Ciudad
del Vaticano, 14 de diciembre 2014 (VIS).- El Papa Francisco fue esta
tarde a la parroquia romana de San José en el Aurelio, en el barrio
popular de Primavalle. Antes de celebrar la Eucaristía, Francisco
encontró a varios grupos de personas y mantuvo con todos ellos una
conversación a la enseña de la cordialidad.
En
primer lugar, el Papa habló con los niños que se preparan para la
Primera Comunión y les contó cómo había sido la suya, el 8 de
octubre de 1944. ''Me acuerdo como si fuera hoy -dijo-... Me preparó
durante un año una monja muy buena ... y dos catequistas...En
aquellos tiempos antes de la Misa no se podía tomar ni siquiera
agua, ni siquiera una gota de agua... Fue Pío XII el que nos salvó
de esta dictadura... ¡Que bien!...Después entrábamos todos con las
manos juntas en la iglesia cantando... Y después por la tarde
volvimos a la Iglesia para la Confirmación, el mismo día. No me
olvido nunca.. Y vosotros que haréis la Primera Comunión, acordaos
siempre de ese día; de la primera vez que Jesús vino a nosotros. El
viene, se hace uno como nosotros, se hace nuestro alimento, nos nutre
para darnos fuerza... No os olvidéis nunca de esa fecha y cada año,
en el aniversario, id a confesaros y a comulgar. ¿De acuerdo?''.
Después
fue el turno de las familias rom que frecuentan la parroquia a los
que Francisco deseó que siempre hubiera paz en sus familias ''y
trabajo y alegría. La alegría de Jesús, la paz de Jesús, y así
salir adelante. No perdáis la esperanza en los momentos difíciles
-les animó- porque la esperanza no defrauda: nos la da el Señor. Y
el Señor antes o después nos espera, siempre''.
Los
enfermos fueron también protagonistas del encuentro con el Santo
Padre a quienes dio las gracias por su testimonio de paciencia, de
amor de Dios y de esperanza en el Señor. ''Hace mucho bien a la
Iglesia- afirmó- Vosotros regáis constantemente la Iglesia con
vuestra vida, con vuestros sufrimientos y con vuestra paciencia.
Gracias, de verdad. La Iglesia sin enfermos no saldría adelante.
Sois la fuerza en la Iglesia, fuerza verdadera.
Por
último vio a los niños recién bautizados y a sus padres. ''Un niño
dice siempre una palabra de esperanza con su ser...Es una semilla de
futuro...Y vosotros, padres, decid a Dios: ''Custodia a mi niño, a
mi niña para el futuro. En el niño, en la niña. Están nuestras
esperanzas. Nosotros les damos una antorcha de fe, de vida y ellos se
la pasarán a sus hijos, a sus nietos.. Así es la vida... Y con el
Bautismo, vosotros les habéis dado la fe mediante el sacramento y
ellos harán lo mismo con sus hijos...Así se transmite la fe desde
el tiempo de Jesús hasta hoy; como una cadena que pasa a través de
los padres... Es una gran responsabilidad. No os olvidéis nunca del
día de vuestro bautismo''.
Al
final, después de revelar que fue bautizado un 25 de diciembre,
justo ocho días después de haber nacido, como era la costumbre en
aquellos años, Francisco pidió a todos que rezasen por él porque
le hacía mucha falta y añadió: ''Quiero deciros algo: Los niños
lloran, hacen ruido, van de un sitio a otro... Y a mi me da mucha
rabia cuando en la iglesia un niño llora y la gente quiere que
salga. ¡No!. Es el mejor sermón. El llanto de un niño es la voz de
Dios. ¡Nunca, nunca, hay que echarlos de la Iglesia!''.
Acabados
el encuentro con los parroquianos, el Papa confesó a varias personas
y a continuación celebró la santa misa. En su homilía, mencionó
que ''la Iglesia en este domingo, anticipa la alegría de la Navidad,
y por esto se llama domingo de la alegría. ''La alegría de la
Navidad es una alegría especial que no es sólo para el día de
Navidad, es para toda la vida del cristiano -dijo-. Es una alegría
serena, tranquila, una alegría que acompaña siempre al cristiano.
Incluso en los momentos difíciles, de dificultad, esta alegría se
convierte en paz. El cristiano no pierde nunca la paz, cuando es un
verdadero cristiano, incluso en los sufrimientos. Esa paz es un don
del Señor''.
Francisco
recordó que la alegría cristiana la encontramos en la oración y al
dar gracias a Dios y habló de todas aquellas personas que no saben
dar gracias a Dios y buscan siempre algo por lo qué quejarse. ''Un
cristiano -dijo- no puede vivir así, siempre quejándose... ningún
santo o santa ha tenido la cara fúnebre. Los santos tienen siempre
el rostro de la alegría. O al menos, en los momentos de sufrimiento,
el rostro de la paz''. De esta manera, el Pontífice ha explicado que
para obtener dicha alegría cristiana -que no es la alegría del
consumismo del 24 de diciembre- primero hay que rezar y luego dar
gracias, pero que existe otra dimensión que ayuda a tenerla, y es
llevar a los demás la ''feliz noticia''. ''Ir hasta los otros, hasta
los necesitados, tanto materialmente como espiritual. Hay mucha gente
que sufre angustiada por problemas familiares. Llevadles la paz, la
unción de Jesús, el aceite de Jesús que hace tanto bien y consuela
el alma''.
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