotes se han visto muy controlados y coartados en el ejercicio de su oficio pastoral".
"En los años noventa, desde varias partes y siempre más frecuentemente, obispos y sacerdotes se dirigieron a la Congregación para la Evangelización de los Pueblos y a la Secretaría de Estado para poder recibir de la Santa Sede indicaciones precisas sobre la conducta a seguir en algunos problemas de la vida eclesial en China. Muchos preguntaban qué actitud adoptar ante el Gobierno y los organismos estatales puestos al frente de la vida de la Iglesia. Otras peticiones se referían a problemas estrictamente sacramentales como la posibilidad de concelebrar con obispos que habían sido ordenados sin el mandato pontificio o de recibir los sacramentos de sacerdotes ordenados por esos obispos. Por último, algunos sectores de la comunidad católica se encontraban desorientados ante la legitimación de numerosos obispos que habían sido consagrados ilícitamente".
"Durante aquellos años, el Papa Juan Pablo II se dirigió varias veces con mensajes y llamamientos a la Iglesia en China, invitando a todos los católicos a la unidad y a la reconciliación. Las intervenciones del Santo Padre fueron bien acogidas, creando una pasión por la unidad, pero las tensiones con las autoridades y dentro de la comunidad católica, por desgracia, no han disminuido.
Por lo que concierne al camino histórico de la Carta pontificia, "los problemas que afectan a la vida de la Iglesia en China durante estos últimos años, fueron analizadas amplia y atentamente por una Comisión restringida, establecida con este fin y compuesta por algunos expertos y por aquellos que en la Curia Romana siguen la situación de la comunidad católica en China.
"Cuando el Papa Benedicto XVI decidió convocar para los días 19 y 20 de enero de 2007 una reunión en la que participarían también varios eclesiásticos chinos, la mencionada Comisión se encargó de preparar un documento con el fin de favorecer la discusión sobre los diversos puntos, recoger indicaciones prácticas de los participantes y presentar algunas posibles orientaciones teológico-pastorales para la comunidad católica en China. Su Santidad, que participó en la última sesión de la reunión, decidió, entre otras cosas, dirigir una carta suya a los Obispos, a los presbíteros, a las personas consagradas y a los fieles laicos".
OP/NOTA:CARTA CATOLICOS CHINOS/... VIS 20070702 (890)
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