Ciudad
del Vaticano, 3 de octubre 2015 (Vis).-El Papa ha encontrado esta
mañana en el Aula Pablo VI a siete mil voluntarios de la Fundación
Banco Alimentario, una iniciativa nacida hace 25 años gracias al
empresario italiano Danilo Fossati y a don Giussani, fundador de
Comunión y Liberación, para combatir el desperdicio de alimentos,
recuperarlos y distribuirlos entre las familias necesitadas y los
indigentes.
En
el discurso que les dirigió, Francisco subrayó que el hambre ha
adquirido hoy la dimensión de un verdadero y propio escándalo que
amenaza la vida y la dignidad de tantas personas, hombres y mujeres,
niños y ancianos. ''Todos los días -afirmó- nos confrontamos con
esta injusticia; me permito decir, con este pecado, en un mundo rico
de recursos alimenticios, gracias también a los enormes progresos
tecnológicos, son demasiados los que carecen de lo necesario para
sobrevivir; y no solamente en los países pobres, sino cada vez más
también en las sociedades ricas y desarrolladas. La situación se
agrava con el aumento de los flujos migratorios, que traen a Europa
miles de prófugos, que escapan de sus países y necesitan todo. Ante
un problema tan desmesurado, resuenan las palabras de Jesús: ''Tuve
hambre y me distéis de comer''. Vemos en el Evangelio que el Señor,
cuando se da cuenta de que la multitud acudida a escucharle tiene
hambre, no ignora el problema, y tampoco pronuncia un hermoso
discurso sobre la lucha contra la pobreza, sino que lleva a cabo un
gesto que deja a todos maravillados: Toma lo poco que los discípulos
habían llevado consigo, lo bendice y multiplica los panes y los
peces, hasta el punto que al final, '' se llevaron doce cestos llenos
de sobras''.
''Nosotros
no podemos hacer un milagro como hizo Jesús -continuó Francisco-
sin embargo podemos hacer algo, frente a la emergencia del hambre,
algo humilde y que tiene también la fuerza de un milagro. En primer
lugar podemos educarnos a la humanidad, a reconocer la humanidad
presente en cada persona, necesitada de todo. Quizás pensaba en esto
Danilo Fossati, el empresario del sector alimentario cuando confío a
Don Giussani su malestar ante la destrucción de productos todavía
comestibles viendo que en Italia tantas personas pasaban hambre''.
El
Obispo de Roma recordó que la Fundación hunde sus raíces en el
corazón de aquellos dos hombres que no fueron indiferentes al grito
de los pobres y ''entendieron que algo tenía que cambiar en la
mentalidad de las personas, que había que derribar los muros del
individualismo y del egoísmo ...Jesús mismo nos invita a dar lugar
en nuestro corazón a la urgencia de ''dar de comer a los hambrientos
y la Iglesia ha hecho de ella una de las obras de misericordia
corporal''.
Por
último, refiriéndose a que los voluntarios del Banco Alimentario
encuentran cada día cientos de personas, les invitó a no olvidarse
de que eran ''personas y no números, cada uno con su fardo de dolor,
con el que a veces parece imposible cargar. Si lo tenéis siempre
presente, sábreis mirarles cara a cara, darles la mano, vislumbrar
en ellos la carne de Cristo y ayudarles también a reconquistar su
dignidad y ponerse de pie. Os animo -concluyó- a ser hermanos y
amigos de los pobres; a que sientan que son importantes a los ojos de
Dios''.
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