CIUDAD DEL VATICANO, 31 MAR 2002 (VIS) - A las 10,30 de hoy, Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor, Juan Pablo II presidió en la plaza de San Pedro, adornada con decenas de miles de flores, la solemne celebración de la misa del día. Concelebraron con el Papa el cardenal protodi cono Luigi Poggi y el cardenal José Saraiva Martins, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos.
Posteriormente, el Papa pronunció ante unos 100.000 fieles de todo el mundo su tradicional mensaje pascual e impartió la bendición "Urbi et Orbi" (a la ciudad y al mundo) que tiene lugar dos veces cada año.
"Resuena hoy, en este día solemnísimo, -dijo al inicio del mensaje- el augurio de Cristo: ¡La Paz con vosotros! ¡Paz a los hombres y mujeres de todo el mundo! ¡Cristo ha resucitado verdaderamente y trae a todos la paz!".
"La paz 'a la manera del mundo' 'lo demuestra la experiencia de todos los tiempos' es con frecuencia un precario equilibrio de fuerzas, que antes o después vuelven a hostigarse. Sólo la paz, don de Cristo resucitado, es profunda y completa, y puede reconciliar al hombre con Dios, consigo mismo y con la creación. Muchas religiones proclaman que la paz es un don de Dios. Esta ha sido también la experiencia del reciente encuentro de Asís. Ojalá que todos lo creyentes del mundo unan sus esfuerzos para construir una humanidad más justa y fraterna; ojal actúen sin descanso para que sus convicciones religiosas nunca sean causa de división y de odio, sino sólo y siempre fuente de fraternidad, de concordia, de amor".
Dirigiéndose a las comunidades cristianas de todos los continentes, el Santo Padre pidió "con emoción y esperanza", que trabajasen "para que su paz frene la dramática espiral de violencia y muerte, que ensangrienta la Tierra Santa, sumida de nuevo, en estos últimos días, en el horror y la desesperación. ¡Parece como si se hubiese declarado la guerra a la paz! Pero la guerra no resuelve nada, acarrea solamente mayor sufrimiento y muerte, ni sirven retorsiones o represalias. La tragedia es verdaderamente grande. ¡Nadie puede quedar callado e inerte; ningún responsable político o religioso! Que a las denuncias sigan hechos concretos de solidaridad que ayuden a todos a encontrar el mutuo respeto y el acuerdo leal".
Juan Pablo II recordó entonces a cuantos "viven oprimidos aún por la miseria y la violencia". Y añadió: "En cuantos rincones de la tierra resuena el grito que implora auxilio, porque se sufre y muere: desde Afganist n, probado duramente en los últimos meses y dañado ahora por un terremoto desastroso, hasta tantos países del Planeta, donde desequilibrios sociales y ambiciones contrapuestas afectan a innumerables hermanas y hermanos nuestros". Y exclamó: "¡Hombres y mujeres del tercer milenio! Dejadme que os repita: ¡abrid el corazón a Cristo crucificado y resucitado, que viene ofreciendo la paz! Donde entra Cristo resucitado, con El entra la verdadera paz. Que entre ante todo en todo corazón humano, abismo profundo, nada fácil de sanar. Que impregne también las relaciones entre las clases sociales, entre pueblos, lenguas y mentalidades diversas, llevando a todas partes el fermento de la solidaridad y del amor".
Concluido el mensaje, el Papa deseó una Feliz Pascua en 62 idiomas e impartió la bendición "Urbi et Orbi" a los presentes en la Plaza de San Pedro y a quienes lo seguían por medio de la radio o la televisión.
JPII-SEMANA SANTA;PASCUA; URBI ET ORBI;...;...;VIS;20020403;580;
Posteriormente, el Papa pronunció ante unos 100.000 fieles de todo el mundo su tradicional mensaje pascual e impartió la bendición "Urbi et Orbi" (a la ciudad y al mundo) que tiene lugar dos veces cada año.
"Resuena hoy, en este día solemnísimo, -dijo al inicio del mensaje- el augurio de Cristo: ¡La Paz con vosotros! ¡Paz a los hombres y mujeres de todo el mundo! ¡Cristo ha resucitado verdaderamente y trae a todos la paz!".
"La paz 'a la manera del mundo' 'lo demuestra la experiencia de todos los tiempos' es con frecuencia un precario equilibrio de fuerzas, que antes o después vuelven a hostigarse. Sólo la paz, don de Cristo resucitado, es profunda y completa, y puede reconciliar al hombre con Dios, consigo mismo y con la creación. Muchas religiones proclaman que la paz es un don de Dios. Esta ha sido también la experiencia del reciente encuentro de Asís. Ojalá que todos lo creyentes del mundo unan sus esfuerzos para construir una humanidad más justa y fraterna; ojal actúen sin descanso para que sus convicciones religiosas nunca sean causa de división y de odio, sino sólo y siempre fuente de fraternidad, de concordia, de amor".
Dirigiéndose a las comunidades cristianas de todos los continentes, el Santo Padre pidió "con emoción y esperanza", que trabajasen "para que su paz frene la dramática espiral de violencia y muerte, que ensangrienta la Tierra Santa, sumida de nuevo, en estos últimos días, en el horror y la desesperación. ¡Parece como si se hubiese declarado la guerra a la paz! Pero la guerra no resuelve nada, acarrea solamente mayor sufrimiento y muerte, ni sirven retorsiones o represalias. La tragedia es verdaderamente grande. ¡Nadie puede quedar callado e inerte; ningún responsable político o religioso! Que a las denuncias sigan hechos concretos de solidaridad que ayuden a todos a encontrar el mutuo respeto y el acuerdo leal".
Juan Pablo II recordó entonces a cuantos "viven oprimidos aún por la miseria y la violencia". Y añadió: "En cuantos rincones de la tierra resuena el grito que implora auxilio, porque se sufre y muere: desde Afganist n, probado duramente en los últimos meses y dañado ahora por un terremoto desastroso, hasta tantos países del Planeta, donde desequilibrios sociales y ambiciones contrapuestas afectan a innumerables hermanas y hermanos nuestros". Y exclamó: "¡Hombres y mujeres del tercer milenio! Dejadme que os repita: ¡abrid el corazón a Cristo crucificado y resucitado, que viene ofreciendo la paz! Donde entra Cristo resucitado, con El entra la verdadera paz. Que entre ante todo en todo corazón humano, abismo profundo, nada fácil de sanar. Que impregne también las relaciones entre las clases sociales, entre pueblos, lenguas y mentalidades diversas, llevando a todas partes el fermento de la solidaridad y del amor".
Concluido el mensaje, el Papa deseó una Feliz Pascua en 62 idiomas e impartió la bendición "Urbi et Orbi" a los presentes en la Plaza de San Pedro y a quienes lo seguían por medio de la radio o la televisión.
JPII-SEMANA SANTA;PASCUA; URBI ET ORBI;...;...;VIS;20020403;580;
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