CIUDAD DEL VATICANO, 30 JUN 2007 (VIS).-Hoy se hizo pública la carta de Benedicto XVI a los obispos, a los presbíteros, a las personas consagradas y a los fieles laicos de la Iglesia católica en la República Popular China. Está fechada el 27 de mayo, solemnidad de Pentecostés. Consta de dos partes, tituladas: "Situación de la Iglesia. Aspectos teológicos" y "Orientaciones para la vida pastoral" y una conclusión. Ha sido publicada en chino, francés, inglés e italiano.
El Santo Padre señala al principio cuál es el objetivo del documento: "Sin pretender tratar cada uno de los complejos problemas que conocéis bien, con esta Carta quisiera ofrecer algunas orientaciones sobre la vida de la Iglesia y la obra de la evangelización en China, para ayudaros a descubrir aquello que quiere de vosotros el Señor y Maestro, Jesucristo, "la clave, el centro y el fin de toda la historia humana".
A los fieles católicos chinos -que según las estadísticas, en 2007 son entre 8 y 12 millones-, el Papa manifiesta "vivo reconocimiento al Señor por el sufrido testimonio de fidelidad, ofrecido por la comunidad católica de China en circunstancias verdaderamente difíciles. Al mismo tiempo siento, como un íntimo e irrenunciable deber y como expresión de mi amor de padre, la urgencia de confirmar en la fe a los católicos chinos y de favorecer su unidad con los medios que son propios de la Iglesia".
La Santa Sede, continúa, "desea la apertura de un espacio de dialogo con las autoridades de la República Popular China, de modo que una vez superadas las incomprensiones del pasado, se pueda trabajar juntos por el bien del pueblo chino y por la paz en el mundo".
"Soy conciente -escribe- de que la normalización de las relaciones con la República Popular China exige tiempo y presupone la buena voluntad de ambas partes. La Santa Sede, por su parte, está siempre abierta a los acuerdos, que son necesarios para superar el difícil momento presente".
Benedicto XVI afirma que las autoridades civiles son conscientes de que la Iglesia "invita a los fieles a ser buenos ciudadanos, colaboradores respetuosos y activos del bien común en sus países, pero también es evidente que exige al Estado que garantice a los mismos ciudadanos católicos el pleno ejercicio de su fe, en el respeto de una auténtica libertad religiosa".
Refiriéndose a la comunión entre las Iglesias particulares y la Iglesia universal, el Papa subraya que "en la Iglesia católica que está en China se hace presente la Iglesia universal, la Iglesia de Cristo. (...) Toda la Iglesia que está en China está llamada a vivir y a manifestar esta unidad en una espiritualidad de comunión más rica, que teniendo en cuenta las complejas situaciones concretas en las que se halla la comunidad católica, crezca también en una armónica comunión jerárquica".
Tras poner de relieve que los católicos chinos son conscientes de los problemas que deben afrontar "para superar -en su interior y en sus relaciones con la sociedad civil china- tensiones, divisiones y recriminaciones", el Santo Padre afirma que "una autentica comunión no se expresa sin un arduo esfuerzo de reconciliación. En efecto, la purificación de la memoria, el perdón, el olvido de los daños sufridos (...) son pasos urgentes que hay que realizar para que crezca y se manifiesten los lazos de comunión entre los fieles y los pastores de la Iglesia en China".
Afrontando el capítulo concerniente a las relaciones entre las comunidades eclesiales y los organismos estatales, Benedicto XVI escribe que "la pretensión de algunos organismos, queridos por el Estado y extraños a la estructura de la Iglesia, de controlar a los obispos y de guiar la vida de la comunidad eclesial, no corresponde a la doctrina católica, según la cual la Iglesia es "apostólica", por su "origen", siendo construida sobre el "fundamento de los Apóstoles"".
El Santo Padre hace hincapié en que "la debida y valiente salvaguardia del depósito de la fe y de la comunión sacramental y jerárquica no se opone, de por sí, al dialogo con las autoridades sobre aquellos aspectos de la vida de la comunidad eclesial que recaen en el ámbito civil".
Por lo que concierne al episcopado chino -el 60% de los más de 100 obispos superan los 80 años-, el Papa señala que "no se puede olvidar que muchos de sus miembros han sufrido la persecución y se les ha impedido el ejercicio de su ministerio, y algunos de ellos han hecho fecunda a la Iglesia con la efusión de la propia sangre".
El Papa da gracias a Dios por "la presencia constante y sufrida de obispos, que han recibido la ordenación episcopal en conformidad con la tradición católica, es decir en comunión con el Obispo de Roma, Sucesor de Pedro, y por mano de obispos, válida y legítimamente ordenados, según el rito de la Iglesia católica".
Algunos de ellos, continúa, "se han visto obligados a hacerse consagrar clandestinamente. La clandestinidad no entra en la normalidad de la vida de la Iglesia. (...) Por este motivo, la Santa Sede desea que estos legítimos pastores puedan ser reconocidos como tales por las Autoridades gubernativas, también a efectos civiles -en cuanto que son necesarios- y que todos los fieles puedan expresar libremente la propia fe en el contexto social en el que viven".
"Otros pastores, en cambio, presionados por circunstancias particulares, han consentido recibir la ordenación episcopal sin el mandato pontificio, pero han pedido en seguida poder ser acogidos en la comunión con el Sucesor de Pedro y con los otros hermanos en el episcopado. El Papa, (...) les ha concedido el pleno y legítimo ejercicio de la jurisdicción episcopal".
El Santo Padre recuerda que también hay algunos obispos, pocos, "que han sido ordenados sin el mandato pontificio y no han pedido, o no han obtenido aún, la necesaria legitimación. Según la doctrina de la Iglesia católica deben ser considerados ilegítimos", pero si han sido válidamente ordenados, "pese a no estar en comunión con el Papa, ejercen válidamente su ministerio". (...) ¡Qué gran riqueza espiritual para la Iglesia en China si, en presencia de las necesarias condiciones, también estos pastores se incorporaran a la comunión con el Sucesor de Pedro y con todo el episcopado católico!".
Por lo que se refiere al nombramiento de los obispos, Benedicto XVI subraya que su designación por parte del Papa "es garantía de la unidad de la Iglesia y de la comunión jerárquica". En este contexto manifiesta el deseo de que "se encuentre un acuerdo con el Gobierno para resolver algunas cuestiones referentes a la elección de los candidatos al episcopado, a la publicación del nombramiento de los obispos y al reconocimiento -a efectos civiles en cuanto que son necesarios- del nuevo obispo por parte de las autoridades civiles".
En la segunda parte de la carta, "Orientaciones para la vida pastoral", el Papa ofrece una serie de indicaciones para la concelebración eucarística e invita a crear los organismos diocesanos previstos por las normas canónicas. También se refiere a la necesidad de una "adecuada formación permanente del clero" y de "una mayor atención en el discernimiento vocacional". Dirigiéndose en concreto a los laicos, escribe: "Estáis llamados, aún hoy, a encarnar el Evangelio en vuestra vida y a dar testimonio, mediante un servicio generoso y eficaz, por el bien del pueblo y por el desarrollo del país". Y añade: "Como el futuro de la humanidad pasa a través de la familia, considero indispensable y urgente que los laicos promuevan sus valores y tutelen sus exigencias".
El Papa revoca todas las facultades y directrices de carácter pastoral que en años pasados fueron concedidas por la Santa Sede a la iglesia en China, precisando que las nuevas circunstancias y las mayores posibilidades de comunicación existentes hoy día permiten a los católicos seguir las normas canónicas generales.
La carta concluye con el anuncio de una Jornada de Oración por la Iglesia en China, que se celebrará a partir de ahora, el 24 de mayo, memoria litúrgica de la Santa María, Auxilio de los Cristianos. "Deseo que esta fecha sea para vosotros una jornada de oración por la Iglesia en China. Os exhorto a celebrarla renovando vuestra comunión de fe en Jesús Nuestro Señor y de fidelidad al Papa, orando para que la unidad entre vosotros sea cada vez más profunda y visible".
BXVI-CARTA/.../CATOLICOS CHINA VIS 20070702 (1340)
El Santo Padre señala al principio cuál es el objetivo del documento: "Sin pretender tratar cada uno de los complejos problemas que conocéis bien, con esta Carta quisiera ofrecer algunas orientaciones sobre la vida de la Iglesia y la obra de la evangelización en China, para ayudaros a descubrir aquello que quiere de vosotros el Señor y Maestro, Jesucristo, "la clave, el centro y el fin de toda la historia humana".
A los fieles católicos chinos -que según las estadísticas, en 2007 son entre 8 y 12 millones-, el Papa manifiesta "vivo reconocimiento al Señor por el sufrido testimonio de fidelidad, ofrecido por la comunidad católica de China en circunstancias verdaderamente difíciles. Al mismo tiempo siento, como un íntimo e irrenunciable deber y como expresión de mi amor de padre, la urgencia de confirmar en la fe a los católicos chinos y de favorecer su unidad con los medios que son propios de la Iglesia".
La Santa Sede, continúa, "desea la apertura de un espacio de dialogo con las autoridades de la República Popular China, de modo que una vez superadas las incomprensiones del pasado, se pueda trabajar juntos por el bien del pueblo chino y por la paz en el mundo".
"Soy conciente -escribe- de que la normalización de las relaciones con la República Popular China exige tiempo y presupone la buena voluntad de ambas partes. La Santa Sede, por su parte, está siempre abierta a los acuerdos, que son necesarios para superar el difícil momento presente".
Benedicto XVI afirma que las autoridades civiles son conscientes de que la Iglesia "invita a los fieles a ser buenos ciudadanos, colaboradores respetuosos y activos del bien común en sus países, pero también es evidente que exige al Estado que garantice a los mismos ciudadanos católicos el pleno ejercicio de su fe, en el respeto de una auténtica libertad religiosa".
Refiriéndose a la comunión entre las Iglesias particulares y la Iglesia universal, el Papa subraya que "en la Iglesia católica que está en China se hace presente la Iglesia universal, la Iglesia de Cristo. (...) Toda la Iglesia que está en China está llamada a vivir y a manifestar esta unidad en una espiritualidad de comunión más rica, que teniendo en cuenta las complejas situaciones concretas en las que se halla la comunidad católica, crezca también en una armónica comunión jerárquica".
Tras poner de relieve que los católicos chinos son conscientes de los problemas que deben afrontar "para superar -en su interior y en sus relaciones con la sociedad civil china- tensiones, divisiones y recriminaciones", el Santo Padre afirma que "una autentica comunión no se expresa sin un arduo esfuerzo de reconciliación. En efecto, la purificación de la memoria, el perdón, el olvido de los daños sufridos (...) son pasos urgentes que hay que realizar para que crezca y se manifiesten los lazos de comunión entre los fieles y los pastores de la Iglesia en China".
Afrontando el capítulo concerniente a las relaciones entre las comunidades eclesiales y los organismos estatales, Benedicto XVI escribe que "la pretensión de algunos organismos, queridos por el Estado y extraños a la estructura de la Iglesia, de controlar a los obispos y de guiar la vida de la comunidad eclesial, no corresponde a la doctrina católica, según la cual la Iglesia es "apostólica", por su "origen", siendo construida sobre el "fundamento de los Apóstoles"".
El Santo Padre hace hincapié en que "la debida y valiente salvaguardia del depósito de la fe y de la comunión sacramental y jerárquica no se opone, de por sí, al dialogo con las autoridades sobre aquellos aspectos de la vida de la comunidad eclesial que recaen en el ámbito civil".
Por lo que concierne al episcopado chino -el 60% de los más de 100 obispos superan los 80 años-, el Papa señala que "no se puede olvidar que muchos de sus miembros han sufrido la persecución y se les ha impedido el ejercicio de su ministerio, y algunos de ellos han hecho fecunda a la Iglesia con la efusión de la propia sangre".
El Papa da gracias a Dios por "la presencia constante y sufrida de obispos, que han recibido la ordenación episcopal en conformidad con la tradición católica, es decir en comunión con el Obispo de Roma, Sucesor de Pedro, y por mano de obispos, válida y legítimamente ordenados, según el rito de la Iglesia católica".
Algunos de ellos, continúa, "se han visto obligados a hacerse consagrar clandestinamente. La clandestinidad no entra en la normalidad de la vida de la Iglesia. (...) Por este motivo, la Santa Sede desea que estos legítimos pastores puedan ser reconocidos como tales por las Autoridades gubernativas, también a efectos civiles -en cuanto que son necesarios- y que todos los fieles puedan expresar libremente la propia fe en el contexto social en el que viven".
"Otros pastores, en cambio, presionados por circunstancias particulares, han consentido recibir la ordenación episcopal sin el mandato pontificio, pero han pedido en seguida poder ser acogidos en la comunión con el Sucesor de Pedro y con los otros hermanos en el episcopado. El Papa, (...) les ha concedido el pleno y legítimo ejercicio de la jurisdicción episcopal".
El Santo Padre recuerda que también hay algunos obispos, pocos, "que han sido ordenados sin el mandato pontificio y no han pedido, o no han obtenido aún, la necesaria legitimación. Según la doctrina de la Iglesia católica deben ser considerados ilegítimos", pero si han sido válidamente ordenados, "pese a no estar en comunión con el Papa, ejercen válidamente su ministerio". (...) ¡Qué gran riqueza espiritual para la Iglesia en China si, en presencia de las necesarias condiciones, también estos pastores se incorporaran a la comunión con el Sucesor de Pedro y con todo el episcopado católico!".
Por lo que se refiere al nombramiento de los obispos, Benedicto XVI subraya que su designación por parte del Papa "es garantía de la unidad de la Iglesia y de la comunión jerárquica". En este contexto manifiesta el deseo de que "se encuentre un acuerdo con el Gobierno para resolver algunas cuestiones referentes a la elección de los candidatos al episcopado, a la publicación del nombramiento de los obispos y al reconocimiento -a efectos civiles en cuanto que son necesarios- del nuevo obispo por parte de las autoridades civiles".
En la segunda parte de la carta, "Orientaciones para la vida pastoral", el Papa ofrece una serie de indicaciones para la concelebración eucarística e invita a crear los organismos diocesanos previstos por las normas canónicas. También se refiere a la necesidad de una "adecuada formación permanente del clero" y de "una mayor atención en el discernimiento vocacional". Dirigiéndose en concreto a los laicos, escribe: "Estáis llamados, aún hoy, a encarnar el Evangelio en vuestra vida y a dar testimonio, mediante un servicio generoso y eficaz, por el bien del pueblo y por el desarrollo del país". Y añade: "Como el futuro de la humanidad pasa a través de la familia, considero indispensable y urgente que los laicos promuevan sus valores y tutelen sus exigencias".
El Papa revoca todas las facultades y directrices de carácter pastoral que en años pasados fueron concedidas por la Santa Sede a la iglesia en China, precisando que las nuevas circunstancias y las mayores posibilidades de comunicación existentes hoy día permiten a los católicos seguir las normas canónicas generales.
La carta concluye con el anuncio de una Jornada de Oración por la Iglesia en China, que se celebrará a partir de ahora, el 24 de mayo, memoria litúrgica de la Santa María, Auxilio de los Cristianos. "Deseo que esta fecha sea para vosotros una jornada de oración por la Iglesia en China. Os exhorto a celebrarla renovando vuestra comunión de fe en Jesús Nuestro Señor y de fidelidad al Papa, orando para que la unidad entre vosotros sea cada vez más profunda y visible".
BXVI-CARTA/.../CATOLICOS CHINA VIS 20070702 (1340)
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