Ciudad
del Vaticano, 7 de diciembre 2014 (VIS).-El Santo Padre, puntual como
cada domingo, se ha asomado a la ventana de su estudio en el Palacio
Apostólico Vaticano para rezar el ángelus con los fieles reunidos
en la Plaza de San Pedro. Antes del rezo mariano, Francisco ha
hablado del segundo momento del Tiempo de Adviento ''un tiempo
increíble que despierta en nosotros la expectativa del regreso de
Cristo y el recuerdo de su venida histórica. Es la invitación del
Señor expresada por el profeta Isaías: ''Consolad, consolad a mi
pueblo, dice vuestro Dios''.
''El
profeta -ha continuado- invita a quien lo escucha, incluidos nosotros
hoy, a difundir entre la gente este mensaje de esperanza: que el
Señor nos consuela. Y a dejar espacio al consuelo que viene del
Señor. Pero no podemos ser mensajeros del consuelo de Dios , si
primero nosotros no experimentamos la alegría de ser consolados y
amados por Él. Esto ocurre especialmente cuando escuchamos su
Palabra, el Evangelio, que tenemos que llevar en el bolsillo...
cuando permanecemos en oración silenciosa en su presencia, cuando
nos encontramos con él en la Eucaristía o en el sacramento del
perdón''.
El
Papa ha recordado a los angustiados por el sufrimiento, la
injusticia y la opresión; y a los que son esclavos del dinero, del
poder, del éxito y la mundanidad. ''¡Pobrecillos! -ha dicho- Tienen
consuelos amañados, ¡no el verdadero consuelo del Señor! Todos
estamos llamados a consolar a nuestros hermanos, dando testimonio de
que sólo Dios puede eliminar las causas de los dramas existenciales
y espirituales''.
Con
estas palabras, antes de finalizar, el Pontífice ha animado a todos
a dejarse consolar por el Señor y a encomendar a la Virgen María
''camino que Dios se ha preparado para venir al mundo'', la espera de
la salvación y la paz para todos los hombres y mujeres de nuestro
tiempo.
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