Ciudad
del Vaticano, 20 de septiembre de 2015 (Vis).-Acabada la Santa Misa,
el Papa reflexionó unos breves minutos con los participantes en la
Eucaristía antes de rezar el Angelus. Estas fueron sus palabras
''Hemos
oído en el evangelio cómo los discípulos tenían miedo de
preguntar a Jesús cuando les habla de su pasión y muerte. Les
asustaba y no podían comprender la idea de ver a Jesús sufriendo en
la Cruz. También nosotros tenemos la tentación de huir de las
cruces propias y de las cruces de los demás, de alejarnos del que
sufre. Al concluir la santa Misa, en la que Jesús se nos ha
entregado de nuevo con su cuerpo y su sangre, dirijamos ahora
nuestros ojos a la Virgen, Nuestra Madre. Y le pedimos que nos enseñe
a estar junto a la cruz del hermano que sufre. Que aprendamos a ver a
Jesús en cada hombre postrado en el camino de la vida; en cada
hermano que tiene hambre o sed, que está desnudo o en la cárcel o
enfermo. Junto a la Madre, en la Cruz, podemos comprender quién es
verdaderamente ''el más importante'', y qué significa estar junto
al Señor y participar de su gloria''.
Aprendamos
de María a tener el corazón despierto y atento a las necesidades de
los demás. Como nos enseñó en las Bodas de Caná, seamos solícitos
en los pequeños de detalles de la vida, y no cejemos en la oración
los unos por los otros, para que a nadie falte el vino del amor
nuevo, de la alegría que Jesús nos trae.
En
este momento me siento en el deber de dirigir mi pensamiento a la
querida tierra de Colombia, ''consciente de la importancia crucial
del momento presente, en el que, con esfuerzo renovado y movidos por
la esperanza, sus hijos están buscando construir una sociedad en
paz''. Que la sangre vertida por miles de inocentes durante tantas
décadas de conflicto armado, unida a aquella del Señor Jesucristo
en la Cruz, sostenga todos los esfuerzos que se están haciendo,
incluso aquí en esta bella
Isla, para una definitiva reconciliación. Y así la larga noche de
dolor y de violencia, con la voluntad de todos los colombianos, se
pueda transformar en un día sin ocaso de concordia, justicia,
fraternidad y amor en el respeto de la institucionalidad y del
derecho nacional e internacional, para que la paz sea duradera. Por
favor, no tenemos derecho a permitirnos otro fracaso más en este
camino de paz y reconciliación.Gracias
a Usted, Señor Presidente, por todo lo que hace en este trabajo de
reconciliación''
Les
pido ahora que nos unamos en
la plegaria a María, para poner todas nuestras preocupaciones y
aspiraciones cerca del Corazón de Cristo. Y de modo especial, le
pedimos por los que han perdido la esperanza, y no encuentran motivos
para seguir luchando; por los que sufren la injusticia, el abandono y
la soledad; pedimos por los ancianos, los enfermos, los niños y los
jóvenes, por todas las familias en dificultad, para que María les
enjugue sus lágrimas, les consuele con su amor de Madre, les
devuelva la esperanza y la alegría. Madre santa, te encomiendo a
estos hijos tuyos de Cuba: ¡No los abandones nunca!''.
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