Ciudad
del Vaticano, 14 de febrero de 2016 (Vis).-''Vengo como misionero de
misericordia y paz pero también como hijo que quiere rendir homenaje
a su madre, la Virgen de Guadalupe, y dejarse mirar por ella.
Buscando ser buen hijo, siguiendo
las huellas de la madre, quiero, a su vez, rendirle homenaje a este
pueblo y a esta tierra tan rica en culturas, historia y diversidad''.
Estas fueron las palabras del Papa Francisco en su primer discurso
pronunciado en tierra mexicana ante las autoridades y los
representantes de la sociedad civil reunidos en el Palacio Nacional
de Ciudad del México donde el Santo Padre fue recibido por el
Presidente Enrique Peña Nieto con quien se había entrevistado
previamente regalándole un mosaico de Nuestra Señora de Guadalupe
realizado por los artistas mosaicistas del Estudio del Mosaico
Vaticano.
''México
es un gran País -exclamó Franciscso- Bendecido con abundantes
recursos naturales y una enorme biodiversidad que se extiende a lo
largo de todo su vasto territorio. Su privilegiada ubicación
geográfica lo convierte en un referente de América; y sus culturas
indígenas, mestizas y criollas, le dan una identidad propia que le
posibilita una riqueza cultural no siempre fácil de encontrar y
especialmente valorar. La sabiduría ancestral que porta su
multiculturalidad es, por lejos, uno de sus mayores recursos
biográficos. Una identidad que fue aprendiendo a gestarse en la
diversidad y, sin lugar a dudas, constituye un patrimonio rico a
valorar, estimular y cuidar.
Pero,
para el Papa la principal riqueza de México hoy tiene rostro joven
porque poco más de la mitad de la población está en edad juvenil.
''Esto permite pensar y proyectar un futuro, un mañana, da
esperanza y proyección -afirmó el Pontífice- Un pueblo con
juventud es un pueblo capaz de renovarse, transformarse; es una
invitación a alzar con ilusión la mirada hacia el futuro y, a su
vez, nos desafía positivamente en el presente. Esta realidad nos
lleva inevitablemente a reflexionar sobre la propia responsabilidad a
la hora de construir el México que queremos, el México que deseamos
legar a las generaciones venideras. También a darnos cuenta de que
un futuro esperanzador se forja en un presente de hombres y mujeres
justos, honestos, capaces de empeñarse en el bien común, este
''bien común'' que en este siglo XXI no goza de buen mercado. La
experiencia nos demuestra que cada vez que buscamos el camino del
privilegio o beneficio de unos pocos en detrimento del bien de todos,
tarde o temprano, la vida en sociedad se vuelve un terreno fértil
para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las culturas
diferentes, la violencia e incluso el tráfico de personas, el
secuestro y la muerte, causando sufrimiento y frenando el
desarrollo''.
Francisco
subrayó que el pueblo mexicano afianza su esperanza ''en la
identidad que ha sido forjada en duros y difíciles momentos de su
historia por grandes testimonios de ciudadanos que han comprendido
que, para poder superar las situaciones nacidas de la cerrazón del
individualismo, era necesario el acuerdo de las Instituciones
políticas, sociales y de mercado, y de todos los hombres y mujeres
que se comprometen en la búsqueda del bien común y en la promoción
de la dignidad de la persona. Una cultura ancestral y un capital
humano esperanzador, como el vuestro, tiene que ser la fuente de
estímulo para que encontremos nuevas formas de diálogo, de
negociación, de puentes capaces de guiarnos por la senda del
compromiso solidario. Un compromiso en el que todos, comenzando por
los que nos llamamos cristianos, nos entreguemos a la construcción
de ''una política auténticamente humana'' y una sociedad en la que
nadie se sienta víctima de la cultura del descarte''.
''A
los dirigentes de la vida social, cultural y política -agregó- les
corresponde de modo especial trabajar para ofrecer a todos los
ciudadanos la oportunidad de ser dignos actores de su propio destino,
en su familia y en todos los círculos en los que se desarrolla la
sociabilidad humana, ayudándoles a un acceso efectivo a los bienes
materiales y espirituales indispensables: vivienda adecuada, trabajo
digno, alimento, justicia real, seguridad efectiva, un ambiente sano
y de paz. Esto no es sólo un asunto de leyes que requieran de
actualizaciones y mejoras —siempre necesarias—, sino de una
urgente formación de la responsabilidad personal de cada uno, con
pleno respeto del otro como corresponsable en la causa común de
promover el desarrollo nacional. Es una tarea que involucra a todo el
pueblo mexicano en las distintas instancias tanto públicas como
privadas, tanto colectivas como individuales''.
El
Papa aseguró al Presidente Nieto que, en ese esfuerzo, el Gobierno
mexicano ''puede contar con la colaboración de la Iglesia católica,
que ha acompañado la vida de esta Nación y que renueva su
compromiso y voluntad de servicio a la gran causa del hombre: la
edificación de la civilización del amor''.
''Me
dispongo a recorrer este hermoso y gran País como misionero y
peregrino que quiere renovar con ustedes la experiencia de la
misericordia como un nuevo horizonte de posibilidad que es
inevitablemente portador de justicia y de paz -finalizó- Y me pongo
bajo la mirada de María, la Virgen de Guadalupe, le
pido que me mire, para que, por su intercesión, el Padre
misericordioso nos conceda que estas jornadas y el futuro de esta
tierra sean una oportunidad de encuentro, de comunión y de paz''.
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