Ciudad
del Vaticano, 20 de septiembre de 2015 (Vis).-La Inmaculada
Concepción es la Patrona de la La Habana y, en la histórica
catedral dedicada a esa advocación y a San Cristóbal -cuya fachada
barroca fue proyectada por Francesco Borromini- el Papa encontró a
los sacerdotes, religiosos y religiosas y seminaristas de Cuba para
rezar juntos las vísperas. Francisco, refiriéndose al relato
evangélico del joven rico observante de la ley que se aleja
entristecido cuando Jesús le dice que si quiere segurile deje sus
riquezas, improvisó unas palabras dedicadas al valor de la pobreza
tanto para los cristianos, como para los consagrados y dio por leído
el discurso que había preparado y que reproducimos a continuación.
''Nos
hemos reunido en esta histórica Catedral de La Habana para cantar
con los salmos la fidelidad de Dios con su Pueblo, para dar gracias
por su presencia, por su infinita misericordia. Fidelidad y
misericordia no solo hecha memoria por las paredes de esta casa, sino
por algunas cabezas que ''pintan canas'', recuerdo vivo, actualizado
de que ''infinita es su misericordia y su fidelidad dura las
edades''. Hermanos, demos gracias juntos.
Demos
gracias por la presencia del Espíritu con la riqueza de los diversos
carismas en los rostros de tantos misioneros que han venido a estas
tierras, llegando a ser cubanos entre los cubanos, signo de que es
eterna su misericordia.
El
Evangelio nos presenta a Jesús en diálogo con su Padre, nos pone en
el centro de la intimidad hecha oración entre el Padre y el Hijo.
Cuando se acercaba su hora, Jesús rezó al Padre por sus discípulos,
por los que estaban con Él y por los que vendrían . Nos hace bien
pensar que en su hora crucial, Jesús pone en su oración la vida de
los suyos, nuestra vida. Y le pide a su Padre que los mantenga en la
unidad y en la alegría. Conocía bien Jesús el corazón de los
suyos, conoce bien nuestro corazón. Por eso reza, pide al Padre para
que no les gane una conciencia que tiende a aislarse, refugiarse en
las propias certezas, seguridades, espacios; a desentenderse de la
vida de los demás, instalándose en pequeñas ''chacras'' que rompen
el rostro multiforme de la Iglesia. Situaciones que desembocan en
tristeza individualista, en una tristeza que poco a poco va dejándole
lugar al resentimiento, a la queja continua, a la monotonía; ''ése
no es el deseo de Dios para nosotros, ésa no es la vida en el
Espíritu'' a la que los invitó, a la que nos invitó. Por eso Jesús
reza, pide para que la tristeza y el aislamiento no nos gane el
corazón. Nosotros queremos hacer lo mismo, queremos unirnos a la
oración de Jesús, a sus palabras para decir juntos: ''Padre santo,
cuídalos con el poder de tu nombre… para que estén completamente
unidos, como tú y yo'' ''y su gozo sea completo'' .
Jesús
reza y nos invita a rezar porque sabe que hay cosas que solo las
podemos recibir como don, hay cosas que solo podemos vivir como
regalo. La unidad es una gracia que solamente puede darnos el
Espíritu Santo, a nosotros nos toca pedirla y poner lo mejor de
nosotros para ser transformados por este don.
Es
frecuente confundir unidad con uniformidad; con un hacer, sentir y
decir todos lo mismo. Eso no es unidad, eso es homogeneidad. Eso es
matar la vida del Espíritu, es matar los carismas que Él ha
distribuido para el bien de su Pueblo. La unidad se ve amenazada cada
vez que queremos hacer a los demás a nuestra imagen y semejanza. Por
eso la unidad es un don, no es algo que se pueda imponer a la fuerza
o por decreto. Me alegra verlos a ustedes aquí, hombres y mujeres de
distintas épocas, contextos, biografías, unidos por la oración en
común. Pidámosle a Dios que haga crecer en nosotros el deseo de
projimidad. Que podamos ser prójimos, estar cerca, con nuestras
diferencias, manías, estilos, pero cerca. Con nuestras discusiones,
peleas, hablando de frente y no por detrás. Que seamos pastores
prójimos a nuestro pueblo, que nos dejemos cuestionar, interrogar
por nuestra gente. Los conflictos, las discusiones en la Iglesia son
esperables y, hasta me animo a decir, necesarias. Signo de que la
Iglesia está viva y el Espíritu sigue actuando, la sigue
dinamizando. ¡Ay de esas comunidades donde no hay un sí o un no!
Son como esos matrimonios donde ya no discuten porque se ha perdido
el interés, se ha perdido el amor.
En
segundo lugar, el Señor reza para que nos llenemos ''de la misma
perfecta alegría'' que Él tiene . La alegría de los cristianos, y
especialmente la de los consagrados, es un signo muy claro de la
presencia de Cristo en sus vidas. Cuando hay rostros entristecidos es
una señal de alerta, algo no anda bien. Y Jesús pide esto al Padre
nada menos que antes de ir al huerto, cuando tiene que renovar su
''fiat''. No dudo que todos ustedes tienen que cargar con el peso de
no pocos sacrificios y que para algunos, desde hace décadas, los
sacrificios habrán sido duros. Jesús reza también desde su
sacrificio para que nosotros no perdamos la alegría de saber que Él
vence al mundo. Esta certeza es la que nos impulsa mañana a mañana
a reafirmar nuestra fe. ''Él (con su oración, en el rostro de
nuestro Pueblo) nos permite levantar la cabeza y volver a empezar,
con una ternura que nunca nos desilusiona y que siempre puede
devolvernos la alegría''
¡Qué
importante, qué testimonio tan valioso para la vida del pueblo
cubano, el de irradiar siempre y por todas partes esa alegría, no
obstante los cansancios, los escepticismos, incluso la desesperanza,
que es una tentación muy peligrosa que apolilla el alma!
Hermanos,
Jesús reza para que seamos uno y su alegría permanezca en nosotros,
hagamos lo mismo, unámonos los unos a los otros en oración''.
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